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Good Bye, Jade
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Nacho Gay

Carta de Ajuste

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Good Bye, Jade

Murió la madrugada del domingo, a una hora ingrata (3:55). Ninguna celebrity que se precie puede morir en la madrugada, pues entonces ningún periódico llevará su

Foto: Good Bye, Jade
Good Bye, Jade

Murió la madrugada del domingo, a una hora ingrata (3:55). Ninguna celebrity que se precie puede morir en la madrugada, pues entonces ningún periódico llevará su foto en la portada del día siguiente. Y el siguiente del siguiente, ya será demasiado tarde para llevarla. Conociendo a Jade, seguro que los latigazos del cáncer en su fase terminal, apaciguados con morfina, le dolían menos aquella noche que la hora a la que le estaban matando.

Jade Goody es en estos momentos la persona más famosa en el Reino Unido. Participó en la edición británica de Gran Hermano, y la filosofía de Orwell le atrapó para siempre. Jade creía que Saddam Hussein era un famoso boxeador. Ese fue su mayor mérito. De ahí, a la fama. Su particular y a ratos ‘encantadora’ incultura le convirtieron pronto en una estrella mediática, en un subproducto de serie B que la gente devoraba con devoción.

Montó una peluquería para hombres y sacó al mercado un perfume con su nombre que vendió más unidades que el que lleva la firma de David Beckham. Al menos, ella se jactaba de eso. También publicó una autobiografía y se convirtió en carne de cañón para los corrillos televisivos de cotillas y las revistas del cuore, que le devoraron durante años, al mismo tiempo que le aupaban al Olimpo de los freaks.

Su fama le llevó al Celebrity Big Brother, donde su imagen, curtida a base de frases inconexas y manifestaciones risibles, se fue a pique por los insultos racistas que le dedicó a una compañera india, la actriz Shilpa Shetty. ¿Qué esperaban? La editorial de su libro retiró los ejemplares de los comercios de Londres. Su perfume desapareció también de las tiendas. Gordon Brown, entonces ministro del Tesoro, tuvo que salir al paso condenando las blasfemias de la joven. Jade fue borrada del imaginario colectivo británico de forma tan rápida como había sido introducida en él.

Sin embargo, los indios pensaron que estaría bien introducir a una tipa xenófoba en el Big Brother de aquel país, que en verdad se llama Big Boss. Allí Jade recibió la noticia de que tenía cáncer cervical, delante de las cámaras, claro. Y también se le comunicó que el tumor se le estaba extendiendo al hígado, a la ingle, al intestino. Y también se le dijo que pronto iba a morir.

Entonces Jade volvió a ser famosa en Reino Unido. La más famosa de todas las famosas. Los medios que otrora le habían despreciado, le abrieron de par en par las puertas de sus portadas. Buitres al acecho de su última exclusiva: la de su muerte. Antes, se casó con Jack Tweed, un ex convicto, delante de toda Inglaterra a cambio de un millón de libras. Y preparó al milímetro los detalles del funeral que le habría de convertir en un mito, y que se emitirá en breve por televisión. Y entonces Gordon Brown, ahora primer ministro, se puso ante un estrado para lamentar su muerte y ensalzar la gran labor social que había hecho. Y las televisiones alabaron su fuerza y su entereza. Y sus representantes, muertos de hambre que ahora viven en mansiones, compararon a Jade con Lady Di, porque saben que sus hazañas pueden generar derechos de autor incluso en tiempos póstumos.

Esta es la triste historia de Jade y de cómo ella, su familia, sus representantes, las televisiones inglesas, los periódicos, las revistas del cuore, el fisco y hasta el primer ministro inglés supieron rentabilizar un cáncer hasta las últimas consecuencias. Toda una lección de vida y de muerte.

Murió la madrugada del domingo, a una hora ingrata (3:55). Ninguna celebrity que se precie puede morir en la madrugada, pues entonces ningún periódico llevará su foto en la portada del día siguiente. Y el siguiente del siguiente, ya será demasiado tarde para llevarla. Conociendo a Jade, seguro que los latigazos del cáncer en su fase terminal, apaciguados con morfina, le dolían menos aquella noche que la hora a la que le estaban matando.