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Brazos, brazos
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Reina Letizia

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Brazos, brazos

Qué bien está el Rey. Cómo se nota que al jefe se le mima más que a nadie. Llegó el sábado a las 12.30 a la

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Brazos, brazos

Qué bien está el Rey. Cómo se nota que al jefe se le mima más que a nadie. Llegó el sábado a las 12.30 a la Plaza de la Lealtad y a las 12.50 ya se había ido. Una reaparición en movimiento vista y no vista. El Día de las Fuerzas Armadas se quedó en muestra: himno, saludo, homenaje a los caídos y minidesfile. Y hala, para la casa a tomar el apertitivo. Todo muy ‘tiny’. Diminuto. Según la crónica de Ana Romero en ‘El Mundo’, “el público era escaso pero entregado”. Claro, es que veníamos de ‘Vaya semanita’.

De días complicados para la Familia Real, ‘urdangarinadas’ y ‘marichaladas’ aparte. Veníamos del abucheo en el Liceo a los Príncipes de Asturias y de los gritos a la Reina en la inauguración de la Feria del Libro de Madrid. Pero es que si vas con Wert ya sabes qué te puede pasar. Lo de los Príncipes fue más personal. O más institucional. El caso es que les toca tragárselas. Lo mejor fueron las sonrisas forzadísimas de ambos entre aplausos y pitidos. Como siguiendo las enseñanzas del Barón d’Holbach: para vivir en la Corte es necesario ejercer un completo control de los músculos de la cara, a fin de recibir, sin pestañear, las más sangrientas afrentas. Doña Letizia llevaba uno de los vestidos que más repite (Felipe Varela, of course). Negro de pedería, con fajín (para bragarse, en el sentido de juntar el valor necesario para asumir una empresa difícil o penosa). Y lo más importante, con brazos y hombros al descubierto. Brazacos de soltar sopapos. Doña Letizia ha adaptado el “dientes, dientes” de Pantoja por un “brazos, brazos”. Y que caigan chuzos de punta.

Lo único que había aligerado esos días fue la denuncia a la infanta Elena por conducir sin seguro un tractor. La denuncia, claro, no se llegó a tramitar pero uno ya se imaginaba a la doña Elena con una camisa de cuadros, un pantalón de peto, un sombrero de paja y un palito en la comisura de los labios a bordo de su tractor. Una imagen que ayuda mucho a quitar hierro a todo lo demás. A ninguna empresa de comunicación se le habría ocurrido algo tan chispeante, que dirían los de ‘La hora chanante’.

Qué bien está el Rey. Cómo se nota que al jefe se le mima más que a nadie. Llegó el sábado a las 12.30 a la Plaza de la Lealtad y a las 12.50 ya se había ido. Una reaparición en movimiento vista y no vista. El Día de las Fuerzas Armadas se quedó en muestra: himno, saludo, homenaje a los caídos y minidesfile. Y hala, para la casa a tomar el apertitivo. Todo muy ‘tiny’. Diminuto. Según la crónica de Ana Romero en ‘El Mundo’, “el público era escaso pero entregado”. Claro, es que veníamos de ‘Vaya semanita’.