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María José S. Mayo

La hija del Acomodador

Por
María José S. Mayo

Me gusta cuando andas, Daniel Craig

Querido Daniel Craig,Yo siempre pensé que serías el nuevo Steve McQueen, un tipo nervioso ideal para papeles todoterreno. Ese actor con carisma al que con solo verle

Querido Daniel Craig,

Yo siempre pensé que serías el nuevo Steve McQueen, un tipo nervioso ideal para papeles todoterreno. Ese actor con carisma al que con solo verle andar se le podía reconocer a distancia, porque, más que desplazarte, pareces dar saltitos flotando en el aire.

Y es que tu briosa manera de poner un pie delante del otro me fascina al igual que en su momento lo hiciera Henry Fonda -con otro estilo totalmente diferente, eso sí-  en cintas como Pasión de los fuertes. En Crimen organizadoMatthew Vaughn se deleitaba con ello, incluso con travellings laterales; y Spielberg lo hacia a su manera poniéndote en la piel de tipo duro en esos cinco hombres sin piedad que era Munich.

Pero el que quizá más se explayó hasta acercarte a la chulería fue Martin Campbell en Casino Royale. La flema de la saga Bond era escupida de golpe: moviéndote así, nunca serías un 007 más. El espía dejó de ser ese tipo machista y vacío para demostrar que tenía su corazoncito. Los fanáticos del héroe de Fleming no lo perdonarán nunca, pero los que odiamos los estereotipos, lo agraceremos eternamente.

Andabas, corrías hasta el paroxismo, salías del mar como una Úrsula Andress rebautizada en forma de varón, y sobre todo demostrabas que eras capaz de muchos matices. Solo hay que echar un vistazo a la escena de la tortura, la confirmación definitiva de que se acertó dándote la oportunidad de ponerte al servicio de su majestad a pesar de que te faltaba altura, glamour y, sobre todo, pelo moreno.

Desde luego los personajes de acción te iban al pelo gracias a ese rictus seco e implacable que tan bien explotaste en cintas como Camino a la perdición. Pero tampoco hay que dejar de lado tu faceta de actor profundo,una virtud cultivada a base de subirte a las tablas poniendo en tu boca palabras de Shakespeare y desarrollada en películas como La madre.

Ahora que te puedo ver en Quantum of Solace las dudas me asaltan: quizá me precipité al juzgarte. O quizá -creo que es más probable- Mark Forster te diluyó en un conglomerado de escenas de acción.

No importa, Daniel, me gusta cuando andas y espero que lo sigas haciendo, aunque sea a ritmo lento.

Querido Daniel Craig,