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Antena 3 y Telecinco, dos formas distintas de ir de culo a los 25
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Nacho Gay

Carta de Ajuste

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Antena 3 y Telecinco, dos formas distintas de ir de culo a los 25

Las dos cadenas privadas más importantes de España acaban de cumplir un cuarto de siglo. Una llega a esa fecha convertida en una vieja de 70. La otra es una joven mujer de vida alegre y moral distraída

Foto: Ilustración realizada para 'Vanitatis' por Paco Sordo
Ilustración realizada para 'Vanitatis' por Paco Sordo

Se llamaba Antoine Doinel, tenía 13 años y casi siempre estaba huyendo de algo. La última vez que lo vi en el cine creo que escapaba de un reformatorio. Cruzó el bosque hasta llegar a la playa y, repentinamente, paró en seco y miró a cámara. He vivido quince años de mi vida creyendo que me persigue esa mirada, ese plano final que rompía el discurso, la diégesis, de Los cuatrocientos golpes de Truffaut.

Desde que vi aquella película por primera vez a los 16 años, Doinel se me aparece tres veces por semana, como la Virgen a Pitita Ridruejo, más o menos. Pensarán que estoy loco, pero tengo pruebas. Ha llegado hace unos días un paquete a mis manos que, en realidad, eso lo he sabido con posterioridad, no era para mí, sino para otro Nacho. Dentro había un libro, 813. Truffaut por Paula Bonet. Lo abro y allí estaba él, Doinel, en la página 11, ahora convertido en ilustración, interpelándome de nuevo, mirando una vez más a cámara. Repito que el libro ni siquiera era para mí, así que Pitita no está sola en esto.

Cuenta Bonet en el libro cómo el directorFrançois Truffauty el actorJean-Pierre Léaud, su álter ego en la pantalla, quien prestó los ojos a Antoine Doinel a lo largo de cuatro películas y un cortometraje autobiográficos, se volvieron inseparables e, incluso, había gente que creía que eran la misma persona. Aunque Bonet no lo dice, probablemente el que vivió más confundido con esa (no) dicotomía era el propio Truffaut, que siempre incluyó la realidad en la ficción y que, incapaz de diferenciarlas, acabó varias veces en la López Ibor de París chupando litio.

Cuando se rodóDomicilio conyugal(1969), la cuarta de las colaboraciones entre actor y director, Léaud tenía exactamente 25 años, los mismos que acaban de celebrar Antena 3 y Telecinco. El paralelismo entre la obra del francés y la de los italianos que han conquistado elcátodoespañol es clarísimo: hemos visto crecer a sus criaturas en pantalla sin saber del todo diferenciar lo que era realidad de lo que era ficción. Pero los segundos, eso sí, que son algo más tramposos, son expertos en crear discursos de los que es imposible escapar, porque no les conviene.

Sus 25 años de historia, de diégesis, se resumen en sendas fiestas ficticias (o no).

La fiesta de Telecinco se celebra al borde de una carretera secundaria y la tarta no lleva velas, lleva luces de neón. La joven que hoy cumple 25 arrasa por donde pasa. Con los hombres, pero sobre todo con las mujeres de 30 para arriba, que han sido siempre las más viciosas. Tiene fama de fácil, de venderse barato, pero a ella le da un poco igual. Es más, lo explota con descaro, como también está a punto de explotarle el sostén, tres tallas pequeño.No terminó la EGB. Apenas sabe contar, solo se maneja con el dinero.El tamaño le importa: mejor los billetes de 100. Es anarquista vocacional, pues no obedece normas. Y a las críticas hace oídos sordos.

En el momento culminante de su fiesta, el del soplido, la cumpleañera se inclina y enseña el tanga. Siempre le pasa. De la tarta sale de repente una ‘velina’ que lleva un par de pezoneras con las caras del presidente del Gobierno y del ministro de Industria. Todos ríen. En ese momento,Karmele Marchantereparte unos bollos que ha traído una señora de Cuenca que espera en la puerta a que salgaJorge Javier Vázquezpara decirle que está más delgado en persona que en la tele.Emma Garcíase aburre y le busca chica alpuerta.Piquerasanuncia un tiroteo por megafonía. Falsa alarma, eran solo unos petardos de feria. Suena una canción melódica deKiko Rivera. Los invitados bailan hasta el amanecer, menosMaría Teresa Campos, que se sienta en una silla.

La fiesta de Antena 3, su hermana melliza, se celebra en el centro de eventos de Marina d'Or. Ha empezado tarde, porque Telemadrid estaba grabando la galaVillanueva del pardillo, qué hermosa eres.La joven que hoy cumple 25 parece que tiene 70. Triunfa poco entre las masas. Bastante menos que su hermana. Durante un tiempo quiso imitarla, pero le fue bastante mal en la vida. Todo el mundo veía en ella a una arzobispa disfrazada de cortesana. Así que decidió lavarse la cara, quitarse los brillos y entrar definitivamente al convento.Si hoy es digna es porque nadie la quiso puta. Vota al PP. Y se le nota.

En el momento culminante de su fiesta, el del soplido, la cumpleañera se inclina y enseña las bragas. Se nota que son de esparto. De la tarta sale de repente la presidenta de la Asociación Española del Punto de Cruz y grita: “¡Sorpresita!”. La familia de Norma Duval al completo, invitada al evento, aplaude a rabiar. Mientras,Nacho Abadtrincha el pavo con un azadón ySusanna Grisofriega la loza con unos guantes de Dior, momento queArturo Vallsaprovecha para contarotro chiste malo. Uno más. Suena una canción de Mocedades. Todos brindan con ponche.

…25años contando lo mismo.

El día que conocí a Pitita Ridruejo me dijo: “Nacho, los muertos se aparecen porque quieren transmitirte un mensaje”. Bueno, quizá esto me lo dijoBruce Willis. No me hagan caso, porque, como Truffaut, con el tiempo he acabado confundiendo realidad y ficción. Yo creo que a muchos no les conviene del todo que diferenciemos estas dos cosas. Es más, creo que les beneficia bastante. A muchos no les interesa que se rompa la diégesis, el discurso. Pero yo, sin embargo, sigo viendo los ojos deAntoine Doinelunas tres veces por semana. Me suele pasar cuando leo un buen libro, como el de Bonet. También cuando veo una buena película, como las de Truffaut. Chupito de litio.

Se llamaba Antoine Doinel, tenía 13 años y casi siempre estaba huyendo de algo. La última vez que lo vi en el cine creo que escapaba de un reformatorio. Cruzó el bosque hasta llegar a la playa y, repentinamente, paró en seco y miró a cámara. He vivido quince años de mi vida creyendo que me persigue esa mirada, ese plano final que rompía el discurso, la diégesis, de Los cuatrocientos golpes de Truffaut.

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