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Los huérfanos de Carmina
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Gema López

Malas Lenguas

Por
Gema López

Los huérfanos de Carmina

Poco podía imaginar yo cuando comencé a trabajar en televisión, que aquel apelativo con el que la llamábamos en la redacción de un programa de Telemadrid,

Foto: Carmen Ordóñez en una fotografía realizada en Tánger
Carmen Ordóñez en una fotografía realizada en Tánger

Poco podía imaginar yo cuando comencé a trabajar en televisión, que aquel apelativo con el que la llamábamos en la redacción de un programa de Telemadrid, terminaría por convertirse en toda una marca. Sí, porque el sobrenombre de la ‘Divina’ surgió de manera espontánea una mañana del año 98 cuando, tras visionar las últimas declaraciones en las que como siempre respondía con el mismo latiguillo, "divinamente", alguien soltó " hay que hacer otro video de la divina" y así se quedo para la historia: Carmina la divina.

Eran los tiempos en los que todos los programas se llenaban con frases que invitaban a la carcajada. Que tu le preguntabas por algún aspecto de su vida, ella contestaba " Mi vida es más larga que Ben Hur". Que le insinuabas algo sobre los hombres de su vida, ella sentenciaba "En mi vida lo más importante son los tíos". Que alguien dudaba de su palabra, ella abría los brazos y con la misma fuerza que una estrella de Hollywood soltaba " En una mano tengo la verdad y en la otra a la Virgen del Rocio".

Carmina manejaba el medio y el medio término devorándola, sin llegar a distinguir quién era el personaje y quién la persona.

Ella era como un dibujo de cómic, capaz de soltar perlas ante un micrófono a golpe de melena mientras coqueteaba con el redactor de turno que caía seducido ante una mujer que vivió como le dio la gana, rompiendo convencionalismos.

El juego televisivo estaba asegurado, pero por aquel entonces nadie imaginaba que el divertimento daría paso al esperpento y que de todas aquellas frases una de ellas sería su verdad más absoluta " Nunca llegare a los cincuenta años"

Su profecía se cumplió y un 23 de julio la Divina fallecía ahogada en su propia desgracia.

Desde entonces hasta hoy, el personaje se ha ido desdibujando dando paso a la persona y a pesar de que en la memoria colectiva quedan los episodios más amargos de su vida, resurge una mujer absolutamente desconocida, a la que tal vez a pesar de lo mucho que hablamos de ella nunca llegamos a descubrir.

Los reproches se sucedieron tras su desaparición, buscando culpables a un final de leyenda. Pero no caeré en el error de reproducir, diez años después, muchas de las cosas que se contaron, que yo misma conté. Porque hoy, haciendo una reflexión, las únicas palabras que me apetece dirigirle a la Divina son para explicarle lo huérfanos que nos dejó a esta prensa que un día se dio cuenta de que nunca más oiría aquello de “divinamente”.

Poco podía imaginar yo cuando comencé a trabajar en televisión, que aquel apelativo con el que la llamábamos en la redacción de un programa de Telemadrid, terminaría por convertirse en toda una marca. Sí, porque el sobrenombre de la ‘Divina’ surgió de manera espontánea una mañana del año 98 cuando, tras visionar las últimas declaraciones en las que como siempre respondía con el mismo latiguillo, "divinamente", alguien soltó " hay que hacer otro video de la divina" y así se quedo para la historia: Carmina la divina.

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