Yo también quiero tomar lo mismo que los guionistas de 'El Barco'

¿Tiene usted dolores abdominales? ¿Se nota cierta inflamación? ¿Piensa que puede tener apendicitis? No se preocupe. Gracias a El Barco ya no es necesario acudir al médico. Simplemente con alguien que tenga ciertas nociones de medicina, un libro en el que se detalle cómo operar y con un poquito de anestesia local tiene suficiente. Y no se preocupe si está un poco ebrio o está en un barco en medio de un gran ciclón. Todo se puede. Fácil, sencillo y para toda la familia.

Surrealista, ¿verdad? Desde luego. Pero es que la incoherencia se ha convertido en un pasajero más de El Barco durante esta segunda temporada, terminando por cargarse la poquita congruencia que tenía una serie que comenzó ofreciéndonos una historia la mar de interesante.

Y si no, ¿cómo se explica el episodio musical con el que se despidió la ficción el pasado jueves hasta el próximo año? ¿Realmente es comprensible que un capitán ponga en peligro la vida de sus tripulantes por salvar a unos astronautas que están en medio de un ciclón? ¿Qué transportan los barcos? ¿Saberes? ¿A dónde se dirigen? ¿A la Antártida?

Y perdónenme por hacer tantas preguntas y no ofrecerles más ejemplos. Pero es que hace tiempo que decidí no contribuir al destrozo de lo que parecía una historia pseudo fantástica en la línea de series como El Internado o Perdidos, con todo el respeto que la serie de Abrams se merece. Una historia que daba un soplo de aire fresco a nuestra ficción, tan acostumbrada a alumbrar series del tipo Vida Loca o A ver si llego.  

Sin embargo, no sabemos si la falta de ideas o por el subidón que da marcar datos por encima del 20%, los mismos guionistas que idearon el final de Los Serrano han decidido ahora desaprovechar la trama apocalíptica y decantarse por historias tan surrealistas que podrían ser perfectamente objeto de estudio por parte de Cuarto Milenio. De esta forma, una serie que empezó siendo una mezcla entre Julio Verne, Stephen King y Sensación de Vivir, Armaggedon, Supersalidos y Perdidos ha terminado por convertirse en una parodia de sí misma.

Una lástima que la dictadura de las 'carpeteras' haya desvirtuado una idea tan buena que podría haber abierto camino a series pseudofantásticas. Una pena que las preguntas que se hagan los espectadores sean tan pueriles. Esperemos que no pase lo mismo con Luna: El misterio de Calenda. Cruzaremos los dedos.