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Ruedas de molino
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Reina Letizia

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Es verdad que la Princesa no comulgó el otro día en la misa de Don Juan. A lo mejor es que no había confesado. O a

Foto: Ruedas de molino
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Es verdad que la Princesa no comulgó el otro día en la misa de Don Juan. A lo mejor es que no había confesado. O a lo mejor es que ya no comulga con ruedas de molino. Contaba Ana Romero en su crónica de El Mundo que la infanta Cristina estaba más relajada en el acto que la princesa Letizia. A veces da la impresión de que doña Letizia tiene experiencias extracorpóreas en esas reuniones entre familiares y protocolarias. Experiencias como las que cuenta Shirley McLaine. O las que relataban Goethe y Emily Brönte. Claro, que también puede tomar la opción de la emperatriz de Japón (de hecho, la toma, pero de verdad). Hace unos años, Michiko contó que para escapar de las rigideces de palacio imaginaba ser invisible. Volaba a una estación llena de gente, caminaba libre entre la multitud y luego entraba en una librería de Tokio. A su pobre nuera no le debe de funcionar el truco. Salvo el currículo y la depresión, Masako tiene mucho en común con doña Letizia. En la conferencia de prensa de anuncio del compromiso matrimonial habló 39 segundos más que Naruhito y la pusieron verde. Nuestra princesa tiene el “Déjame hablar” de la petición de mano. Pero España no es Japón y los Borbón no son los ‘Crisantemo’. Masako no tiene ni pasaporte individual. No podría ni intentar una huída como la presunta de Charlene.

Fuera o dentro de su cuerpo, parece que doña Letizia ya no comulga con ruedas de molino (pero habrá que ver la próxima misa). De esto Augusto Monterroso sacaría un fabuloso microcuento, como el de la fe: “Al principio la fe movía montañas sólo cuando era absolutamente necesario, con lo que el paisaje permanecía igual a sí mismo durante milenios. Pero cuando la fe comenzó a propagarse y a la gente le pareció divertida la idea de mover montañas, éstas no hacían sino cambiar de sitio…”. Algo así (sin el talento de Monterroso) como: “Al principio, la Princesa comulgaba con ruedas de molino. Pero cuando oyó los pitos, leyó un libro y vio que todo lo que era sólido se desmoronaba a su alrededor pensó que para qué iba a meterse eso en la boca”.

 

Es verdad que la Princesa no comulgó el otro día en la misa de Don Juan. A lo mejor es que no había confesado. O a lo mejor es que ya no comulga con ruedas de molino. Contaba Ana Romero en su crónica de El Mundo que la infanta Cristina estaba más relajada en el acto que la princesa Letizia. A veces da la impresión de que doña Letizia tiene experiencias extracorpóreas en esas reuniones entre familiares y protocolarias. Experiencias como las que cuenta Shirley McLaine. O las que relataban Goethe y Emily Brönte. Claro, que también puede tomar la opción de la emperatriz de Japón (de hecho, la toma, pero de verdad). Hace unos años, Michiko contó que para escapar de las rigideces de palacio imaginaba ser invisible. Volaba a una estación llena de gente, caminaba libre entre la multitud y luego entraba en una librería de Tokio. A su pobre nuera no le debe de funcionar el truco. Salvo el currículo y la depresión, Masako tiene mucho en común con doña Letizia. En la conferencia de prensa de anuncio del compromiso matrimonial habló 39 segundos más que Naruhito y la pusieron verde. Nuestra princesa tiene el “Déjame hablar” de la petición de mano. Pero España no es Japón y los Borbón no son los ‘Crisantemo’. Masako no tiene ni pasaporte individual. No podría ni intentar una huída como la presunta de Charlene.