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De Belén a Jerusalén: un viaje por Tierra Santa
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Daniel Camiroaga

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Daniel Camiroaga

De Belén a Jerusalén: un viaje por Tierra Santa

En la calle Sultán Suliman, muy cerca de la puerta de Damasco, tomo el autobús 21, de color azul, ocupado solo por árabes que hablan en un tono de voz alto...

Foto: Fotos: Turismo de Israel
Fotos: Turismo de Israel

En la calle Sultán Suliman, muy cerca de la puerta de Damasco, tomo el autobús 21, de color azul, ocupado solo por árabesque hablan en un tono de voz alto y sonoro. Se da un rodeo para recorrer en apenas veinte minutos la distancia que separa Jerusalén de Belén. El grafitti rompe el tono gris militar y duro del muro que separa ambas realidades. Ante el checkpoint, las medidas de seguridad para entrar en Belénson menos estrictas que en sentido contrario.

Descubro un paisaje más árido, gris y anodino que el que hemos dejado atrás en Galilea. Las casas se antojan más pobres; muchas a medio construir, todas de tejado plano y aljibes que recogen la bendita lluvia. Belén, origen de la dinastía del rey David, es árabe de los pies a la cabeza. La gente vive las calles,los comercios muestran la mercancía en las aceras, los escasos cocheshacen sonar su claxon, los edificios de piedra pálida, casi blanca de puertas y contraventanas azulonas,las calles algo polvorientas... El Mercado Viejo, bullicioso, auténtico y desordenado, un gran bazar de fruta y verdura. Imagino que su ambiente es similar desde hace siglos.

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Al otro lado de la plaza Mangerdisfruto de un te verde de menta, algo dulce para mi gusto, mientras veo cómo rivaliza el minarete de la gran mezquita con los campanarios de la iglesia de la Natividad. La más antigua de la cristiandad, levantada en el siglo IV, sobre la gruta en la que nació Jesús. Sus muros recios y cargados, contienen el portal de Belén de nuestro imaginario infantil. Accedepor la pequeña puerta de la humillación. Dentro, los mosaicos de la era romana, las grandes columnas pareadas, las lámparas, candelabros y candiles, cuelgan en una nave amplia y diáfana. Como hace 2.000 años, una estrella, esta vez en el suelo, anuncia el lugar donde nació Cristo. En el exterior, sobrevive todavía algún pequeño artesano que talla belenesy figuras religiosas en madera de olivo.reminiscencias de la cada vez más exigua comunidad árabe-cristiana.

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De vuelta, las majestuosasmurallas de Jerusalén, alumbradas por la gran cúpula de la mezquita,guardan el alma de la humanidad. Donde se levantaba el templo sagrado y nació Adán para los judíos,donde ascendió Mahoma a los cielos y donde murió y resucitó Jesucristo. El trozo más santo y místico del planeta. De la ciudad fluye un aura mágicaque transforma el viaje en un recorrido iniciático hacia el interior de cada uno. Levitas y tirabuzones tocados con kipas, oran solemnemente junto al Muro. Postrados de rodillas, rezan profundamente junto al Santo Sepulcro.

Los cuatro barrios del Jerusalén antiguomantienen el equilibrio largamente sostenido. Las calles sinuosas del barrio cristiano.bulliciosas y más desordenado el barrio árabe.armónico y amable el armenio. y ordenado y limpio el barrio judío. Toma una copa cuando caigael solen el hotel American Colony, donde acude el cuerpo diplomático. En el hospicio austriaco puedes tomar un café y disfrutar de las vistas.

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Dónde comer: En el mercado Yehuda, en Rachmo, sirven unbuen mezze, y en Azura, auténticacomida local. En Arcadia, cocina local 'deconstruida'. Dicen que el mejor humus se comeen Lina, en el barrio cristiano. Kadosh esmuy popular por su buen café y mejor repostería. Majda, un encantador restaurante a 20 minutos de la ciudad, en un pequeño pueblo en las colinas de Judea. Y por últimoMichal y Yaakov, queofrecen muy buena cocina de fusión.

Dóndedormir en Jerusalén: Hotel Rey David, cuyas paredes han visto fraguar una gran parte de la historia de este lugar.

Dónde dormir en Belén:Casa Nova, regentado por los padres Franciscanos.

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En la calle Sultán Suliman, muy cerca de la puerta de Damasco, tomo el autobús 21, de color azul, ocupado solo por árabesque hablan en un tono de voz alto y sonoro. Se da un rodeo para recorrer en apenas veinte minutos la distancia que separa Jerusalén de Belén. El grafitti rompe el tono gris militar y duro del muro que separa ambas realidades. Ante el checkpoint, las medidas de seguridad para entrar en Belénson menos estrictas que en sentido contrario.

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