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Mariló Montero y la botella de lejía
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Mariló Montero y la botella de lejía

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Foto: Mariló Montero, en una imagen de 'La Mañana'
Mariló Montero, en una imagen de 'La Mañana'

Miércoles. El reloj marca las 10:05 horas. María Casado despide a los contertulios que han desayunado esa mañana junto a ella a cuenta de los Presupuestos Generales del Estado. Creo que esta ronda de cafeses también la pagamos nosotros. En ese momento aparece en el monitor la imagen de Mariló Montero, a la que Casado da paso religiosamente cada jornada. Vienen curvas. Mariló porta hoy en sus manos una botella de lejía. Intuíamos que esta mujer desayunaba fuerte, ¿pero tanto?

María Casado, que tiene pinta de ser una española muy espabilada -excepto cuando realiza entrevistas a los miembros del Gobierno, que se hace la sueca-, se percata de que allí pasa algo raro y pregunta. Falsa alarma. La lejía no es el combustible del cyborg soviético que presenta La Mañana. La botella forma parte de una especie de representación 'shakesperiana' con moraleja incluida. Hoy el ya célebre editorial de Mariló va al principio del programa y no al final, como de costumbre. “Aquí se aprende mucho todos los días. Hago un programa de cuatro horas maravilloso, con muy buena información", asegura una Montero huerfanísima de abuelas, en una especie de metáfora sólo apta para perspicaces.

La cosa pinta fea. La lejía va cobrando con el paso de los segundos la forma del alma del asesino de El Salobral. Mariló, Mariló, que vas camino de otro jardín… María Casado le echa entonces un capote:  

Casado: Sí, eso yo ya lo sé. Si yo soy una convencida y estoy entregada a la causa.

Mariló: María, también te lo puede decir uno de los tertulianos que tienes ahí, Javier García, que ha estado aquí en la tertulia política, pero otros se empeñan en verlo de otra manera. Peor para ellos.

Casado: Para gustos los colores.

Mariló: Exacto. (la transcripción íntegra, en Vertele)

Mariló es mucha Mariló, pero se mantiene lejos del 'postureo' insulso de sus homólogas, vendidas a lo políticamente correcto para convencer a cuatro viejas de que merecen el próximo TP de Oro

¿Qué le pasa a la pobre Mariló? Que es el puching ball de media España. La reina de las mañanas, sí, pero sólo en Twitter, donde le mete caña hasta el moderador. La lejía era, supongo, para lavar esas lenguas. Sólo en esta semana la presentadora acumula dos polémicas. La primera, tras una cómica y tensa entrevista al rector de la universidad Alfonso X el Sabio, después de que varios de sus alumnos se intoxicaran compartiendo un pastel de marihuana. La segunda, tras prestar el espacio de la cadena pública, con un par, a una señora que publicitaba un curso para prostitutas principiantes en Barcelona a razón de 45 euros por cabeza. Lo primero que le preguntó Mariló a su invitada es si el curso de marras incluía clases prácticas. ¡Grande! A la segunda pregunta, y tras un careo con una contertulia feminista, la madame salió por patas del burdel. Literal.

El abogado del diablo 

A pesar de los cargos que pesan contra ella, toda presentadora, incluso Mariló, tiene derecho a un abogado. Aunque sea malo y de oficio. Lo voy a hacer bien, como el recién llegado a una reunión de Alcohólicos Anónimos: “Hola, soy Nacho Gay y soy fan de Mariló Montero”. No se trata sólo de llevar la contraria a todo el mundo, que también. Lo que ocurre es que uno no puede hacer otra cosa que amar a una tía que confunde el Miño con el Nilo o un trasplante de órganos con un capítulo de Entre Fantasmas; que defiende en directo el consumo de tabaco y el toro de la Vega porque ella lo vale, lo fuma y lo torea; una tipa que le dice a Anne Igartiburu que está “oxidada” y se queda más ancha que larga. ¿Acaso mentía? Una señora, esta es mi preferida, que, en un intento de buscar la verdad, pregunta insistentemente a su becaria qué diantre hay en el coche fúnebre que supuestamente porta los restos mortales de Sara Montiel.

Sí, Montero es una pirómana que incendia un pinar cada mañana, pero no me negarán que hay algo de verdad en su performance diaria, algo que le aleja del postureo insulso de sus homólogas, vendidas a lo políticamente correcto para convencer a cuatro viejas de que merecen ganar el próximo TP de Oro. Señoras que se pasan el matinal apagando de cara a la galería los fuegos a los que previamente han dado el visto bueno en el guión. Era broma, no soy fan de Mariló, pero lo cierto es que la cosa se está saliendo de madre. Demasiados palos para tan poco lomo. Lo cierto es que hoy yo no sería el primero en beber de su botella de lejía. 

Miércoles. El reloj marca las 10:05 horas. María Casado despide a los contertulios que han desayunado esa mañana junto a ella a cuenta de los Presupuestos Generales del Estado. Creo que esta ronda de cafeses también la pagamos nosotros. En ese momento aparece en el monitor la imagen de Mariló Montero, a la que Casado da paso religiosamente cada jornada. Vienen curvas. Mariló porta hoy en sus manos una botella de lejía. Intuíamos que esta mujer desayunaba fuerte, ¿pero tanto?

Mariló Montero