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Nacho Gay

Carta de Ajuste

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Pedro Manospiqueras

Mientras Piqueras hacía lo que mejor sabe hacer, todo era más fácil. ¿Cuándo había sido para él más importante un político que un descuartizador? Nunca hasta esta semana

Foto: Ilustración realizada por Paco Sordo para 'Vanitatis'
Ilustración realizada por Paco Sordo para 'Vanitatis'

Hola, mi nombre es Nacho y soy crítico de cine y televisión. Lo sé y lo acepto. Dicen, de hecho, que el primer paso para curarse es siempre reconocerlo. Ahora me gustaría decirles que lo he dejado, pero les estaría mintiendo. No del todo.

Los críticos son una raza en sí misma. Una raza indudablemente superior. Y lo son por la vía de la disidencia, una majadería que les ha funcionado toda la vida. Ellos forman (formamos, perdón) parte de una minoría. Una minoría culta, que ve lo que tú no ves en las películas y que no ve lo que tú ves en la televisión. Y ese tipo de minorías han pretendido habitar siempre en la paradoja. Son claramente menos, pero en realidad son lo más. Somos, perdón.

Los críticos de cine y televisión, ambos, son habitualmente insoportables. Tanto que el “habitualmente” de la frase anterior cumple aquí una función pura y llanamente ornamental. El crítico ‘tipo’ ha sido retratado con buen criterio por algunos de los cineastas que más les han sufrido. En La joven del agua, por ejemplo, M. Night Shyamalan, un genio bastante incomprendido en EEUU, dedica unas líneas de su guion a sojuzgar a un ejemplar de esta raza indudablemente superior. Y lo logra con solo dos secuencias. En la primera, el propio director y guionista del film, que también tiene un papel en el mismo, le pregunta al crítico en cuestión qué le ha parecido una película que acaba de ver. A lo que él responde tajante:

­–Un bodrio.

En la segunda, Shyamalan se venga ymata a su criatura de una forma terriblemente original, atacadapor una bestia camino del aseo, mientras analiza como crítico que es la secuencia de su propia muerte: “Un perro... No, no eres para nada un perro. Es como el momento de una película de terror. Es el preciso momento en el que la mutación o bestia intentará matar al personaje secundario desagradable. Pero en una historia en la que no ha habido ninguna muerte o desnudo previo, el personaje desagradable conseguirá escapar de este encuentro y aparecerá de nuevo en la historia habiendo aprendido una lección importante. Incluso puede que se le permita un momento cómico para que la audiencia se sienta más próxima a él. Ahora es cuando me doy la vuelta y corro. Tú saltarás a por mí y yo cerraré la puerta y tú aterrizarás una fracción de segundo tarde”. Pero no. El crítico muere.

Todos los críticos son, hasta su muerte, ruines y poco fiables, pero una diferencia separa a los de cine de los de televisión. Los primeros se pasan la vida fingiendo que les gustan cosas que en realidad no les gustan y los segundos, muy al contrario, se la pasan simulando que no les gustan las cosas que muy habitualmente les encantan. Parece lo mismo pero no lo es. ¿Que por qué les cuento todo esto? Porque a continuación les voy a hablar un poco de la verdad y la mentira. Un poco. Y es justo que, siendo un servidor crítico de cine y televisión (por tanto, ruin al cuadrado), ustedes tengan claro que, en todo momento, puedo estar fingiendo que me gusta algo que en realidad no me gusta o que me asquea algo que en realidad me encanta. Les serviría de ayuda, además, saber que antes de criticar a Telecinco trabajé en Telecinco y que no descarto volver a trabajar alguna vez allí. Me pagaba Vasile y con él llegué a cruzarme en una ocasión por los pasillos.

¿Ahora se fiarían de mí?

¿Se fían de Pedro Manospiqueras? Hablemos de Pedro.

Con Pedro me pasa una cosa muy rara: tengo claro que es crítico, pero no sé si de cine o de televisión, ya me entienden. Me tiene completamente confundido en este sentido. Él y también su jefe supremo, Paolo Vasile, que cojea cada día de una pata. Eso lo entiendo un poco más, porque Vasile no es crítico de tele ni de cine. No confunde lo que le gusta y lo que no. Lo tiene muy claro. En ese sentido es más como un crítico de ‘estilo de vida’. Es de esos tíos que hablan bien de los sitios en los que le dan de comer gratis y de los hoteles donde el check-out es un puro trámite en el que solo se intercambian llaves.

Sé que me siguen. Por supuesto que Vasile no necesita que el dueño de un restaurante le invite a comer, porque puede incluso que él sea el dueño del restaurante en cuestión. Hablamos aquí de otro tipo de 'cohechos', como se conocen en la jerga periodística los jamones que le llegan a uno al lado de una nota de prensa. Como ven, hay gente especialmente dotada para escribir notas de prensa. Pero Paolo tampoco quiere jamones. Paolo solo quiere que su mesa la ponga siempre el ministro de Industria. Y por eso hace lo que hace.

A pesar de todo, a Vasile sus informativos siempre le han importado una mierda. De hecho, él y yo tenemos una cosa en común, solo una: a ninguno de los dos nos gustan demasiado los periodistas. Para que se hagan una idea, Telecinco, la cadena más vista de España, no hizo el domingo pasado cobertura electoral de ningún tipo. Sabía que se iba a estrellar y le cedió el placer del golpe a su hermana la tonta, Cuatro. Ellos prefirieron apostar por Supervivientes. Y ganaron, claro. En un país como este, un reality gana unas elecciones siempre que se presenta.

Ahora bien, por qué creen ustedes que el mismo hombre (y no vale culpar a la esquizofrenia) ha sido capaz de:

- Crear para los sábados un programa ‘pro PP’ que contrarrestara el efecto de LaSexta Noche. Un programa, Un tiempo nuevo, en el que dar voz a personajes tan telegénicos y vivaces como los ministros Fernández Díaz y Montoro.

- O, en la misma línea de sentido, mandar a la lona de un derechazo a Jesús Cintora a petición vaya usted a saber de qué dueño de qué restaurante de la calle Génova.

Ycasi de seguido:

- Entrevistar en prime time a los muy peperos Juan Carlos Monedero y Willy Toledo.

- Y convertir esta última semana el informativo más visto de España en un espacio propio de La Sexta.

Y esto nos lleva de nuevo a Pedro. Pedro Manospiqueras.

Pedro ha estado raro de cojones esta semana. ¿Cuándo ha tenido más protagonismo en su vida un gobernante que un descuartizador? Nunca. Nunca salvo estos últimos siete días. De los 30 minutos de informativo, ha dedicado casi 25 a hablar de política. Apenas le ha quedado un ratín para dar cobertura a un par de palizas e inmolaciones. Los sepultureros reclaman ya en Twitter su cuota perdida de protagonismo ante este cambio inesperado de pie.

Mientras Piqueras hacía lo que mejor sabía, yo lo veía como un Eduardo Manostijeras de la vida. Un ser raro, gótico, siniestro, oscuro y, por ello, claro, incomprendido. Supongo que conocen el germen de la fábula. De Pinocho a la Bestia pasando por lade Tim Burton, hablamos de un ramillete de criaturas rechazadas tristemente por ser distintas. Antes todo era más fácil. Vasile te preguntaba qué te parecía el informativo de Piqueras y la respuesta siempre era la misma:

Un bodrio.

De repente, todo ha cambiado. Manospiqueras dedica 25 minutos diarios a dar a los frondosos arbustos del prime time la forma del líder de Podemos, Pablo Iglesias, al que puso el martes alfombra roja en plató, donde le entrevistó en directo. Y lo ha hecho jugando con el ‘efecto arrastre’ del rosco de Pasapalabra, que de un tiempo a esta parte se ha convertido en el peor enemigo de un PP que ya tiene demasiados. El arranque del informativo de este jueves, la parte más vista precisamente por ese ‘efecto arrastre’, fue para enmarcar. Lluvia de hostias para Rajoy y los suyos con el ministro de industria, el que reparte licencias, qué casualidad, como protagonista de la foto. Pasen y vean que a mí me da la risa.

Les diré lo que creo. Creo que Piqueras, la criatura dePaolo, que es buen crítico gastronómico, le está dando al dueño del restaurante en el que ambos acabande comer una de cal y una de arena. Es un buen truco, si lo piensan. Un día recibes una llamada y cortas una cabeza y al siguiente cortas una cabeza y recibes una llamada. Es el juego del poder. Otros lo llaman periodismo. Claro que, a mí me pueden ustedes creer o no creer cuando les digo esto porque, al ser crítico de cine y televisión, es muy probable que, por exceso o por defecto, les esté engañando.

No obstante, y en vistas de que podría no hacerlo, mis amigos me han recomendado dejar de hablar más de la cuenta. De hecho, habitualmente garabateo sobre los señores que escriben el guion de mis películas. Es decir, que en cualquier momento me podrían mandar al baño. De hecho, a veces sueño con aquel encuentro. Recuerden que yo trabajé en Telecinco, fui una de sus criaturas. Yme crucé con él en el pasillo. “Es un perro”, pensé. Pero no, no era para nada un perro. Fue como el momento de una película de terror. El preciso momento en el que la mutación o bestia intentará matar al personaje secundario desagradable.

Pero no, me despierto. Era una mera pesadilla. Ufff. Con las pesadillas siempre me entra un hambre que no veas. Del disgusto, supongo. Y entonces me levanto y me como un poquito del jamón que vino con la última nota de prensa de Telecinco.

Hola, mi nombre es Nacho y soy crítico de cine y televisión. Lo sé y lo acepto. Dicen, de hecho, que el primer paso para curarse es siempre reconocerlo. Ahora me gustaría decirles que lo he dejado, pero les estaría mintiendo. No del todo.

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