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Crónica Día 14. Reponiendo fuerzas en Uchta
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Ángel Viñas i Aliau

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Crónica Día 14. Reponiendo fuerzas en Uchta

Hoy era día de descanso. He dormido espléndidamente. El brazo no me ha dolido durante la noche y he holgazaneado en la cama todo lo que

Foto: Crónica Día 14. Reponiendo fuerzas en Uchta
Crónica Día 14. Reponiendo fuerzas en Uchta

Hoy era día de descanso. He dormido espléndidamente. El brazo no me ha dolido durante la noche y he holgazaneado en la cama todo lo que podido. Al levantarme he visto que tenía un notable bulto dejado del apósito de vodka y me he puesto las muñequeras elásticas como coderas. Luego me he dedicado a hacer las crónicas de los dos últimos días y pasar fotos y vídeos.

Yo no vivo de esto. Lo que cuento son reflexiones sinceras, más a modo de diario que para ser visto. El viaje sigue, con 1.000 kilómetros de maravilloso lodazal pendientes. Cada vez tengo más ganas de organizar el viaje con las motos de nieve. He hecho algunos contactos locales que espero puedan servirnos.

Estaba deshidratado y he salido a comprar algo de bebida y fruta. La gente es amable.

Tengo la impresión de que hay una especie de complejo frente al extranjero, que deriva en un cierto desdén. Superado el primer minuto y medio, si lo aguantas, el ruso se convierte en un tipo razonable y amable. En algunos casos muy amable. Las mujeres de Nyandoma que trataron de conseguir información sobre mi destino. Los chicos de Birtha que se empeñaban en acompañarme hasta el embarcadero para Pecora y me dieron su teléfono para que les llamara a cualquier hora. El chaval que con su moto me sacó de Kotlas. El tipo de la gasolinera de Uchta que me dedicó casi toda la mañana, ayudándome a cambiar los neumáticos. Finalmente Mohamed. Este hombre me ayudó el otro a salir de Uchta para ir a Pecora. Me tuvo que acompañar muchos kilómetros por loa arrabales de Uchta.

Es muy difícil salir de esas ciudades rusas. Todo está en cirílico y no entiendes nada. Mohamed ha aparecido hoy en la gasolinera de nuevo, cuando he ido a buscar mis neumáticos de carretera. Iba con una joven en su coche. Me ha propuesto varias veces, no sé qué de un restaurante. No he entendido nada, pero lo del “restaurante” me sonaba bien. Tras cambiar los neumáticos le he seguido y me ha llevado a un restaurante turco con muy buena pinta, justo al lado de mi hotel. Ha dejado a su mujer en el coche con todos mis tratos y nos hemos metido en el restaurante. Ha saludado al dueño. Nos han sentado en una magnífica mesa y ha empezado a pedir cosas. Le he dejado hacer. Han empezado a traer platos y todos me los ponían… solo a mí. Él me ha dicho que no comía. Que solo era para mí. Aclarado el asunto, le he dicho que fuera a por su mujer, se sentaran los dos en la mesa y les invitaba comer. Yo tenía que insistir constantemente: lo mismo para todos. Hemos cenado los tres como reyes por 2000 rublos, unos 50 euros.

Le pediré que nos organice el asunto del “zimoy” o como se escriba, que es el camino sobre la nieve por la tundra para llegar a Vorkuta. Espero poder vivir los años suficientes para ver la puñetera Vorkuta. No necesito demasiados… No creo que me compre un apartamento allí, pero he de llegar y no por ferrocarril.

Hoy además he confirmado que puedo conducir la moto. Sigo sin poder extender el brazo izquierdo, pero puedo conducir. Iré a partir de ahora por buenas carreteras y espero no tener problemas. No me he comprado los medicamentos indicados por el simpático traumatólogo, ni me he puesto más apósitos de vodka. Esto mejorará a su aire. No creo en los analgésicos. El dolor es un mensaje de cuerpo y hay que dejarle hablar.

En los servicios de trauma, que visito frecuentemente, ya no discuto nada. Les dejo chutarme lo que quieran. En cuanto salgo, dejo de tomarme todos los calmantes. Sufro a veces, pero hay que saber integrar el dolor en nuestras vidas. Ortega decía, “en el dolor nos hacemos y en el placer nos gastamos”. No me importa gastarme intensamente siempre que puedo y lamento no poder hacerlo más, pero no me importa hacerme algo en el dolor cuando este llega. El dolor es como el miedo, y en ocasiones ambas sensaciones aparecen juntas. Solo hay que tratar de gestionarlo.

Mañana intentaré salir un poco temprano y llegar al menos a Kirov, y el viernes a Moscú.

Hasta mañana.

Por cierto, me cuentan desde Madrid que hay bastantes comentarios en el blog. No puedo contestar ahora. Gracias a todos por vuestro interés y apoyo, ya charlaremos a mi regreso. Un fuerte abrazo.  

Hoy era día de descanso. He dormido espléndidamente. El brazo no me ha dolido durante la noche y he holgazaneado en la cama todo lo que podido. Al levantarme he visto que tenía un notable bulto dejado del apósito de vodka y me he puesto las muñequeras elásticas como coderas. Luego me he dedicado a hacer las crónicas de los dos últimos días y pasar fotos y vídeos.