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Reina Letizia

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Muajajajá

Mientras el Rey recibe a un perro, nos imaginamos a la princesa Letizia acariciando un gato y soltando un sonoro “Muajajajá” a la vez que de

Foto: Muajajajá
Muajajajá

Mientras el Rey recibe a un perro, nos imaginamos a la princesa Letizia acariciando un gato y soltando un sonoro “Muajajajá” a la vez que de un diente le sale un destello como en los dibujos animados. Las equivocaciones que por su DNI han sufrido las infantas Elena y Cristina son como para decir: “Mucho tener dos numeritos de señoritingas privilegiadas pero mira qué líos tan tontos tenéis”. A una la confunden con un señor que conducía un tractor sin seguro y a la otra… A la otra le endilga Hacienda trece fincas y una defraudación por la venta de las susodichas trece fincas. Las trece fincas. Suena como Las trece rosas aunque más tirando a película de Berlanga que a mal rollo de la Guerra Civil.

“¿Pero cómo me va a vender la Infanta la casa de mi madre?”, decía estupefacta una de las compradoras. Es que es para reírse. Con gato y sin gato. A no ser que tiremos de teorías conspiratorias y a la película de Berlanga le añadamos una de Mel Gibson. ‘Conspiración’, claro. Qué extraño resulta que justo después de la multa del tractor (que no llegó a tramitarse pero sí llegó a la prensa) surja lo de las fincas. Confundir dos DNI tan peculiares en tan poco tiempo es muy raro. ¿No será que a alguien se le ocurrió intoxicar el negociado urdangarinesco de la infanta Cristina?

Pero la Princesa tiene otra razón más poderosa para reírse con fuerza y acariciar el gato. Para acariciar siete gatos con sus siete vidas. Como ayer publicaba Vanitatis, sus fotos caminando por la calle se venden tiradas de precio. Por un lado, el asunto le tocará el orgullo, el amor propio y la autoestima. Pero, por otro, estará encantada. Tengamos en cuenta que hablamos de alguien que una vez, al salir de una consulta, digamos, médica y volver a atravesar la sala de espera, miró las revistas (del corazón) y arrambló con todas las que había, para pasmo de quien contempló la inopinada acción. Y sería porque salía ella. O, peor, alguien de su familia. No porque no saliera.

Mientras el Rey recibe a un perro, nos imaginamos a la princesa Letizia acariciando un gato y soltando un sonoro “Muajajajá” a la vez que de un diente le sale un destello como en los dibujos animados. Las equivocaciones que por su DNI han sufrido las infantas Elena y Cristina son como para decir: “Mucho tener dos numeritos de señoritingas privilegiadas pero mira qué líos tan tontos tenéis”. A una la confunden con un señor que conducía un tractor sin seguro y a la otra… A la otra le endilga Hacienda trece fincas y una defraudación por la venta de las susodichas trece fincas. Las trece fincas. Suena como Las trece rosas aunque más tirando a película de Berlanga que a mal rollo de la Guerra Civil.