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De Ambiciones a Zarzuela
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Gema López

Malas Lenguas

Por
Gema López

De Ambiciones a Zarzuela

En la misma semana en la que una conocida revista saca en portada a la princesa Corinna (cuyo apellido no logro escribir sin copiar), me viene a

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De Ambiciones a Zarzuela

En la misma semana en la que una conocida revista saca en portada a la princesa Corinna (cuyo apellido no logro escribir sin copiar), me viene a la cabeza la exclusiva realizada por otra reina del cuché ,mucho más rural, eso sí, que cambió para siempre la manera de entender y leer la biblia del corazón. Me refiero a Carmen Bazán. El reino de Ambiciones se tambaleaba en aquel momento, como lo hacen ahora los cimientos de Zarzuela. Los ávidos lectores no entendían qué había hecho la madre de un torero, cuyo mérito había sido sacar adelante a su parentela y aguantar con estoicidad los cuernos de su marido, para ser merecedora de una portada así. De la misma manera que muy pocos hemos creído que la bella Corinna haya posado, encantada de haberse conocido, sin el beneplácito de quien la conoció antes que nosotros.

Y es que tras los muros de las casas, nobles o plebeyas, se esconden cientos de enigmas y traiciones que con el paso del tiempo salen a la luz de la mano de sus propios habitantes, que despechados en unos casos o bajo la excusa de la defensa en otros, los airean convirtiendo en oficial lo que hasta entonces era oficioso.

Quién nos iba a decir que cuando conocimos al rey de Ubrique, Jesulín el ‘im-presionante’, a quien por cierto también le va la caza, terminaría tirándose de un trampolín por unos cuantos petrodólares, que su suegro se sentaría en el mismo plató en el que trabaja su primera mujer, Belén, la princesa del pueblo, a la que vetó durante la entrevista, o que su madre, la reina sufridora de esta historia, se sometería a una dieta estricta ante la atenta mirada de tres millones de espectadores. Claro que quién nos iba a decir que hablaríamos y escribiríamos con soltura, sobre las andanzas, los viajes y cacerías del monarca, con la misma alegría y desparpajo que lo hemos venido haciendo sobre la estirpe Janeiro.

Pero ahora las tornas han cambiado. En Ubrique, los periodistas corrían tras los Janeiro buscando una declaración prácticamente imposible de conseguir si no había cheque de por medio, mientras en Mónaco, la fotógrafa amiga y posiblemente cómplice de la princesa de apellido imposible se niega a hablar con los colegas. Los Janeiro llamaban a sus representantes para salvaguardar la exclusiva, la fotógrafa llama a la policía. Un secretismo, el de la autora del reportaje de Corinna, poco entendible después de que la princesa le haya abierto las puertas, de forma voluntaria, de su eufemística amistad, despertando la curiosidad de los que hasta ahora ni se atrevían a nombrarla en público. Si esto lo hiciese cualquier personaje objeto de portadas de revista, pensaríamos que está negociando su caché.     

Ya lo dijo Jaime Peñafiel cuando el Príncipe decidió casarse con quien quería y no con quien debía: “A la monarquía no le conviene igualarse por debajo”, sentenciaba el experto. ¡Y tan por debajo, querido Jaime! Si Corinna es portada como Carmen Bazán, de seguir la cosa así cualquier día la podemos ver sentada en el Deluxe, hablando de lo entrañable de su amistad con el monarca. Eso sí, no les quepa ninguna duda de que no daría el mismo juego que la ‘reina de Ambiciones’, que a pesar de ser plebeya, al pan le llama pan y al vino vino.   

En la misma semana en la que una conocida revista saca en portada a la princesa Corinna (cuyo apellido no logro escribir sin copiar), me viene a la cabeza la exclusiva realizada por otra reina del cuché ,mucho más rural, eso sí, que cambió para siempre la manera de entender y leer la biblia del corazón. Me refiero a Carmen Bazán. El reino de Ambiciones se tambaleaba en aquel momento, como lo hacen ahora los cimientos de Zarzuela. Los ávidos lectores no entendían qué había hecho la madre de un torero, cuyo mérito había sido sacar adelante a su parentela y aguantar con estoicidad los cuernos de su marido, para ser merecedora de una portada así. De la misma manera que muy pocos hemos creído que la bella Corinna haya posado, encantada de haberse conocido, sin el beneplácito de quien la conoció antes que nosotros.

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