‘Magic’ Lobato, el trovador cansino

¡¿Qué ven mis ojos?! Marhuenda en la televisión pública catalana. El milenarismo anunciado por el profeta Fernando Arrabal aquella noche para la historia en la que se abrazó con más fuerza que nunca a su amigo de toda la vida, un tal Baco, efectivamente habría de llegar. Y ha llegado. Lo confirmarán definitivamente unas fotografías que publicará en breve La Razón en las que se ve a Cuca García de Vinuesa y Curri Valenzuela saliendo juntas de un sex shop. Si usted tiene a bien comprar dicho ejemplar del diario, le regalarán el primer capítulo de aquella serie mítica, La casa de los líos, que protagonizaba Arturo ‘Chatín’ Fernández. Y esto no es broma, hay pruebas. Sí señor, luchando por el target comercial.

Se ve que Paquito Marhuenda le ha cogido el gusto a eso de aparecer en la Carta de Ajuste. Pues nada. Al lío. Es miércoles. El director de La Razón es el invitado estrella del programa AMP? de TV3. Francisco se ha vestido de indio para la ocasión. Excelente definición gráfica de la redundancia. “Hay disfraces que hacen eco”, sentenció Correa vestidito de gánster. Marhuenda quiso dejar el miércoles, acicalado de esa guisa, otro gran mensaje: “¡Hau, Mas, Junqueras, Rahola!”. Qué gracia tiene el jodío. Y en este contexto, caldo de cultivo de un lienzo de incuestionable credibilidad, añadió: “No pretendo convertirme en un personaje televisivo”. Pues claro.

Otro que jamás lo pretendió es Antonio Lobato. Tampoco quiso ser rico, pero hay cosas que uno no puede evitar. Lobato narra las victorias de Fernando Alonso como sólo lo podría hacer él, Homero de la contemporaneidad. Las derrotas se niega a relatarlas, así que comenzó la temporada este domingo en Australia como trovador mudo. La culpa siempre fue de Ferrari, la culpa siempre fue Hamilton, la culpa siempre fue del chachachá. El piloto asturiano sólo tiene la culpa cuando gana. Entonces, “magic Alonso”.

Con ese eslogan, que es más cansino que falso, se presentó también la voz en off de la Fórmula 1 el miércoles en El Hormiguero. Motos versus Lobato. Foucault contra Sartre. Conversación de altura en el access prime time para competir contra ‘Nube Roja’ Marhuenda, que a esas horas ya estaba desatado en Las Ramblas. “¿Tú has tenido caguetas en una retrasmisión?”, inquirió Motos. Todos nos lo habíamos preguntado alguna vez. Incluso Punset. Pero sobre todo Pablo, al que le sobran los guionistas.

Lobato, sin embargo, siempre ha tirado de ellos. Sus poemas los escribe su gestor. El tipo lleva once años ocupando el asiento del copiloto en el bólido de Alonso y diez anunciando su pronta retirada. Entre tanto, ha montado dos empresas al calor del tubo de escape de su amigo y ya tiene activos por valor de un potosí. El calvo de la Lotería, a su lado, un principiante. ¿Ilegal? ¿Ilícito? Pues no. Simplemente insoportable. Porque cada vez que este tipo narra una carrera, lo hace mirando de reojo a esa cartera de valores. Su empresa (tarea) como cronista es también su empresa (organización) como capitalista.

Lobato narra las hazañas de su amigo y socio con la misma objetividad con la que Pío Moa ha pulsado siempre la historia de España. Y ese frenesí adulador le hace un flaco favor a la imagen del piloto. Llueve de todos modos sobre mojado. El oficio de alquilar el verbo es tan viejo como el periodismo. Billy Wilder lo sabía. Lo sabemos todos. Recuerdo un tipo, aunque no su nombre, que una vez salió disfrazado de indio pepero en la televisión pública catalana. "¡Hau, Mas!" o how much?, tanto monta.