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Feliciano, las Carrillo Pariente han quedado retratadas
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César Andrés Baciero

Mucha tele que cortar

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César Andrés

Feliciano, las Carrillo Pariente han quedado retratadas

En menos de una semana en 'Supervivientes', madre e hija han demostrado unos caracteres difíciles con los que es casi imposible lidiar en cualquier circunstancia. Punto de partido para López

Foto: Lucía Pariente y su hija, Alba Carrillo, en una imagen de archivo. (Gtres)
Lucía Pariente y su hija, Alba Carrillo, en una imagen de archivo. (Gtres)

Si a buen entendedor pocas palabras bastan, a audaz observador cinco minutos viendo ‘Supervivientes’ le sirven para concluir que Lucía Pariente no es la mano que mece la cuna de su hija Alba Carrillo. Ambas se retroalimentan en una espiral de total falta de cordura y compostura. Un vaivén absurdo que empieza con una columpiando a la otra y termina con la otra dando impulso a la una. De tal palo tal astilla.

Las Carrillo Pariente, a través de una discusión con Gloria Camila (a partir de ahora Gloria-K) y su novio Kiko, han dejado patente que nadie maneja su barca, un cayuco donde cunde el desgobierno pues tan pronto manda marinero como obedece patrón. Por si usted no ha visto la televisión desde el lunes lo resumo: los unos llaman vagos a la otras y estas a la pareja de enamorados, prosiguen llamándose aprovechados y viceversa hasta que Alba pronuncia el nombre de la 'más grande’ en vano y le espeta en la cara a la hija de José Ortega Cano que ella (Alba) no tiene un padre que ha pasado por prisión. Gloria-K enfurece y forcejean. Cabe añadir que Kiko la había acusado a la ex de Fonsi Nieto de ‘cazafamosos’ y de ir buscando un ‘bombo’ del DJ.

Después de ver a madre e hija pelear en equipo y entre ellas (porque también se dan calor familiar con estopa), uno no puede evitar acordarse de Feliciano López. Y de mis pobres Mellis, que tuvieron que presenciar tan magna movida; ellas que están desacostumbradas al conflicto porque vienen de Cantora, donde reina la paz y la armonía familiar entre los Pantoja. Pero sobre todo de Feliciano, la verdad (a no ser que como yo te hayas visto este vídeo -pincha AQUÍ- de las hermanas cantando ‘Hoy tengo ganas de ti’ a Malena Gracia y María de Mora -entre otras- seis millones de veces), porque Alba se ha convertido en un personaje autónomo de sus ex, pero cuesta olvidarse de ellos cuando se topa con ella en pantalla. Especialmente porque la supermodelo los cita cuando viene a cuento y cuando no también, nadie la manda. En la vida de Alba siempre es San Queremos. Ella marca su destino, es víctima de su novela.

Uno piensa en Feliciano y empatiza con él, aunque no quiera, porque se lo imagina en el domicilio conyugal presenciando estas ‘conversaciones’ entre la mamá y la niña (en las que Alba llama bruja a Lucía) con esa carita de '¿qué he hecho yo para merecer esto!' (Feli la finge muy bien porque es de labio inferior caído y este rasgo facial siempre aporta incredulidad al rostro) y no puede por menos que ponerse en su piel bronceada por el sol que atiza en las pistas de tenis. Porque el chico además de ser ex de Carrillo, es tenista, por si se había usted olvidado.

No digo que Feli sea un santo o un tonto de baba, quizás masoquista, porque ha estado con ella cuatro años, pero si a Gloria-K que no la conocen de nada la hurgan en las entrañas para revolvérselas, no me puedo imaginar lo que le pueden haber llegado a decir al ex de Alba en confianza y en la intimidad. Si en el jubilado ‘Sálvame Deluxe’ quedó claro que Pariente se metía en esas cosas que llaman 'de dos', en menos de una semana en ‘Supervivientes’ ambas han quedado retratadas como un par de expertas en distorsionar la realidad, en ver la paja en el ojo ajeno, no advertir la viga en el propio, en gritar, gritar mucho y muy alto, y en presentarse como un par de víctimas. Rubias, lo poquito gusta y lo mucho cansa.

Si a buen entendedor pocas palabras bastan, a audaz observador cinco minutos viendo ‘Supervivientes’ le sirven para concluir que Lucía Pariente no es la mano que mece la cuna de su hija Alba Carrillo. Ambas se retroalimentan en una espiral de total falta de cordura y compostura. Un vaivén absurdo que empieza con una columpiando a la otra y termina con la otra dando impulso a la una. De tal palo tal astilla.

Alba Carrillo