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Los tacones sólo son para las princesas
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Laura S. Lara

Escuela de Glamour

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Laura S. Lara

Los tacones sólo son para las princesas

Ayer llegué a casa con los pies destrozados. Medio día fuera de la redacción y demasiadas horas de pie manteniendo la profesionalidad y la sonrisa; mañana y

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Los tacones sólo son para las princesas

Ayer llegué a casa con los pies destrozados. Medio día fuera de la redacción y demasiadas horas de pie manteniendo la profesionalidad y la sonrisa; mañana y tarde de evento en evento vestida para primeras impresiones, que son las que cuentan. Elegante pero informal, y con tacones, por supuesto.

Es curioso. Las que no solemos llevar a diario estas ‘estructuras sociales’ admiramos y envidiamos, por partes iguales, a aquellas para las que andar con más de diez centímetros de alza es tan sencillo como abrocharse los botones de la camisa.

Es el misterioso caso de las celebrities. ¿Acaso sus pies están hechos de otro material? Cuando se quitan sus maravillosos zapatos, ¿no maldicen al fabricante ni sienten deseos de lanzarlos contra la pared? No, probablemente su glamour les impida llevar a cabo gestos tan cotidianos para las demás. Y es que, más allá de que las estrellas utilicen calzado de firma de primera calidad, y que años de entrenamiento abalen su indudable habilidad sobre stilettos, no consigo comprender cómo algunas pueden pasearse sobre verdaderas arquitecturas a prueba de equilibristas, sin que la incomodidad se aprecie en sus rostros y con una agilidad que yo sólo consigo con zapatillas de deporte. Quizás las mujeres que usan tacones imposibles como si tal cosa hayan nacido con un don especial, como las princesas de un cuento.

Aunque pensándolo bien, existen casos aún más enigmáticos. Sara Carbonero, por ejemplo, abandonó de un día para otro sus Converse de toda la vida para calzarse unas cuñas bien altas y no volver a quitárselas jamás. O doña Letizia, que en cada aparición pública aumenta un par de centímetros sus plataformas como si quisiera llegar a alcanzar en altura a don Felipe. Dos periodistas convertidas, de la noche a la mañana, en princesas que ya no conciben la vida sin tacones. Una de verdad, y la otra desde que encontró a su príncipe azul con camiseta blanca.

Hoy utilizo Escuela de Glamour, sin que sirva de precedente, para mostrar mi más sincera envidia a estas expertas. Dada mi probada inexperiencia en lucir con gracia unos tacones después de varias horas sin sentarme, sólo me queda esperar, como Cenicienta, a que algún día aparezca también mi propio príncipe portando unos zapatitos de cristal... Y puestos a pedir, que tengan tacones mágicos. Por soñar que no quede.

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Ayer llegué a casa con los pies destrozados. Medio día fuera de la redacción y demasiadas horas de pie manteniendo la profesionalidad y la sonrisa; mañana y tarde de evento en evento vestida para primeras impresiones, que son las que cuentan. Elegante pero informal, y con tacones, por supuesto.