Es noticia
Menú
San Petersburgo, posiblemente la ciudad más bella del mundo
  1. Estilo
  2. Business Class
Daniel Camiroaga

Business Class

Por
Daniel Camiroaga

San Petersburgo, posiblemente la ciudad más bella del mundo

Rica, ornamental, fastuosa e irrepetible. Ciudad imperial, capricho de los Romanov, de espacios y lujos desmedidos, un museo bajo el cielo; la capital del barroco y

Foto: San Petersburgo, posiblemente la ciudad más bella del mundo
San Petersburgo, posiblemente la ciudad más bella del mundo

Rica, ornamental, fastuosa e irrepetible. Ciudad imperial, capricho de los Romanov, de espacios y lujos desmedidos, un museo bajo el cielo; la capital del barroco y del neoclásico. Iglesias y palacios monumentales asidos entre islas por puentes que salvan los canales y ríos que reflejan la belleza majestuosa de sus iconos. Noches blancas de verano, en que el sol apenas se oculta para iluminar tenuemente la sorprendente elegancia con que las mujeres desafían la noche y el frío.

Patria de las Artes, la segunda ciudad más grande de la Federación Rusa presume de las letras que entre otras grandes plumas, Dostoievski o Pushkin legaron al mundo. Rendida también a la belleza plástica de los mejores ballets y a la magia de las mejores filarmónicas en sus tres grandes escenarios: el espléndido teatro Mninsky, sede del ballet y la opera; el Aleksandrinsky, junto a la avenida Nevsky, y el teatro Mikhalovsky, en la Plaza de las Artes.

Impactante la iglesia del Salvador, de voluptuosas cúpulas, impresionantes mosaicos azulados en su interior y un retablo de extraordinaria belleza. La grandiosa catedral de Nuestra Sra de Kazan inspirada en San Pedro. El Monasterio Nevsky, conjunto de varias iglesias, y mausoleo de Tschaikovsky y Korsakov. La fortaleza de San Pedro y San Pablo tumba de los zares. La cúpula dorada de la Catedral de San Isaac, cuyos cimientos forjados  con miles de  troncos enclavados en la tierra para asentar el terreno pantanoso fue obra del ingeniero español Betancourt.

Soberbio y grandioso el Hermitage, con tres millones de piezas de arte que, según dicen, si nos paramos un minuto en cada obra tardaríamos más de cinco años en visitarlo. El fastuoso palacio de invierno, de una belleza sublime y exquisita, parece de caramelo y merengue. Desde allí, atravesando la plaza y bajo las cúpulas de la iglesia del Salvador, se llega al Jardín del palacio de verano con sus columnas de agua y estatuas de efebos doradas. Mientras el Hermitage abre un nuevo ala (2014) dedicado al arte contemporáneo, son muy interesantes las exposiciones de nuevos artistas rusos que se exponen en el museo y galería Erarta.

Monumental la Plaza de las Artes, a un paso de la avenida Nevski, presidida por la estatua de Pushkin, padre de la poesía rusa y rodeada por el Palacio, y el Teatro Mihailovski, que dirige nuestro Nacho Duato, además del Grand Hotel Europa. Explorar las calles alrededor del canal Griboedov, el puente Bank y sus leones alados; un paseo por el que fue barrio de Dostoevsky, de casas antiguas, calles tranquilas, románticos canales e iglesias bellísimas como la de San Nicolás.

Sede de la poderosa Marina Soviética, imprescindible visitar el museo naval en el antiguo edificio de la bolsa y descubrir el edificio del Almirantazgo. Allí se puede ver el Aurora, el barco donde estalló la revolución rusa.

No puede faltar un café en la increíble librería Dom Knigi, con unas vistas sobre la Catedral de Kazan que epatan a cualquiera. Eliseevsky, un interior de lujo para un moderno mercado de delicatessen. La Fábrica Real de Porcelana, vajillas y cerámicas delicadas.

Cenar en Teplo, un restaurante semiescondido tras un pequeño patio en la calle Morskaya, acogedor y con muy buena comida.

Y para dormir, el Gran Hotel Europa, un lujoso pedazo de historia y centro neurálgico de la ciudad, por el que pasaron Dostoyevsky, Tchaikovsky, La Pavlova o el poderoso Rasputín.

Rica, ornamental, fastuosa e irrepetible. Ciudad imperial, capricho de los Romanov, de espacios y lujos desmedidos, un museo bajo el cielo; la capital del barroco y del neoclásico. Iglesias y palacios monumentales asidos entre islas por puentes que salvan los canales y ríos que reflejan la belleza majestuosa de sus iconos. Noches blancas de verano, en que el sol apenas se oculta para iluminar tenuemente la sorprendente elegancia con que las mujeres desafían la noche y el frío.