Es noticia
Menú
Salvador de Bahía: capoeira, candomblé y caipirinha
  1. Estilo
  2. Business Class
Daniel Camiroaga

Business Class

Por
Daniel Camiroaga

Salvador de Bahía: capoeira, candomblé y caipirinha

La gran bahía de Todos los Santos baña la que fue capital del país durante más de 200 años. Es magia, misterios y encanto. De vida

Foto: Salvador de Bahía: capoeira, candomblé y caipirinha
Salvador de Bahía: capoeira, candomblé y caipirinha

La gran bahía de Todos los Santos baña la que fue capital del país durante más de 200 años. Es magia, misterios y encanto. De vida sincrética, en la que conviven la religión católica y las coloridas prácticas rituales de los dioses del candomblé, ligados a la madre naturaleza. El mimo de los barrios restaurados, con otros recubiertos por el paso del tiempo, junto a bolsas de miseria en las favelas... Eternas sonrisas de marfil contrastan con un sentido trascendente de la vida y un pasado esclavista que hirió a casi todos. Cuerpos esculturales de ébano en tangas imperceptibles y humanidad desbordada escondida en los vaporosos vestidos blancos bahianos.

Jorge Amado, el venerado escritor bahiano, la define como: comida con aromas de Dende,  mujeres de belleza y alegría permanente, y costumbres de raíces importadas de la vieja Europa y la ancestral África. Leer sus novelas Capitanes de arena o Doña Flor y sus dos maridos es algo sensorial.

Candeal, el barrio de la percusión y el ritmo de los tambores del excepcional Carlinhos Brown, un tipo cargado de magia y bondad que ha sabido sembrar un presente ajeno a la violencia y a la miseria y ofrecer la esperanza de un futuro mejor a los niños de la favela. Los colores pastel y las calles adoquinadas de El Pelourinho, la Cidade Alta, acentúan el aroma y el pasado colonial de Salvador. Es el alma de la ciudad en estado puro. La plaza Jesús de Terreiro, con sus músicos interpretando ritmos sorprendentes en cazos de cocina, carritos de comida, gente jugando al domino y chavales vendiendo recuerdos religiosos.

Dicen que hay una iglesia para cada día del año. La catedral del Salvador, la barroca iglesia de San Francisco, según Amado, "preñada de oro y azulejos". La iglesia del Bon Fim, de propiedades curativas y de la que cuelgan cientos de exvotos de piernas, brazos y cabezas de plástico o la iglesia de Nuestra Señora Rosario dos Pretos.

El elevador Lacerda, para llegar a la parte baja de la ciudad. Visita el mercado Modelo, de artesanías, las escuelas de percusión Pracatum, de Carlinhos Brown, en Candeal, y la de capoeira en el antiguo fuerte de San Antonio.

Excelentes vistas sobre la bahía disfrutando de refrescantes caipiriñas de cachaça de pitanga en la azotea del hotel Casa Amarelindo o en Cafelier, que imita una esplendida tienda de antigüedades. A lo largo del Morro de San Paulo, desde Pituba a Itapua, playas exóticas de agua cristalina y vegetación. En la paradisíaca playa en Arembepe, colonia hippie, encontrarás reggae y originales camisetas estampadas.

Imprescindible empaparse de los estímulos de una puesta de sol en el faro de Barra; de las imágenes del fotógrafo Pierre Verger, que constituyen la memoria de la ciudad, un retrato de Bahía y sus costumbres; de los sonidos y ritmos locales de samba y bosa nova, en la mayor y mejor colección de música, en Cana Brava Records.

Prueba el acarajé, típica comida callejera. Una bola de pasta de alubias, frita y rellena de gambas y salsa picante; y las moquecas, especie de cocido picante de pescado, tomate, leche de coco y pimiento, que las hacen muy buenas en Casa da Gamboa. Para comer: en Aconchego da Zuzú o en el Jardín das Delicias, que cuenta con una terraza especial en la parte trasera. Cenar en el restaurante Amado, en la parte baja de la ciudad, es un plan perfecto para probar auténtica cocina bahiana con vistas sobre la bahía.

Para dormir, el Studio Do Carmo Boutique Hotel, una casa colonial en Pelourihno. Y de copas, a Borracharia. 

La gran bahía de Todos los Santos baña la que fue capital del país durante más de 200 años. Es magia, misterios y encanto. De vida sincrética, en la que conviven la religión católica y las coloridas prácticas rituales de los dioses del candomblé, ligados a la madre naturaleza. El mimo de los barrios restaurados, con otros recubiertos por el paso del tiempo, junto a bolsas de miseria en las favelas... Eternas sonrisas de marfil contrastan con un sentido trascendente de la vida y un pasado esclavista que hirió a casi todos. Cuerpos esculturales de ébano en tangas imperceptibles y humanidad desbordada escondida en los vaporosos vestidos blancos bahianos.