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Ana Botella e Isabel la Católica se topan con la señera
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Nacho Gay

Carta de Ajuste

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Ana Botella e Isabel la Católica se topan con la señera

En este país nos hemos vuelto todos locos. Van ahora los catalanes y niegan a la reina Isabel y a todo su séquito la entrada en

Foto: Imagen de la serie 'Isabel'
Imagen de la serie 'Isabel'

El Ayuntamiento de Barcelona ha negado a la reina Isabel y a todo su séquito la entrada en el Museo de Historia de la ciudad haciendo acopio de un argumento cuanto menos baladí: "Discrepancias sobre la fidelidad histórica de la serie" de TVE. Parece que para rodar una ficción en Cataluña hay que escribirla a gusto del registrador de turno. En este caso, la condición era, suponemos, que su territorio quedase fuera de los dominios del imperio cristiano que se montó la doña. Por lo que no sería de extrañar que Quentin Tarantino, que mató a Hitler a tiros en Malditos Bastardos, acabe creando una versión libre para TV3. En la primera secuencia del nuevo serial, Artur Mas hace su entrada en el salón de actos presidido por Michelle Jenner y Rodolfo Sancho enroscado en una señera y al grito de “Cataluña is not Spain”. Entonces la Católica asiente y le entrega su joyero como gesto de buena voluntad, mientras Colón, en segundo plano, pone cara de sota.

Exageremos que algo queda. Desde luego no deja de ser cuanto menos curioso que una serie de la televisión pública no pueda ser grabada en un museo también público por decreto feroz de un Ayuntamiento. Y sí, lo de la falta de “fidelidad histórica” es verdad en cierto sentido, pero aquí suena a excusa de saldo. Todo el mundo sabe que Michelle Jenner es mucho más vistosa, más aseada y menos morbosamente cabrona de lo que lo fue en su día la mujer a la que interpreta; que hay pasajes en su historia, que también es la nuestra, que se manipulan en virtud de las necesidades dramáticas de un producto que pretende ser de masas; que Isabel y Fernando se querían la mitad de la mitad; y, esto es quizá lo más grave, que es particularmente difícil que las reinas y las nobles damas del siglo XV fueran maquilladas por Margaret Astor, como ocurre en el serial. Aun con todo, Isabel, un digno calco de los ademanes cinematográficos de Los Tudor (HBO), es en estos momentos la única ficción de cierto calibre en el baldío secarral de nuestra industria catódica. Y no merece un desaire por cuestiones que en verdad nada tienen que ver con su grado de verosimilitud. Menos verdad había en la miniserie de Mario Conde y les dejaron rodar en el Banco de España.

Lo único que sacamos en claro ayer es que a Ana Botella se le entiende casi mejor en inglés que en español

El problema es que la Reconquista representa la unión en tiempos de cartas entre presidentes y solicitudes de referéndum. Con la butifarra se ha topado la pobre Isabel de Castilla. Eso sí, siempre le quedará Madrid, tan fiel a las monarquías como de costumbre. La capital ha salido al rescate, a través de un comunicado de la Film Comission, para ofrecer sus predios como escenario a "todos aquellos productores que deseen rodar con libertad creativa". Otra salida de madre que abre un poquito más las carnes nacionalistas si cabe. Este país es capaz de politizar hasta los pechos de la Jenner embutidos en un corsé de terciopelo. Pereza. En ese empeño, los madrileños también estamos un poco insoportables últimamente. Sobre todo desde que nuestra alcaldesa sabe hablar inglés.

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Un café a medianoche

Este mismo jueves, por cierto, abría Ana Botella la temporada de El debate de La 1 (00:45). Hay que reconocer que esta señora tiene más moral que el Alcoyano. Posee la ingenuidad y provoca la ternura de las rubias que protagonizan las películas de miedo, porque todo el mundo sabe que van a morir en los primeros veinte minutos de metraje menos ellas. Ayer, antes de sentarse en plató, en un gesto nada casual, anunció una bajada de impuestos para 2014, por lo que a los de la pública les tocó reescribir rápidamente el guión. Un señor drama teniendo en cuenta que son funcionarios. Pero ni con esas. Allí estaba el bueno de Marhuenda (y Cía.) para ponerle a la alcaldesa la alfombra roja de la desidia informativa.

Se estrenaba el joven Oriol Nolis al frente del espacio. El pobre es como un cachorrillo que quiere morder pero no tiene dientes, así que se dedicó a tomar una relaxing cup of café con leche en plaza pública con Botella. Le preguntó a la alcaldesa por la bofetada de los Juegos, por las aspiraciones de Barcelona de cara a 2024 y por la más que posible sucesión en el trono madrileño. Ana, que como Isabel también es reina, porque no la ha elegido el pueblo, llevaba bien anotadas en su cuaderno de notas tres frases comodín que repitió hasta el hastío, mientras ponía sonrisa de Mona Lisa, algo para lo que sin duda ha nacido. Se atrevió a decir, eso sí, y sin sonrojarse, que el independentismo catalán nos hizo más daño ante el COI que su discurso. No sacamos mucho más en claro de su alocución, al margen de que se le entiende casi mejor hablando en inglés que en español. Las preguntas verdaderamente comprometidas, las que van a la yugular, eso que los antiguos llamaban periodismo, están en vías de extinción en una televisión pública en la que se declara un incendio cada cinco minutos. Todos tenemos a estas alturas “discrepancias sobre la fidelidad histórica” de los servicios informativos de RTVE. Y aun así nadie se queja oficialmente de que sigan grabando en Prado del Rey.

El Ayuntamiento de Barcelona ha negado a la reina Isabel y a todo su séquito la entrada en el Museo de Historia de la ciudad haciendo acopio de un argumento cuanto menos baladí: "Discrepancias sobre la fidelidad histórica de la serie" de TVE. Parece que para rodar una ficción en Cataluña hay que escribirla a gusto del registrador de turno. En este caso, la condición era, suponemos, que su territorio quedase fuera de los dominios del imperio cristiano que se montó la doña. Por lo que no sería de extrañar que Quentin Tarantino, que mató a Hitler a tiros en Malditos Bastardos, acabe creando una versión libre para TV3. En la primera secuencia del nuevo serial, Artur Mas hace su entrada en el salón de actos presidido por Michelle Jenner y Rodolfo Sancho enroscado en una señera y al grito de “Cataluña is not Spain”. Entonces la Católica asiente y le entrega su joyero como gesto de buena voluntad, mientras Colón, en segundo plano, pone cara de sota.

Michelle Jenner RTVE