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Casa Pedro: la tradición bien entendida
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Casa Pedro: la tradición bien entendida

Más de 300 años dando de comer… y todavía hoy conserva el verdadero sabor y personalidad de la gastronomía madrileña. Un clásico donde comer de maravilla y beber aún mejor

Foto: Casa Pedro.
Casa Pedro.

En 1702 (hace la friolera de 315 años) gobernaba en España Felipe V, fue el año de la Guerra de Sucesión española, faltaba un año para la fundación de San Petersburgo… y en el pueblo de Fuencarral, Pedro Guiñales ponía en marcha Casa de la Pascuala, una fonda y casa de comidas en la que los viajeros que se dirigían a Madrid desde el norte podían descansar la última noche de su trayecto y donde los arrieros, ganaderos y demás viajeros podían encontrar siempre un plato caliente.

Hoy, rebautizada como Casa Pedro desde 1940, esa antigua venta es un restaurante de cocina tradicional, que con otro Pedro Guiñales al frente (descendiente directo del fundador original) sigue funcionando en el mismo local y con la misma vocación de hacer la vida agradable a todos los que se animan a visitarlos.

Y es que Casa Pedro es uno de esos lugares a los que siempre apetece volver cuando se quieren recordar los sabores tradicionales: aquí no pidan cocina de vanguardia, pidan cocina tradicional; no pidan tiraditos, pidan escabeches, olvídense de platos 'light' o desgrasados, a Casa Pedro se viene a comer con mayúsculas.

Hace años, Casa Pedro era destino obligado para comidas familiares de fin de semana y, al igual que a los restaurantes de El Pardo y el Mesón de Fuencarral, los platos que se venían a buscar eran asados, chuletas de lechal y las distintas preparaciones de conejo que eran tradicionales en Madrid. Ahora, además de mantener sus recetas, se han convertido en uno de los reductos donde se puede disfrutar de contundentes platos de la cocina madrileña.

Un buen principio pueden ser unos garbanzos con boletus donde la castiza legumbre tiene un claro protagonismo por su suavidad y sabor; claro que si van con hambre, encontrarán unas verdinas o unas fabes que no les defraudarán y siempre tendrán el recurso de pedir unas cazuelas de chorizo o morcilla. Si prefieren reservarse para los platos principales, las ensaladas serán un buen principio y si no lo tienen claro, la sopa castellana les preparará para lo que viene a continuación. En cualquier caso, no perdonen la perdiz escabechada que, a pesar de aparecer en la carta entre los segundos platos, constituye un magnífico comienzo para la comida.

Y después no sean tímidos porque los platos principales mantienen la contundencia que siempre se ha asociado a la cocina madrileña: un muy buen cordero o cochinillo asado, las perdices estofadas o el rabo de vaca son apuestas seguras. Si se sienten nostálgicos, un conejo al ajillo preparado a baja temperatura permite recuperar sabores tradicionales con una sorprendente suavidad y, si quieren ser más moderados, las chuletas de lechal o alguno de los pescados que les ofrezcan les resultarán una buena opción.

Pero antes, o después de todo esto, lo que no pueden perdonar son dos platos que forman parte de la tradición de la gastronomía madrileña y que, en Casa Pedro, resultan imprescindibles: unos callos donde la gelatina te deja el pan pegado al plato (porque en la salsa de estos callos es un pecado no mojar pan) y unas manitas de cordero que, aunque no aparezcan en carta, tienen que reclamar sin discusión.

Como verán, comida para gentes que aprecian la cocina tradicional y que, en esta casa, gracias a la simpatía de Pedro Guiñales y de su hija Irene, disfrutarán desde el mismo momento en que crucen el umbral de la puerta.

Pero a esta casa, además de a comer se viene a beber, a beber bien, o mejor aún, a beber muy bien. Desde que a principios del siglo XIX y llamándose Casa de la Silvestra empezaron a vender vinos de sus propios viñedos de garnacha, moscatel y pardillos, en Casa Pedro se han distinguido por una atención especial por los vinos. En su bodega descansan añadas que difícilmente encontrarán en otros sitios y a unos precios más que razonables; busquen riojas de bodegas y añadas míticas, disfruten de grandes referencias de burdeos o escojan entre los Vega Sicilia que descansan en la tranquilidad de una bodega excavada en la tierra hace más de dos siglos (si hubiera que reprochar algo, sería la falta de grandes vinos blancos).

Cosechas de las décadas de los 40, 50, 60, 70 y 80 estarán esperándoles en estado óptimo de luz y temperatura -eso sí, si alguna botella sale mala, tengan claro que es su decisión el arriesgarse a pedir vinos con más de 30 años-.

Para este gato, Casa Pedro es uno de esos lugares que todos deberían visitar alguna vez (y seguro que repiten) para conocer esos platos de cocina tradicional que, en muchos sitios, van perdiendo su personalidad. Vayan a conocer un trozo de la historia de la gastronomía madrileña en un lugar donde la calidez del servicio compensa las pocas faltas que pueden encontrar en un local que, no lo olvidemos, tiene más de trescientos años y sigue regentado por la misma familia. Hay que descubrirse.

Casa Pedro. Nuestra Sra. de Valverde, 119. Fuencarral - Madrid. Tel: 917 340 201

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En 1702 (hace la friolera de 315 años) gobernaba en España Felipe V, fue el año de la Guerra de Sucesión española, faltaba un año para la fundación de San Petersburgo… y en el pueblo de Fuencarral, Pedro Guiñales ponía en marcha Casa de la Pascuala, una fonda y casa de comidas en la que los viajeros que se dirigían a Madrid desde el norte podían descansar la última noche de su trayecto y donde los arrieros, ganaderos y demás viajeros podían encontrar siempre un plato caliente.

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