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Trinidad: paraíso cubano a ritmo de son
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Daniel Camiroaga

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Daniel Camiroaga

Trinidad: paraíso cubano a ritmo de son

Desde la bella, y dicen que más afrancesada, Cienfuegos, por una carretera que se abre paso entre una espectacular muestra de naturaleza...

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Desde la bella, y dicen que más afrancesada, Cienfuegos, por una carretera que se abre paso entre una espectacular muestra de naturaleza indómita que se desborda en esta parte del mundo,el taxi que nos lleva a Trinidad, apenas emplea algo más de una hora, en recorrer la distancia que separa ambas ciudades. Con las ventanillas bajadasrespiramos un aire pesado y calientemientras Yusmani, el conductor, tararea distraído algunas canciones pegadizas.

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La vieja ciudad colonial del sur de Cuba, como casi todas las que se encuentran en esta parte de la isla, se asienta entre las montañas que la rodean y un marque prolonga su horizonte. El centro peatonalha preservado el caso histórico tal como fue desde siempre. Una colección de viejas y orgullosas mansiones señorialeslucen para mostrarnos un pasado brillante y aristocrático que una vez vivieron gracias a las plantaciones de azúcar y los ingenios que la procesaban.

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En una ciudad tranquila, los cascos de los caballos resuenan multiplicados, rítmicos y elegantes sobre los adoquines, y creanun aspecto de viejo pueblo del XIX. Una vieja locomotora de vapor, última reminiscencia mecánica para nostálgicos, nos lleva hasta las cercanas plantaciones de azúcar, en el llamado valle de los Ingenios.

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La plaza mayor no tiene la amplitudni la grandiosidad de otras tantas emuladas al otro lado del océano por los españoles, pero la sencillez desus casas de color pastel, la catedral y el convento de San Franciscola dan un encanto especial. El inconfundible campanario de color amarillo claro, visible desde cualquier parte, es el mirador perfecto alque subir para ver la ciudad desde lo alto. Si quieres más, asciendea la colina de la ermita de NuestraSeñora de la Candelaria, para ver toda la ciudad y el litoral.

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Deambula sin rumbo por las calles empinadas, muchas veces solitarias y empedradas, entre casas de colores y tonos pastel. Ese paseo te permite entablar conversación, incluso durante horas, con sus amables y simpáticos habitantes, que disfrutan de una vida pausada y calmada.La iglesia de la Santísima Trinidad, de porte y fachada austera, resplandece en su interior blancoy el retablo de madera tras el altar que preside el templo. El edificio que más llama la atenciónes el restaurado Palacio Brunet, hoy también museo. Existe una pequeñísima fábrica de tabaco, justo después del hotel Ronda, en la esquina con Colón, en la que ver como lían cigarros y comprar alguno, para disfrutar con un buen ron al atardecer.

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Julio Muñoz, toda una institución, un personaje-hecho a símismo yel guía más famoso de la comarca-, es también orgulloso propietario de una cuadra de caballos con los que realizar una excursión hasta el río Guaurabo, para bañarnos y hacer un picnic. Estupendas playas en la península de Ancón, y bahía Casilda, donde poder practicar snorkel.Pasa un buen ratobailando salsa en la siempre animada Casa de la Música. Muy apetecibles, los mojitos en el hotel Las Cuevas. Refrescante y agradecida la cerveza Bucanero. En La Canchánchara, un sitio típico, ubicado en una mansión del siglo XVIII, se bebe un combinado de zumo de limón, miel y ron muy bueno. Para comer hay excelentes paladares, como Estela, con agradable jardín, donde hay que pedirdeliciosa ropa vieja y un buen pescado.Para dormir, el Grand Hotelo, si lo prefieres, en alguna de las casas que ofrecen los particulares y que puedes ver y reservar allí mismo, sobre la marcha.

Desde la bella, y dicen que más afrancesada, Cienfuegos, por una carretera que se abre paso entre una espectacular muestra de naturaleza indómita que se desborda en esta parte del mundo,el taxi que nos lleva a Trinidad, apenas emplea algo más de una hora, en recorrer la distancia que separa ambas ciudades. Con las ventanillas bajadasrespiramos un aire pesado y calientemientras Yusmani, el conductor, tararea distraído algunas canciones pegadizas.

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