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El annus horribilis de la princesa Letizia
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Eduardo Verbo

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Eduardo Verbo

El annus horribilis de la princesa Letizia

Este año, que ya va tocando a su fin, hemos asistido a un proceso, diríamos biológico, asombroso. Algo que no se veía desde que Darwin dejó

Foto: El annus horribilis de la princesa Letizia
El annus horribilis de la princesa Letizia

Este año, que ya va tocando a su fin, hemos asistido a un proceso, diríamos biológico, asombroso. Algo que no se veía desde que Darwin dejó de ser imberbe y desarrolló la pubertad. O desde aquella película de Elsa Pataky en la que brotaban reptiles por todas las partes. Elementos inanimados han cobrado vida, han tomado forma. Gracias en parte a la princesa Letizia.

Los presuntos- ¡viva esa normativa jurídica para ir a comprar morralla a la subasta de la lonja!-brackets de la nuera real comenzaron pronto a dar síntomas de vida, sino humana, humanoide. Si alguien quería confirmar la realidad de los mismos, debía llamar al gabinete de prensa de la Real Ortodoncia, que más tarde transfería la llamada al manager road que, desafortunadamente, se encontraba varado en cualquier aeropuerto del viejo continente debido a las cenizas del volcán islandés. Si llevó o no ortodoncia es algo que nunca sabremos. ¿Está probada acaso la existencia del monstruo del lago Ness?

A su vez, dicen que cuando la nuera real se quita los zapatos y los guarda en las habitaciones, que diría Carmen Lomana refiriéndose a un armario empotrado, los letizios echan a andar, como si hubiesen sufrido el hechizo de alguna bruja novata.

No ha estado especialmente tocada por la varita la princesa en este año. Nunca llegó a hacerse oficial la regencia, pero durante la convalecencia del Rey esta primavera, Letizia y Felipe tuvieron la oportunidad de ejercer como ‘reyes’ en diferentes actos oficiales a los que Don Juan Carlos, por motivos evidentes, no podía acudir. Y de nuevo el debate se articuló en torno a lo que llaman el largo de la falda de la princesa, sus diamantes o el número del pintalabios que usa.

Sus repeticiones textiles producen un hartazgo que ni el de los colaterales aprovechados, que han brillado con tanta intensidad en este 2010. Primas carnales modelos, primas segundas actrices... La prensa extranjera se ha metido con su estilo, la ha comparado en gesto triste al de Lady Di y le han adjudicado el apelativo de princesa cerilla. Por si fuera poco, alguna publicación española la ha tachado de mandona y prota.  No es para menos sí se atiende a las eméritas frases de la ex periodista estrella. Se regodea ante compañeros de profesión de que no echa de menos su trabajo en la redacción y les pregunta si ellos serían capaces de someterse a la presión de un verano en Mallorca. Sin saberlo, da la razón a los disidentes antiletizistas, que están a la que cae. Esto debe incomodar a los Reyes que siempre han sido muy cautos en sus relaciones y su actitud institucional.

Ejerció de reportera dicharachera en el Mundial, interrumpiendo a la Reina; contribuyó al error de protocolo en Perú al quedarse atrás, como ya hizo en la visita de Michelle Obama a Marivent… y para más inri lo mismo besa al Papa que baila a ritmo de Bon Jovi en el mismo día. Dicen que ser princesa conlleva unas obligaciones y unos derechos. Y tales no pueden reducirse a comer percebes en Nochebuena.

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