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Toñi Moreno: de 'entre todos', la más lista
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Nacho Gay

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Toñi Moreno: de 'entre todos', la más lista

Cuatro de la tarde. Suena la sintonía del espacio, que retumba como una saeta en los meandros del eco. Madrugá sevillana en la sobremesa de la

Foto: La presentadora Toñi Moreno en el programa 'Entre todos' de TVE
La presentadora Toñi Moreno en el programa 'Entre todos' de TVE

Cuatro de la tarde. Suena la sintonía del espacio, que retumba como una saeta en los meandros del eco. Madrugá sevillana en la sobremesa de la muy noble, muy ilustre y muy leal televisión pública. Comienza el carrusel de desgracias a ritmo de quejío industrial; vuelta y vuelta en la sartén al ramalazo sobrante de un velatorio, en ocasiones plenamente fingido y siempre impostado en aras de un consumo masivo y más IVA. Toca llorar. 

Aparece ella, la maestra de ceremonias en este pasacalles del horror que financiamos Entre todos. Ella es Toñi Moreno. Para algunos, una Isabel Gemio de la vida acostumbrada a hurgar en el plasma bermejo de una España que se desangra. Pero lo cierto es que lo hace de forma muy cuca, con el tono de voz con el que una clarisa pediría un café en el Moulin Rouge. Y eso la convierte, para otros, en un cielo de mujer; en la nieta que toda yaya de Cuenca querría tener. Querida y odiada a partes iguales. De nuevo, las dos Españas.

Toñi, versión aparentemente almidonada del Jorge Javier Vázquez más cerril, va ahogando los lagrimales de la Magdalena de turno con la solvencia de un experimentado vendimiador

La hoja de ruta a seguir en el espacio es simple. Aparece una señora en pantalla de lágrima fácil. Siempre una señora. En el histórico de las 128 ediciones que ya hemos padecido de este emotaiment de pasiones catetas apenas se han intuido varones, porque todo el mundo sabe que los hombres no lloran. La mártir (lo digo sin ninguna acritud hacia ella, porque la desesperación es siempre un atenuante ante los peritos de la carroña) comienza a narrar su historia para no dormir y termina planteando su proyecto para despertar: necesita dinero para abrir un bar, una peluquería canina, una granja de sueños.

Toñi, versión aparentemente almidonada del Jorge Javier Vázquez más cerril, va ahogando los lagrimales de la Magdalena de turno con la solvencia de un experimentado vendimiador. Si el proyecto no da caldo, ella pisa con más fuerza la uva; si la añada sale mala, divide los panes e hipertrofia los dramas: aparece en directo la abuela pidiendo pan (el circo lo pone TVE), aparece la nieta pidiendo pan… aparece la madre de Bambi y Toñi le pega un tiro entre ceja y ceja. Aquí se berrea porque lo manda ella. Eso sí, cuando consigue montar la obra, enseguida derriba el teatro: “¡Pero no llores, mujer!”. Porno, pero porno sutil.

El pasado martes, una joven aseguró en el espacio haber sufrido maltrato. Y entonces Toñi se coronó: “Cuando pasan cosas como esas, o se denuncia o se calla una para toda la vida”. Valladolid ardía, mientras el PSOE aprovechaba que el Pisuerga pasa por allí para solicitar la inmediata retirada del programa. Mira por donde, el PSOE sabe lo que es un programa... La frase de marras puede ser todo lo desafortunada que los pucelanos quieran que sea y puede valer todos los votos que la oposición crea que valga, pero si alguien piensa realmente que esto es lo más grave que hemos visto en Entre todos, entonces no hemos entendido nada.

Esa, la que pone el cazo dos veces, se llama Toñi Moreno y, por cierto, es la nieta perfecta para cualquier yaya de Cuenca

Sin embargo, y mira que hay videoteca y manta de la que tirar, lo de Entre todos es harina de otro costal. No va más: la desesperanza ciudadana en tiempos de vacas flacas reconvertida en espectáculo con la excusa de la solidaridad. Si TVE pretende de veras ayudar, que done los 3.680.000 euros que el programa cuesta por temporada. Haría un favor no sólo a los más desfavorecidos, sino a toda la humanidad. Alguien debería decirle a esta gente, por cierto, que la bazofia bañada en oro sigue oliendo. ¿Vasile? Vasile es la madre de Bambi cuando Toñi Moreno pega su tirito cada tarde. A su lado es un pardillo en el negocio del fornicio. Desde luego, hay que ser muy italiano para pedir con una mano dinero para los pobres, mientras con la otra recibes 1.400 euros por cada día de trabajo. Esa, la que pone el cazo dos veces cada tarde, se llama Toñi Moreno y, por cierto, es la nieta perfecta para cualquier yaya de Cuenca. ¿Dos Españas? No, lamentablemente sólo hay una y Toñi Moreno vive en ella. Y es, 'entre todos’ nosotros, la más lista.

Recomendación al margen: apaguen su televisor por una tarde, o una noche, y vayan al cine a ver Her, de Spike Jonze. Una sola frase de adelanto: “El amor es un tipo de locura socialmente aceptada”. Buena peli. 

Cuatro de la tarde. Suena la sintonía del espacio, que retumba como una saeta en los meandros del eco. Madrugá sevillana en la sobremesa de la muy noble, muy ilustre y muy leal televisión pública. Comienza el carrusel de desgracias a ritmo de quejío industrial; vuelta y vuelta en la sartén al ramalazo sobrante de un velatorio, en ocasiones plenamente fingido y siempre impostado en aras de un consumo masivo y más IVA. Toca llorar. 

Toñi Moreno
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