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Alfonso Díez, el odiado mediador
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Paloma Barrientos

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Alfonso Díez, el odiado mediador

Llegó a la vida de la duquesa de Alba en un momento complicado para la jefa de la saga, que estaba más sola que la una

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Alfonso Díez, el odiado mediador

Llegó a la vida de la duquesa de Alba en un momento complicado para la jefa de la saga, que estaba más sola que la una y con su movilidad menguada. Ella que siempre ha sido de pasear el tacón y tomarse su cañita diaria a la hora del aperitivo no tenía a nadie con quien compartir esos momentos de divertimento. Los hijos tenían su vida y viajar a Sevilla cada poco no era factible.

Así estaban las cosas cuando el destino decide que Alfonso Díez y Cayetana tienen que encontrarse y los coloca en una tarde de cine donde cada uno acude por separado a la sesión de las cuatro de la tarde. El azar, siempre haciendo de las suyas. A partir de ahí retoman los encuentros y el funcionario se convierte en fiel escudero de la Grande de España.

Como esa historia de amor resultaba pintoresca y exótica, las críticas al actual duque de Alba no se hicieron esperar. Y lo peor no eran los comentarios desagradables del extrarradio del palacio, que por otra parte eran comprensibles. Una venerable anciana millonaria con un sesentón de buen ver era cuanto menos sospechoso.

Aunque lo desmedido era la animadversión de los hijos y amigos íntimos, que veían en Díez un buscavidas. Advenedizo era la palabra más suave que le dedicaban. Pero el tiempo, que ha sido su mejor aliado, le convirtió en el gran mediador de la familia. Ha conseguido que  la duquesa y su hijo Jacobo vuelvan a retomar el amor filial perdido tras la repartición de la herencia y de los ataques indiscriminados de Cayetana a su nuera Inka, que en esa historia de legados era la que menos pintaba.

Alfonso Díez, el último tren de Cayetana, ha pasado de ser El detestable, al “hombre bueno” capaz de amainar las galernas de la Casa de Alba.

Llegó a la vida de la duquesa de Alba en un momento complicado para la jefa de la saga, que estaba más sola que la una y con su movilidad menguada. Ella que siempre ha sido de pasear el tacón y tomarse su cañita diaria a la hora del aperitivo no tenía a nadie con quien compartir esos momentos de divertimento. Los hijos tenían su vida y viajar a Sevilla cada poco no era factible.