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Los santos que acompañaron a Carmen Sevilla
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Gema López

Malas Lenguas

Por
Gema López

Los santos que acompañaron a Carmen Sevilla

Cojo el periódico y leo que Carmen Sevilla vive el final de sus días, sin el recuerdo de lo que fue, recluida en esa casa de

Foto: La actriz, fiel devota en la Semana Santa de 2009 (Gtres)
La actriz, fiel devota en la Semana Santa de 2009 (Gtres)

Cojo el periódico y leo que Carmen Sevilla vive el final de sus días, sin el recuerdo de lo que fue, recluida en esa casa de la madrileña calle de Pintor Rosales, esperando su traslado a una residencia de la Seguridad Social porque su maltrecha economía no le da para más. Ante la noticia, lo primero que me viene a la cabeza es la época en la que coincidí con ella en un programa de televisión. Eran los años 90 y Carmen alternaba su telecuponcito, como ella lo llamaba, con una colaboración en un programa matinal, en el que enseñaba a coser un botón a las señoras que frente a la pantalla se reían con las ocurrencias de la Sevilla.

Cuando aparecía por la redacción, Carmen preguntaba por el dato de audiencia. Como para ella la tecnología era cosa de extraterrestres y siempre creyó mas en el poder de lo sobrenatural que de lo natural, ante un mal resultado colocaba uno los muchos santos de los que ella tanto se fiaba, prometiendo que cuando saliese el número este sería bueno. Los santos no debieron escucharla durante un tiempo, entretenidos en otros menesteres más importantes, y el programa desapareció de la misma manera que están desapareciendo muchas cosas de su vida, entre ellas su memoria.

La actriz, durante su 80 cumpleaños (Gtres)Me sorprendo con la noticia e intento indagar. Pocas son las personas que rodean a Carmen en este atardecer de su vida. Frente a ella se ha establecido una especie de muro infranqueable y su hijo, educado al margen de proyección mediática de sus progenitores, prefiere no contestar a cuantos rumores se han extendido en los últimos tiempos en torno a su figura.

Choca que una mujer que ha ganado tantísimo dinero y que, según las malas lenguas, era bastante tacaña, haya derrochado toda una fortuna en los últimos años. Sin embargo, este es un mal al que se han enfrentado muchas de sus compañeras que tras una vida entregada a la pantalla y los escenarios viven sus últimas horas protagonizando un guion terrorífico.

Sara Montiel vivió sus últimos años enfrentada a la que había sido su persona de confianza durante varios lustros, tras demandarle por haber dilapidado, según ella, gran parte de su fortuna. Lina Morgan permanece ingresada en un hospital de Madrid sin que transciendan datos sobre su estado de salud, mientras el que era su chófer, vela por ella y por su parné ante el grito de sus familiares, que ven en esta especie de secuestro un caso similar al de la locutora Encarna Sánchez, por cuya herencia se pelearon todos y cuya destinataria era una amiga a la que había conocido varias décadas atrás.

En el caso de la Sevilla, espero que la noticia se trate de un error y que, después de tantos años colocando estampitas y contando lo de sus ovejitas, Carmen no se encuentre sin dinero como para poder pagarse una residencia, porque de ser así, me tendré que alegrar de que algunos de aquellos santos que nos acompañaron en aquellas mañanas, se llevase un día por error su memoria impidiéndole así recordar lo que un día tuvo y hoy ya no está.

Cojo el periódico y leo que Carmen Sevilla vive el final de sus días, sin el recuerdo de lo que fue, recluida en esa casa de la madrileña calle de Pintor Rosales, esperando su traslado a una residencia de la Seguridad Social porque su maltrecha economía no le da para más. Ante la noticia, lo primero que me viene a la cabeza es la época en la que coincidí con ella en un programa de televisión. Eran los años 90 y Carmen alternaba su telecuponcito, como ella lo llamaba, con una colaboración en un programa matinal, en el que enseñaba a coser un botón a las señoras que frente a la pantalla se reían con las ocurrencias de la Sevilla.

Memoria Lina Morgan