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El día que Ronaldo cumplió todos sus sueños
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Gema López

Malas Lenguas

Por
Gema López

El día que Ronaldo cumplió todos sus sueños

Cuando me enteré de que Katia Aveiro se convertiría en una de las concursantes de la última edición de Supervivientes, tengo que reconocer que lo primero

Foto: Katia Aveiro, en una imagen de archivo
Katia Aveiro, en una imagen de archivo

Cuando me enteré de que Katia Aveiro se convertiría en una de las concursantes de la última edición de Supervivientes, tengo que reconocer que lo primero que se me paso por la cabeza es esa historia, tantas veces repetida en la televisión, de otra ‘hija de’, ‘hermana de’ que se sube al carro. El apellido es, por norma general, ese parásito que devora con voracidad y rapidez, aprovechando su momento de auge y que, en ocasiones, se instala de manera definitiva en el intestino del telespectador, llegando a provocar incluso una úlcera de estómago cuando te paras a pensar qué sería de ellos si tras su nombre en el DNI apareciese un Pérez.

Sin embargo, creo que en el caso de Katia han sido suficientes un par de imágenes en el concurso y una entrevista en profundidad para reconocer que la chica tiene madera y que, tras el peso del apellido, se esconde una hembra de armas tomar, que lleva desde los doce años imaginado convertirse en lo que hoy empieza a ser y a la que el foco no le ha hecho olvidar ese origen humilde en su Madeira natal, cuando cuidaba a un niño llamado Ronaldo que soñaba con ser futbolista.

Katia se emociona el recordar la pequeña casa en la que crecieron los Aveiro, las escaseces recompensadas por unos Reyes Magos que sólo traían caramelos, la muerte de un padre que el dinero de su famosísimo hermano no pudo evitar y le brillan los ojos de orgullo cuando sale a relucir la promesa que un día pronunció aquel pequeño muchacho que lloraba cuando sus amigos no le pasaban el balón: “Un día cumpliré todos vuestros sueños”.

Y así fue. Con su primer sueldo, Ronaldo le compró una casa a su madre, eso sí, siguiendo las indicaciones de la matriarca sin piscina porque ella no sabe nadar, y ha ayudado a cada uno de sus hermanos a salir de aquella pequeña isla que les asfixiaba, pero a la que regresan con frecuencia para no olvidar quiénes son y de donde vienen.

Y, junto a la admiración por lo conseguido, también respeto por la vida privada de un astro, dejando claro que los Aveiro se llevan bien con la Rusa Irina y desmintiendo ese rumor extendido hace unos días cundo se comentó que su otro hermano habría prometido a CR7 dejar el alcohol si ganaba la Champions en la final de Lisboa.

Comprometido con los suyos, no sólo no se ha negado a que su hermana participe en el concurso sino que, según ella, habrían sido los abogados del jugador los encargados de redactar el contrato con la productora que la envió a Honduras. Otro sueño cumplido.

Así es Katia y probablemente así será Cristiano. Lástima que no se deje entrevistar como su ya famosa hermana, para alejar esa imagen de prepotente exhibicionista y acercarlo a esa otra mucho mas humana, de hombre familiar que cumplió con creces las promesas hechas a los suyos.

Cuando me enteré de que Katia Aveiro se convertiría en una de las concursantes de la última edición de Supervivientes, tengo que reconocer que lo primero que se me paso por la cabeza es esa historia, tantas veces repetida en la televisión, de otra ‘hija de’, ‘hermana de’ que se sube al carro. El apellido es, por norma general, ese parásito que devora con voracidad y rapidez, aprovechando su momento de auge y que, en ocasiones, se instala de manera definitiva en el intestino del telespectador, llegando a provocar incluso una úlcera de estómago cuando te paras a pensar qué sería de ellos si tras su nombre en el DNI apareciese un Pérez.

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