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El lobo de Martin Scorsese contra los corderitos de Paolo Vasile
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Nacho Gay

Carta de Ajuste

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El lobo de Martin Scorsese contra los corderitos de Paolo Vasile

Unos cines cualquiera de Madrid. Un día cualquiera de enero. Tras tres horas de película, se masca la tragedia en el graderío cuando la cosa funde

Foto: Leonardo DiCaprio en una imagen promocional de 'El lobo de Wall Street'
Leonardo DiCaprio en una imagen promocional de 'El lobo de Wall Street'

Esta historia está basada en hechos reales.

Un cine cualquiera de Madrid, un viernes cualquiera.Tras tres horas de película, se masca la tragedia en el graderío cuando la cosa funde a negro. Se cumplen finalmente los peores presagios. Un grupo de señoras 'bien’,con sus disfraces de visón y los labios pintados de rojo bermellón [los labios y los dientes, porque las señoras que se salen de los márgenesy se pintan los dientes son sin duda un tipo de señoras]bajan las escaleras con cadencia de vedette oxidada y con el verbo desgarbado de quien, víctima de sus palabras, presume sin saberlo deestreñimiento mental transitorio ocongénito.

Están escandalizadashasta el punto de llevarel rímel sofocado por el desasosiego queha recorrido sus muy beatas venas durante esos 180 minutos de hostigamiento carnal. Acaban de ver El lobo de Wall Street y van rabiando y echando pestes de manera coral; condenando a las mujeres de faldas cortas y a los hombres de dientes largos que asoman el hocico por el metraje de un Scorsesemás viejo que ayer y, sin embargo, menos gagá que casi nunca.

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No, esas señorasno habíanentendido nada. Sólo vieron puteros donde en verdad había ladrones de guante blanco ydos senos desnudos yturgentes que en realidaderan dos buenas razones por las que robar.No escucharon el sonido (tam-tam) del dinero fácil sobre el pecho deMatthew McConaughey, ni supieron comprenderpor quéesanalga perfecta de una rubiafatalehacíalas veces deself-servicede cocaína. No asimilaron ni una sola palabra de los discursoscon los queun loco puestohasta las cejasarengaba a sus tropas de corredores de bolsa con el ímpetu de Mel Gibson enBraveheart ycreyeron que la granbacanal se celebrada en una piscina (¡error!) en lugar de en la Fábrica Nacionalde Moneda y Timbre.

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Ese, señora, esLeonardo DiCaprio suplicando anfetaminas en medio del Apocalipsis. ¿Lo pilla? No, ya sé que no lo pilla. Y esos otrosson los miembros deuna junta directiva de una empresa puntera de Wall Street (repleta de los que otrora fueron una panda de paletos muertos de hambre) debatiendo con una nada fingida seriedad el caché de las prostitutas a contratar para su próximo jolgorio. Sí, sí,prostitutas, pero no se quede usted sólo con eso. Estoes más que frenesí. Este desdén profano de tres horas es un obús cayendo sobre la línea de flotación de la cultura del dinero en América, que tambiénes la mía,y la suya, aunque usted no lo sepa.Es Casino. Es Uno de los nuestros. Lo que pasa que aquí losgánsteres no lo parecen, porqueson tiburones y no disparan, sólo defraudan.

Dígame al menos que experimentó por un momento una doble sensación contradictoria:la del obligado rechazo moral que destila lo indebido y a la vez la de la inevitable fascinación a la que invita casi siempre lo deshonesto.Al fin y al cabo,quién no ha querido ser alguna vez Gordon Gekko o, incluso, si me apura, Mario Conde.Scorsese no juzga a sus personajes, sólo contempla su desenfreno, y eso nos invita (¿a usted no?) a dejarnosrevolcar con gusto por montañas delirantes del mejorcrack.179 minutos y 50 segundosde vicio febril. Pero, ojo, que queda un plano. 10 segundos paraun 'plano espejo'. El público de la sala de cine se mimetizacon el que escucha atentamente en la pantalla los consejos para triunfar en la vida de Jordan Belforf (personaje real en el que está inspirado el film) tras salir de la trena. ¿Lo entiende? Estamos condenados, enfermos, lo vamos a repetir. Comienzan aquí otros 180 minutos de desenfreno. Siempre pasa. Pero usted no lo ha visto porque ya se estaba poniendo el abrigo.

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Probablemente tiene usted prisa. Es viernes, son las 10, en breve comienza Sálvame Deluxe. Probablemente usted se enfrente con menos reparos a este otrobucle libidinoso de fornicio y lisérgicos. Todo son ventajasporquenose ve pezón. La ética es la ética.Tenemos un problema: usted prefierela realidad reconvertidaen ficción ala ficción tornadaen realidad. Tenemos un problema porque austed le escandalizaEl lobo de Scorsese pero a casi nadie los corderitos de Vasile.¿De cuántas mujeres y hombres con carmín en los dientes estamos hablando?

Esta historia está basada en hechos reales.

Telecinco Wall Street Mario Conde
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