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De la Riva, un suculento regreso al pasado
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Miguel Casas

Guía Miguelín

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De la Riva, un suculento regreso al pasado

Este restaurante fue fundado en 1932 en la calle Nielfa como casa de comidas, por Obdulia y Paulino de la Riva, la cocinera y el chofer de Antonio Maura.

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Este restaurante fue fundado en 1932 en la calle Nielfa como casa de comidas, por Obdulia y Paulino de la Riva, que fueron la cocinera y el chofer de don Antonio Maura. En ese pequeño local madrileño estuvieron más de cuarenta años, entonces no se reservaba mesa y las gente hacía cola en la calle, por lo que dependiendo de la largura de la misma, te quedabas o no te quedabas. Hasta que se trasladaron al actual sitio, donde sí reservan mesa. Pepe Gil, marido de la hija de Obdulia, ha sido el alma del restaurante. Te cantaba todo lo que podías comer ayudándose de una pequeña chuleta donde tenía sus anotaciones.

Pepe Gil falleció en diciembre de 2008, se le echa de menos, aunque jubilado se le veía con frecuencia saludando a los clientes, que se volvieron amigos a lo largo de sus muchos años en este negocio y jugando la partidita de mus.

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Su actual propietario es Pepe Morán, Licenciado en Derecho, incansable pedalista que colgó la toga para dedicarse en cuerpo y alma a continuar con la tarea de Pepe Gil. Y como dice nuestro refranero, "es de bien nacido ser agradecido", Pepe Morán le ha hecho una elegía a Pepe Gil, que por entrañable me permito reproducir:

Se fue después de la vendimia, / en días de cavas y turrones, / su cuerpo ya no comprendía / Riojas, perdices y pichones.

“Mejor me voy-me dijo un día-/ si el rico pan de la tahona, / el aceite virgen de la oliva, / o el trago de Ribera no me importan”.

Ayer se fue mi amigo Pepe, / prudente, cumplidor como ninguno, se fue porque era inteligente, / sacó de la vida todo el jugo.

No me enseñó todo lo que sé, / pero si a usar lo que sabía, / a no ser ambicioso, a no correr, / y a disfrutar las horas y los días.

La muerte no debe estar contenta, / pues no ha cumplido su objetivo. / Sus hijos, sus nietos y su Pepa, / siguen dando color a su destino.

Y en aquello que toca a De la Riva, / sus amigos que gozan y laboran, / seguiremos cuidando su memoria / como él nos enseñó ¡con mucha honra!

La decoración es muy sencilla, la pequeña barra situada a la derecha de la puerta de entrada y el comedor a la izquierda, bien iluminado y decorado con cuadros y grandes botellones de vino de 27 litros en sus estantes, procedentes de su propia bodega, que lo distribuye en frascas.

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La cocina es casera y la extensa carta te la siguen recitando. Como entradas se pueden tomar unos mejillones en salsa o una fritura de rabas y calamares, boquerones fritos, callos, ensaladilla, las verduras de temporada y las setas. También suele tener todos los días un plato de cuchara, las lentejas las hacen estupendamente, así como las alubias de Ibeas de Juarros y el cocido.

De segundo pescado o carne. Destacan las cocochas de merluza, el chicharro asado o el congrio en salsa verde al ajoarriero, platos que encumbró Obdulia, burgalesa de nacimiento.

De carne, el zancarrón es muy potente, y también la perdiz escabechada al baño María, el rabo de toro y los asados de cordero, cochinillo, el pecho de ternera y los productos de casquería como los callos, los sesos y las manitas de cordero.

De postre es famoso el flan casero con helado de vainilla acompañado de tejas y en temporada, o el membrillo natural al horno, con nata.

Sigue abriendo únicamente a mediodía y cierra el domingo, sin embargo ha decidido abrir también los días festivos nacionales y locales, así como alguna noche por encargo para celebraciones. También cierra el mes de agosto por vacaciones.

Una buena cosa al no abrir por las noches es que no tienen prisa para irse y te permiten jugar una partidita al mus.

Como novedad, dispone de aparcacoches.

Precio medio 40 €
Cochabamba, 13 – Madrid
Teléfono: 91 458 89 54

Este restaurante fue fundado en 1932 en la calle Nielfa como casa de comidas, por Obdulia y Paulino de la Riva, que fueron la cocinera y el chofer de don Antonio Maura. En ese pequeño local madrileño estuvieron más de cuarenta años, entonces no se reservaba mesa y las gente hacía cola en la calle, por lo que dependiendo de la largura de la misma, te quedabas o no te quedabas. Hasta que se trasladaron al actual sitio, donde sí reservan mesa. Pepe Gil, marido de la hija de Obdulia, ha sido el alma del restaurante. Te cantaba todo lo que podías comer ayudándose de una pequeña chuleta donde tenía sus anotaciones.

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