Rociito y el pacto con el diablo italiano

Quién le iba a decir a Rocío Carrasco –Rociito para los amigos y sobre todo para los enemigos– que después de 37 años interpretando el papel de señora ‘bien’ de La Moraleja, compartiendo cartel con las pititas, las caris, las natis y toda esa raza indudablemente aria de ibéricas pías hechas a sí mismas, iba a tener que aceptar un cameo en Pactar con el diablo para evitar el crepúsculo de las vestales de barro hijísimas de las más grandes.

Es miércoles, noche cerrada y Rociito está ya al servicio del anticristo. Lleva, de hecho, unas semanas trabajando para él en Hable con ellas. Hoy toca entrevistar a Jesús Vázquez, que viene a contar que de pequeño era gordo y feo y que ya no lo es. Todo un ejemplo de superación. Pero él no me interesa en absoluto. De hecho, creo que me caía mejor cuando estaba gordo. La observo sólo a ella, que es de esas personas que sonríe por defecto, independientemente del grado de dramatismo del mensaje de su interlocutor. Tengo la sensación de que la pobre ha confundido los círculos del infierno de Dante con las plantas de un Corte Inglés o, lo que es lo mismo, las estrellas con las luces de neón.

Rociito y “lo suyo”. Gran tema de conversación. Pero hablemos en plata. ¿Qué hace una mujer ‘bien’ de La Moraleja con el refajo a la altura de la sien todos los lunes y miércoles por la noche? ¿Trabajar en “lo suyo”? Va a ser que no. Más bien pactar con el diablo. Apunten: 13 de octubre. Esa es la fecha clave. Su hija cumple ese día 18 años. En la historia compartida de Rocío Carrasco y su primogénita aparecen muchos más guardiaciviles que Antonio David Flores, el padre del angelical retoño. En estos últimos años, la vía de comunicación más habitual entre hembra y cría ha sido el burofax.