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Ron, tabaco y son: La Habana
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Daniel Camiroaga

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Por
Daniel Camiroaga

Ron, tabaco y son: La Habana

El Malecón sujeta un mar desbordado, templado por los alisios. La Habana esta sembrada de recuerdos y envuelta en hojas de tabaco, hábilmente enrolladas por manos

Foto: Ron, tabaco y son: La Habana
Ron, tabaco y son: La Habana

El Malecón sujeta un mar desbordado, templado por los alisios. La Habana esta sembrada de recuerdos y envuelta en hojas de tabaco, hábilmente enrolladas por manos callosas y expertas. Pequeños sorbos de ron que recuerdan o hacen olvidar aquellos años felices de los 50, tamizados ya por el óxido de décadas que se han llevado el futuro. Poblada de hombres con sencillas y elegantes guayaberas blancas que acentúan su dignidad y su porte, supongo heredado de un pasado cosmopolita y próspero. Un horizonte borrado, que se pierde junto con el humo que quema sus aromáticos cigarros Habanos. Una huella que el tiempo va ocultando en calles y fachadas que aún se adivinan señoriales. Un presente, que exige a esos fabulosos Cadillac, Chevrolet y Buick, ya joyas de museo, forzar sus viejos motores ronroneantes pero eternos, por el viejo malecón y las polvorientas carreteras de baches imposibles de sortear.

El Malecón sujeta un mar desbordado, templado por los alisios. La Habana esta sembrada de recuerdos y envuelta en hojas de tabaco, hábilmente enrolladas por manos callosas y expertas. Pequeños sorbos de ron que recuerdan o hacen olvidar aquellos años felices de los 50, tamizados ya por el óxido de décadas que se han llevado el futuro. Poblada de hombres con sencillas y elegantes guayaberas blancas que acentúan su dignidad y su porte, supongo heredado de un pasado cosmopolita y próspero. Un horizonte borrado, que se pierde junto con el humo que quema sus aromáticos cigarros Habanos. Una huella que el tiempo va ocultando en calles y fachadas que aún se adivinan señoriales. Un presente, que exige a esos fabulosos Cadillac, Chevrolet y Buick, ya joyas de museo, forzar sus viejos motores ronroneantes pero eternos, por el viejo malecón y las polvorientas carreteras de baches imposibles de sortear.