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Don Juan Carlos, el rey pasmado
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Nacho Gay

Carta de Ajuste

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Don Juan Carlos, el rey pasmado

Lo confesaré aun a riesgo de aparentar una carencia total de empatía o incluso de vísceras: hacía mucho tiempo que no me reía tanto como viendo

Eso no quita que ver a un grupo de cordobesas despeinadas cantando en la catedral gótica de Bruselas, ciudad en la que el vino se sirve caliente, te produzca una especie de contrariedad por la vía del esparcimiento. Lo mejor, sin duda, la imagen de la sobrina de Fabiola, enlutada hasta la médula, en el centro de la formación flamenca. Agarraba las castañuelas como quien las confunde con unas tenazas y hacía danzar sus hocicos con disimulo al son de unos acordes que sin duda desconocía. Hay playbacks en las películas de Almodóvar con mejor acompasamiento labial. Y lo digo sin acritud.

El único que parecía entender el verbo flamenco de Blanca Escrivá de Romaní, marquesa de Ahumada, era el rey emérito de España, Don Juan Carlos, que en un ejercicio de mímesis sin parangón se afanaba por replicar, y sin duda lo consiguió, los gestos baldíos de la dama. Supuso el realizador belga -supuso mal, claro- que el monarca español le ayudaría a marcar el compás de la retransmisión. “Este seguro se la sabe...”.

Sin embargo, tres frames de la televisión pública, solo tres, dictaron sentencia. En uno aparecía el monarca saliente tarareando en italiano La Traviata mientras las panderetas hablaban inequívocamente en andaluz. Un posterior plano fijo dejó aún más patente la ausencia total del rey. Y una tercera imagen, en la que aparece definitivamente entregado a Morfeo, acabaría por certificar lo que ya era bastante explícito: el Rey Don Juan Carlos, un hombre cuyo nombre se escribe aún con cuatro mayúsculas, ha llevado hasta las últimas consecuencias el concepto de abdicación.

placeholder El Rey Juan Carlos, junto a la Reina Sofía y Beatriz de Holanda en el funeral por Fabiola
El Rey Juan Carlos, junto a la Reina Sofía y Beatriz de Holanda en el funeral por Fabiola

Me intriga lo que estaría pasando por la cabeza del Rey en tan solemne momento. Y creo que lo tengo meridianamente claro. Bueno, dudo entre dos opciones. O estaba recreando las imágenes de la última carrera de Fernando Alonso o estaba parafraseando un título de Juan José Millás: “La jubilación era esto…”

No soy de inclinarme, la verdad sea dicha, pero me inclino más por lo segundo, porque es sin duda una jubilación aciaga la que le lleva a uno, en un juego de la oca luctuoso y siniestro, de funeral en funeral. El lunes volverá a sonar la canción de Sabina Tan joven y tan viejo en los oficios en honor a la duquesa de Alba en Madrid. Cada vez una vigilia distinta, pero siempre se repite el mismo verso de esa copla de Joaquín: “Me duermo en los entierros de mi generación”.

Sin duda se vivía mejor trabajando…

El rey marchante se tira un aire en ese gesto sostenido de ensimismamiento integral al Gabino Diego que interpretó en el cine a Felipe IV. Ese Rey pasmado de Gonzalo Torrente Ballester & Imanol Uribe al que el deseo le acaba llevando por caminos que ponen de uñas a la Inquisición, que percibía un cierto olor infernal a azufre cada vez que el monarca salía a la caza de su Venus. Pensaba la santísima institución que el pueblo habría de pagar la cólera de Dios (también lo pensaba Werner Herzog) por los desmanes de sus mandatarios. Y sí, en parte tenían razón.

Pero todo pecador, he aquí el consuelo del pueblo, encuentra siempre su penitencia. Una pista: sale en la foto junto a él y sonríe. Ella casi siempre sonríe. Incluso en los funerales. Y nunca se duerme. Cuestión de oficio y no tanto de beneficio.

Eso no quita que ver a un grupo de cordobesas despeinadas cantando en la catedral gótica de Bruselas, ciudad en la que el vino se sirve caliente, te produzca una especie de contrariedad por la vía del esparcimiento. Lo mejor, sin duda, la imagen de la sobrina de Fabiola, enlutada hasta la médula, en el centro de la formación flamenca. Agarraba las castañuelas como quien las confunde con unas tenazas y hacía danzar sus hocicos con disimulo al son de unos acordes que sin duda desconocía. Hay playbacks en las películas de Almodóvar con mejor acompasamiento labial. Y lo digo sin acritud.

Rey Don Juan Carlos