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Malos tratos como moneda de cambio
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Gema López

Malas Lenguas

Por
Gema López

Malos tratos como moneda de cambio

Bajo la excusa de ayudar con el ejemplo, hace mas de una década, las televisiones se plagaron de mujeres que da manera desinteresada denunciaban públicamente los

Foto: Antonia Dell Atte en una imagen de archivo
Antonia Dell Atte en una imagen de archivo

Bajo la excusa de ayudar con el ejemplo, hace mas de una década, las televisiones se plagaron de mujeres que da manera desinteresada denunciaban públicamente los malos tratos. A más de una, la confesión les pasó factura, y pagaron con su propia vida las consecuencias de contar frente a una cámara de televisión el drama que habían vivido.

Las audiencias se disparaban y el público se compungía ante los relatos de mujeres anónimas que clamaban justicia. Cada historia era diferente pero con un nexo en común: la violencia de género.

El siguiente paso, en una vuelta de turca mediática, fue invitar a señoras famosas para que narrasensus experiencias, sus cicatrices internas, su dolor en la sombra y aquello funcionó. El público se pegaba frente al televisor, escuchando como aquellas mujeres de vida perfecta habían llorado en silencio, habían disimulado sus cicatrices y habían maquillado durante años sus penas.

Al pistoletazo de salida de Carmina Ordoñez, Antonia D'll Atte, Barbara Rey y Raquel Bollo, vinieron muchas otras, la ex mujer de un torero , la ex novia de un conocido cantante.... El problema surgió cuando más de una quiso sacarse un sobresueldo a base de morbo y cara. Comenzaron entonces las escenas inventadas y ante el riesgo de que alguna de aquellas señoras, que con el tiempo se ha demostrado que no lo eran, estuvieran cometiendo un fraude, se exigió desde los medios que, antes de sentarse y cobrar, demostrasen que al menos aquellos supuestos malos tratos habían sido denunciados. Pero ya se sabe, quien hizo la ley hizo la trampa y más de una presentó una denuncia falsa o suavizó los hechos por miedo a una querella y el golpe físico se convirtió en maltrato psicológico.

En otros casos, y para disimular el fin económico camuflado de ayuda altruista a sus semejantes, aseguraban ante mas de cuatro millones de televidentes que parte de el dinero ganado iría destinado a alguna asociación de mujeres maltratadas. Desde aquí les puedo asegurar que aquellas otras víctimas, las verdaderas víctimas, nunca recibieron un duro.

Daba igual que el famoso señalado denunciase ante un juzgado el escarnio público al que habían sido sometidos, para cuando la sentencia se hacia firme, las señora ya se había forrado y le había dado tiempo a vivir la vida a costa de la imagen de aquel pobre señor, que siempre fue inocente.Un hecho tan grave y deleznable terminó por convertirse en mercancía de intercambio y aquel favor, que en un principio se pretendía hacer a las mujeres maltratadas en la sombra, indignó a las asociaciones que llevaban años pidiendo que las mujeres denunciases, pero no con fines económicos, sino con un objetivo bien distinto: Salvar sus vidas.

Por aquella época, el tema de las custodias compartidas era todavía un leve experimento en vías de desarrollo. Hoy las cosas han cambiado y más de una suma a su luchauna demanda por un posible maltrato psicológico a fin de ganar tiempo y quedarse con el menor. Mientras contra un padre haya un proceso penal abierto, la justicia imposibilita que puedan acceder a las custodia de sus hijos. Algo que es absolutamente lógico y cuyafinalidad es proteger a un niño, se ha terminado por convertir en el resorte utilizado por alguna mujer espabilada, con el fin de retener a su retoño al precio que sea.

Si durante años hemos gritado en pro de los derechos de las mujeres y hemos animado desde los medios a que denuncien, hagamos ahora lo mismo y dejemos de consentir que algunas de estas mujeres se forren a cuenta de unos malos tratos fingidos y otras utilicen un delito repugnante para retener a a sus hijos. Porque, en este caso, las víctimas son ellos.

Bajo la excusa de ayudar con el ejemplo, hace mas de una década, las televisiones se plagaron de mujeres que da manera desinteresada denunciaban públicamente los malos tratos. A más de una, la confesión les pasó factura, y pagaron con su propia vida las consecuencias de contar frente a una cámara de televisión el drama que habían vivido.