El bolso 'maldito' de la princesa Letizia

Hace unos meses se pudo ver a Letizia Ortiz en un acto público luciendo un maxibolso fucsia que no pasó desapercibido entre los que día a día escudriñan el vestuario de la princesa. Algún tiempo después Isabel Sartorius revelaba en una entrevista que dicha prenda pertenecía a su colección de complementos. ¡Noticia bomba!

La neófita modista afirmó orgullosa que ese bolso se lo había regalado a todas sus amigas y aquí paz y después gloria. Que qué bien se lleva Letizia con la ex de su marido, que qué ausencia de rencor en la que pudo haber sido princesa de Asturias... Vamos, que más parecía que se habían intercambiado un cromo viejo que al heredero de la corona.

Todo estaba ya en calma. Sartorius había hablado en alguna otra entrevista sobre el regalo a la princesa, pero sin entrar en más detalles, cuando el periodista Antonio Rossi, tras rebuscar entre catálogos y revistas de moda de meses pasados, descubrió el jugoso detalle que hasta el momento había pasado desapercibido: el curioso nombre del modelo, bautizado como Mesalina. Vale, se trata tan sólo una casualidad, pero lo cierto es que el nombre de marras carga una historia tan oscura que Sartorius habría deseado bautizarlo de otro modo si hubiera sabido la que se iba a armar. ¿Cuál es la leyenda negra de este sustantivo propio?

Mesalina, nombre de romanas e imperiales resonancias. ¿Pero quién fue esta señora dentro del complicado entramado familiar de los descendientes de Augusto? Según cuenta la historia, Valeria Mesalina, hija del cónsul Marco Valerio Mesala Barbato y de Domicia Lépida Menor, fue la tercera esposa del emperador romano Claudio, sucesor del nefando Calígula al frente del recién creado Imperio Romano y penúltimo representante de la familia julio-claudia antes de que el pirómano Nerón prendiera fuego a Roma.

Mesalina se había casado con Cla Cla Claudio (así empezaba la magnífica novela sobre él escrita por Robert Graves que luego se convirtiría en serie de televisión) cuando éste no era más que Claudio el tartamudo, Claudio el idiota o simplemente el pobre tío Claudio. Ella no tenía una dote especialmente buena, por lo que tuvo que conformarse con un matrimonio concertado con el que entonces era el tío del emperador Calígula, un hombre dedicado a la historia con pocas o casi ninguna posibilidad de ascender a la jefatura imperial.

A Claudio lo tenían por tonto en la familia y Mesalina debía pensar algo bastante parecido, por lo que no se preocupaba demasiado por disimular sus ansias de sexo con cualquier persona que se le pusiera delante. El poeta Juvenal narró las incursiones sexuales en los barrios bajos romanos de la mujer que aprovechaba los viajes de su marido a Britania para organizar competiciones de resistencia sexual en palacio: el reto, en el que la emperatriz se enfrentaba al gremio romano de meretrices, consistía en ver qué mujer podía atender a más hombres.

En su obsesión con los hombres llegó a ordenar el ajusticiamiento de dos de sus amantes, Cayo Apio Junio Silánico y Valerio Asiático, después de que éstos la rechazaran, y sólo cuando aprovechó una escapada de Claudio a la isla de Ostia para casarse con otro amante (el cónsul Cayo Silio) fue finalmente cazada: el emperador descubrió la bigamia y condenó a su esposa al suicidio.