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¡Qué grande eres, Naomi Watts!
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María José S. Mayo

La hija del Acomodador

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María José S. Mayo

¡Qué grande eres, Naomi Watts!

Cuando la vi aparecer en los primeros compases de Mulholland Drive pensé: “Otra actriz rubita mona que añadir a la lista”. Pero no. Siguió avanzando la

Foto: ¡Qué grande eres, Naomi Watts!
¡Qué grande eres, Naomi Watts!

Cuando la vi aparecer en los primeros compases de Mulholland Drive pensé: “Otra actriz rubita mona que añadir a la lista”. Pero no. Siguió avanzando la cinta y me di cuenta de que su talento era desbordante. No habia más que observarla en la escena que realiza una prueba para una película con un actor venido a menos: con eso ya se había ganado el cielo interpretativo.

 

“Qué actriz más buena”, le digo a mi padre. Pero él me repite que no, que como Gene Tierney o la Hepburn no ha habido nadie. En esos momentos pienso en pasarle la mencionada película de Lynch, pero quizá es mejor no jugar con fuego. Podría desheredarme si la ve y no serviría de nada que yo le repitiese: “Que no papá, que para entenderla hay que darse cuenta de que es un relato articulado como la cinta de Moebius, que no sabes porqué razón, pero en cierto momento todo aquello da la vuelta”. El me respondería que no le viniera con excusas, que para hablar de Hollywood y la fama no había más que ver cosas como Cautivos del mal o El crepúsculo de los dioses. En fin...

Quizá le debería pasar mejor El velo pintado, una película de aliento más clásico en la que Watts estaba inmensa en el bovariano papel de Kitty: una chica que se hace consciente de su propia mediocridad mientras se pierde en el exotismo de China Y eso que era difícil estar a la altura de Edward Norton, pura contención.

Pero si sigo pensando en ella, hay una película en la que sin duda partía la pana: 21 gramos. Se te encogía el corazón en aquella escena en la que lloraba desencajada ante Sean Penn –que aquí, y no en otras cintas, sí que estaba de Oscar-. Eso era autenticidad de la que ponía la piel de gallina.

En Promesas del Este no pude disfrutar más viéndola al lado de ese claro objeto del deseo llamado Viggo Mortensen (al que ya me rendí aquí hace unas cuantas semanas), y en King Kong demostraba que, era verdad, podía hacer que la una fuerza de la naturaleza se rindiera a sus encantos.

La fama le vino tarde, ya entrada en la treintena, pero ahora que acaba de cumplir los 40 puedo decir sin riesgo a equivocarme que es la actriz más dotada de su generación desde que Kidman está con unos cuantos tics y un tanto inexpresiva. Su fragilidad, su capacidad de llevar la emoción hasta el punto justo, su ductilidad... Naomi te conquista con muy poco. Para muestra un botón (Papá, este vídeo va por ti):

Cuando la vi aparecer en los primeros compases de Mulholland Drive pensé: “Otra actriz rubita mona que añadir a la lista”. Pero no. Siguió avanzando la cinta y me di cuenta de que su talento era desbordante. No habia más que observarla en la escena que realiza una prueba para una película con un actor venido a menos: con eso ya se había ganado el cielo interpretativo.