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Las razones por las que las abuelas rusas no deben ganar Eurovisión
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Juan M. Fdez

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Juan M. Fdez

Las razones por las que las abuelas rusas no deben ganar Eurovisión

Llámenme friky, 'talifan', iluso. Pero me niego a aceptar que aquellos mismos europeos que alzaron en 1974 a Sir Björn Ulvaeus y Sir Benny Andersson -para

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Las razones por las que las abuelas rusas no deben ganar Eurovisión

Llámenme friky, 'talifan', iluso. Pero me niego a aceptar que aquellos mismos europeos que alzaron en 1974 a Sir Björn Ulvaeus y Sir Benny Andersson -para mí son dos grandes señores- como los mejores compositores del continente por la divertida y pegadiza Waterloo, lo cuál les abriría después las puertas del Olimpo de la música; sean los mismos que este sábado tengan intención de alzar a los compositores de la canción rusa a los altares de Eurovisión.

Me niego a que compartan ese galardón. Por respeto a su legado, a su música, a sus maravillosas creaciones, los creadores de ABBA no se lo merecen. Y espero que los jurados profesionales de los 42 países que participan -son los responsables del 50% de los votos-  también tengan un poco de criterio y sepan que si dan la victoria a las abuelas rusas estarán matando al propio Festival y dando la razón a todos aquellos detractores que hablan de él como un concurso pasado de moda, un tostón politizado y rancio o un nido de frikis. 

Espero que sepan lo difícil que está el mundo de la música y lo mucho que luchan algunos compositores por hacerse un hueco en ella. No lo olviden. Espero que entiendan que las abuelas rusas divierten, entretienen y dan espectáculo pero que no deben ganar. Es perfectamente respetable que el televoto les conceda sus puntos porque les hacen gracia, son adorables y tiernas y les hacen pasar un buen momento. Pero al jurado no les debe valer los sentimentalismos.

Quieran o no, Eurovisión es un festival de música -más abajo se lo demuestro con ejemplos- y el jurado debe dar la victoria a aquellas personas que dedican su vida a ella. El jurado, y quizá también el público, debe valorar el talento, la creatividad, el esfuerzo. No se puede estar alzando a los altares a personas o cantantes por el simple hecho de que nos diviertan un rato. Y si no, piénsenlo: ¿Les gustaría que hubiera intrusismo en su profesión? 

Ahora me vendrán ustedes con aquello de que cómo puedo sorprenderme de estas cosas si Eurovisión dejó de ser un festival de música hace años para convertirse en un festival de puestas en escenas. Que sí, que sí, que lo que digan ustedes. Pero desde que el jurado especializado volvió a Eurovisión -e incluso desde dos años antes- no ha habido ningún friky que ganara el certamen. En 2007 ganó una canción serbia con una impresionante factura, en 2008 una bonita balada rusa, en 2009  el folk noruego, en 2010  el pop desenfadado de la alemana Lena y el año pasado Italia regresó al concurso obteniendo una segunda posición con un esplendido jazz. (Párense a ver los vídeos, háganme el favor).

Así que déjense de conspiraciones -¿Cómo se va a manipular a 42 países?-, disfruten del mejor espectáculo musical y televisivo que existe y, si votan, tengan paladar fino y háganlo con conciencia. Más que nada para que no nos pase como en 1978 cuando España dió la victoria a Israel en el último momento ante la sorpresa de Betty Missiego y de millones de españoles.

 

Llámenme friky, 'talifan', iluso. Pero me niego a aceptar que aquellos mismos europeos que alzaron en 1974 a Sir Björn Ulvaeus y Sir Benny Andersson -para mí son dos grandes señores- como los mejores compositores del continente por la divertida y pegadiza Waterloo, lo cuál les abriría después las puertas del Olimpo de la música; sean los mismos que este sábado tengan intención de alzar a los compositores de la canción rusa a los altares de Eurovisión.