Es noticia
Menú
Vino y ostras en Burdeos, el imperio de los sentidos
  1. Estilo
  2. Business Class
Daniel Camiroaga

Business Class

Por
Daniel Camiroaga

Vino y ostras en Burdeos, el imperio de los sentidos

Viejos almacenes y oscuros muelles, vestigio de antiguas actividades portuarias hace apenas unos años, lucen hoy resplandecientes y luminosos convertidos en amplios paseos junto al río

Foto: Vino y ostras en Burdeos, el imperio de los sentidos
Vino y ostras en Burdeos, el imperio de los sentidos

Viejos almacenes y oscuros muelles, vestigio de antiguas actividades portuarias hace apenas unos años, lucen hoy resplandecientes y luminosos convertidos en amplios paseos junto al río en esta ciudad portuaria situada al sudoeste de Francia. La orilla izquierda exhibe orgullosa elegantes fachadas de mansiones neoclásicas y balcones de hierro cubiertas de tejados de pizarra negra que se reflejan nítidos en la fina capa del espejo del agua.

Stevenson, uno de los grandes escritores de viajes, decía que "el vino es poesía en botella". Burdeos es pues un poema de rima asonante de versos que se completan con joyas como Lafitte-Rothschild, Latour-Martillac o Petrus. Tierra de placeres mundanos y exquisitos, potencia y agudiza los sentidos con excelentes vinos, corderos de la campiña, ostras y pescados de la bahía de Archaron, foies y quesos de cabra; además cuenta con más restaurantes por habitante que ninguna otra ciudad francesa, una docena de los cuales mantiene estrella Michelín.

placeholder

Vieja y recia la puerta de St Eloi, franqueaba el paso de los peregrinos camino de Santiago. Imponente el campanario, Grosse Cloche, que ordenaba y marcaba el ritmo de la vida y los acontecimientos de la ciudad y hoy solo proyecta su alargada sombra sobre los callejones adyacentes. Gemelas y esbeltas las agujas de la catedral de Saint André compiten con los 70 metros y 229 escalones de la torre del campanario, desde donde se divisa toda la ciudad.

Paseo fascinante por las elegantes, señoriales y amplias plazas como la de la Bourse, cercada por mansiones de dimensiones palaciegas; la plaza del parlamento, ocupada por restaurantes y cafés. En Quai des Marques, viejos almacenes renacen como exponentes del urbanismo del siglo XXI. El mercado en Des Chartrons, los jardines de Quinconces, el espejo del agua junto al Garona, el gran teatro, edifico neo-clásico de columnas corintias, el barrio románico alrededor de la iglesia de la Santa Cruz, cerca de la estación, enclave de estudiantes, y la deslumbrante plaza de la comedia, donde se encuentra la opera.

placeholder

No te pierdas el mercado frente a la basílica de Saint Michael, o el de Quai des Chartrons, marisco, pescado y las fresquísimas ostras de Archaron. Aprovecha para tomar un vino blanco con ostras y un chorro de limón, acompañado de pan con mantequilla.

El Museo de Bellas Artes, del Palais Rohan, exhibe una fabulosa colección de obras de la escuela flamenca, italiana, española y francesa del XIX, con Rubens, Tiziano, Matisse, Renoir o Lautrec. Putman ha sabido mantener el sabor de los viejos almacenes, en los que se ubica el Museo de arte Contemporáneo donde la magnífica terraza del Café du Musee, es un sitio privilegiado para tomar el brunch los domingos.

placeholder

Bar du Vin, abierto por el mismo Baco, excelentes vinos en copas, la mayoría por solo dos euros. Le Chapon Fin, con estrella Michelín desde 1933. Interior diferente, elegante y sorprendente, con menús desde 27 €. La Tupina, foies de las landas, pescado de Archaron y delicioso cordero. Al otro lado del río, La Cape, menús desde 26 € que permiten darse un capricho y degustar la cocina del joven chef Brasleret. L'Air de famille, sencilla cocina de mercado a muy buenos precios cerca de Quai de Chartrons.

Para dormir, el exquisito Le Grand Hotel.

Saint Emilion, una excursión a uno de los pueblos más bonitos de Francia de iglesias románicas rodeadas de viñedos. Surf en los más de 200 kilómetros de playas de la región. La duna más alta de Europa, 100 metros, para divisar los Pirineos en días claros.

Viejos almacenes y oscuros muelles, vestigio de antiguas actividades portuarias hace apenas unos años, lucen hoy resplandecientes y luminosos convertidos en amplios paseos junto al río en esta ciudad portuaria situada al sudoeste de Francia. La orilla izquierda exhibe orgullosa elegantes fachadas de mansiones neoclásicas y balcones de hierro cubiertas de tejados de pizarra negra que se reflejan nítidos en la fina capa del espejo del agua.