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Bergen, en busca de los fiordos
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Daniel Camiroaga

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Daniel Camiroaga

Bergen, en busca de los fiordos

Bergen nace al abrigo de siete montañas que la protegen; de cientos de islas, frondosas y verdes, que la esconden y guarecen de la inmensidad del

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Bergen, en busca de los fiordos

Bergen nace al abrigo de siete montañas que la protegen; de cientos de islas, frondosas y verdes, que la esconden y guarecen de la inmensidad del gran azul; y a escasa distancia de espectaculares fiordos, grandes paredes verticales, macizos abruptos, verdaderas empalizadas de vértigo. Una naturaleza prodigiosa: océano, montaña y fiordos, que han dotado a Bergen de una geografía y una personalidad singular, bella e imponente. Lenguas de tierra que se adentran en el mar o bocanadas de mar que entran en tierra. Bergen vive mimetizada con el agua del mar, del que ha vivido siempre, y del que cae del cielo, casi continuamente (dos de cada tres días llueve). Un paisaje noruego que huele a sal y a humedad, a pesca y esfuerzo y a la determinación por reconvertirse en un centro moderno donde la música es parte esencial de sus vidas.

El viejo puerto y sus típicas casas de madera pintadas de colores; calles estrechas, empinadas, húmedas y ventosas, pavimentadas de adoquines ya desgastados por el paso del tiempo; pequeñas plazoletas e iglesias góticas. Adentrándote por los callejones, smau, puedes tocar los extremos de las casas extendiendo los brazos.

Bergen, una de las bases más importante de la liga hanseática, mantiene abierto su tradicional mercado de pescado. Pescadores embutidos en sus trajes color naranja ofrecen una postal de otro tiempo y un fresquísimo pescado recién capturado. Excelentes salmones, huevas de pescado, sorprendentes bocados de ballena, cigalas enormes, flores y artesanía.

Floybanen, el funicular que en pocos minutos sube al monte Floyen para regalarnos unas grandiosas vistas sobre la ciudad y comprobar cómo se recorta el puerto sobre un mar azul y oscuro. Arriba, una cerveza en la terraza te permite deleitarte con una interminable puesta de sol y si tienes suerte, tal vez puedas acudir a un concierto de música clásica, en el pequeño teatro. Recomendable bajar andando hasta el mar, por los estrechos senderos, invadidos por una vegetación insultante.

El castillo de Berhenhus del siglo XII y la impresionante y amplísima sala de comedor del rey Hokan. La iglesia de Santa María, la edificación más antigua de la ciudad, con sus singulares torres gemelas y su rico interior. Junto al museo Gamle Bergen perviven medio centenar de casas del XVIII y XIX.

Una gran excursión en barco que no puedes perderte. Déjate impresionar por la impactante y sobrecogedora visión de los fiordos estrechándote. Inmensas moles, paredes verticales, verdaderas empalizadas que parecen cerrarse sobre el barco mientras avanza por el desfiladero.

El FG Bar, en el hotel Hanseatiske, entrañable y cálido para tomar una copa con calma. The United Sardine Factory fue en su momento la mayor conservera del país, hoy se ha reconvertido en un moderno y vanguardista centro de artes. Si el tiempo acompaña, puedes tomar una buena cerveza en Kafe Kippers; además, preparan muy buena comida orgánica respetando siempre la tradición, los productos y las recetas noruegas. Enhjorningen, un sitio emblemático donde comer el mejor pescado. Un restaurante ubicado en un edificio de siempre, revestido de madera y techos bajos, que parecen querer simular el comedor de un barco.

Para dormir, nada mejor que hacerlo en el Hanseatiske Hotel, un edificio patrimonio mundial de la Unesco y el único hotel en la zona del puerto (Bryggen). Antiguamente fueron dos casas de ricos comerciantes del siglo XVIII, ahora unidas y decoradas de forma imaginativa, pero manteniendo la tradición y el sabor del viejo puerto de mar que le incorporó al mundo.

Bergen nace al abrigo de siete montañas que la protegen; de cientos de islas, frondosas y verdes, que la esconden y guarecen de la inmensidad del gran azul; y a escasa distancia de espectaculares fiordos, grandes paredes verticales, macizos abruptos, verdaderas empalizadas de vértigo. Una naturaleza prodigiosa: océano, montaña y fiordos, que han dotado a Bergen de una geografía y una personalidad singular, bella e imponente. Lenguas de tierra que se adentran en el mar o bocanadas de mar que entran en tierra. Bergen vive mimetizada con el agua del mar, del que ha vivido siempre, y del que cae del cielo, casi continuamente (dos de cada tres días llueve). Un paisaje noruego que huele a sal y a humedad, a pesca y esfuerzo y a la determinación por reconvertirse en un centro moderno donde la música es parte esencial de sus vidas.