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Café Society
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Los tiempos en que Iñaki Urdangarin era el niño bonito en la recepción del palacio real por el Día de la Hispanidad
Así eran las recepciones del 12 de octubre cuando la familia real aún posaba unida en el Palacio de Oriente y luego se celebraban los famosos "corrillos" de la Fiesta Nacional
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La recepción en el Palacio de Oriente, tras el desfile militar del 12 de octubre, marcaba la agenda afectiva de los miembros de la familia de don Juan Carlos y doña Sofía. Hubo un tiempo en que, en esas reuniones institucionales, el matrimonio de la infanta Elena y Jaime de Marichalar aparentemente funcionaba; la pareja formada por los duques de Palma era la más vistosa, y el príncipe Felipe prefería no dar explicaciones sobre su vida sentimental. En esta reunión festiva, la Primera Familia salía totalmente reforzada. Los monárquicos, más monárquicos; los republicanos, abducidos hasta el día siguiente.
La mecánica era siempre la misma: los reyes titulares y sus familiares directos se colocaban en el salón del trono para el besamanos. Este protocolo se ha mantenido año tras año. Lo que cambiaba eran los integrantes de esa foto familiar. El primero que salió de la recepción real fue el duque de Lugo. Dejó de serlo y nunca más volvió a formar parte de ninguna aparición conjunta, salvo la Primera Comunión de los hijos. Actos privados que, al acudir los abuelos reales, se convertían en semipúblicos.
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La siguiente fue la infanta Elena, a la que se le buscaban actos fuera de Madrid por aquello de justificar ausencias. Para que la ausencia de la primogénita no fuera tan llamativa, los Urdangarin Borbón también se extinguieron. Hubo varias interpretaciones: una, que lo hicieron para solidarizarse con la hermana y cuñada; otra, que la pareja no tenía ningún interés en encontrarse con los directores de los medios con los que no tenían más remedio que relacionarse. Con el tiempo, esa comunicación —que nunca fue excesivamente estrecha— se agrió cuando surgió el caso Nóos como pieza separada número 25 del caso Palma Arena. Nunca más hubo estructura familiar potente.
Durante esos años, Urdangarin era el “niño bonito”, tanto de don Juan Carlos como de la prensa. Era deportista, cercano y, además, guapo. Los periodistas que asistían al acto social comparaban esas salidas del besamanos y de la foto institucional con la novela de Agatha Christie en la que iban desapareciendo los invitados que convivían en una isla. Recomiendo su lectura.
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Hubo un año, en 2003, en que el príncipe Felipe no acudió. La explicación que se dio en aquel momento fue que el heredero tenía un viaje programado a Estados Unidos desde hacía tiempo. Una visita oficial con parada en Nueva York y sin tiempo para regresar y estar en el desfile de las Fuerzas Armadas y después en la recepción. No fue muy creíble la historia. En los corrillos se dijo que la relación entre padre e hijo no era buena después de que, a través de Fernando Almansa (jefe de la Casa de Su Majestad), le obligaran años atrás a romper con Eva Sannum.
Nunca se supo la verdadera razón de la incomparecencia del heredero ese 12 de octubre. Pero algo más de un mes después de esa ausencia, el 6 de noviembre de 2003, el príncipe Felipe y la periodista Letizia Ortiz anunciaban su compromiso. Ya no hicieron falta más explicaciones. La futura boda real barrió todas las dudas.
Volvamos a aquellos primeros años en los que los yernos de don Juan Carlos y doña Sofía formaban parte del 'atrezzo' real. Una vez que finalizaba el saludo institucional, la familia pasaba a otros salones y se formaban los corrillos. Los informadores que cubrían en sus medios las noticias nacionales e internacionales rodeaban al rey, al príncipe y a los ministros. Los de sociedad, a la reina, las infantas y, sobre todo, a Iñaki Urdangarin, que era el más vistoso y simpático en aquellos primeros 12 de octubre. Jaime de Marichalar no era muy sociable y no se despegaba de su mujer.
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El deportista destacaba por su altura. Salvo el príncipe, Urdangarin era el más rubio, el más guapo y con el mejor talante para agradar a las periodistas. En 2005 fue el protagonista total. 'Vanitatis' ya había publicado el interés de los duques de Palma por cambiarse de domicilio a uno más grande. Las opciones inmobiliarias eran variadas: desde un dúplex cerca del Real Club de Tenis hasta un ático con jardín privado en la calle dels Cavallers. Hubo una tercera alternativa en la avenida Pearson, y así apareció en el libro 'La infanta invisible' (Ediciones B).
Eran varias las posibilidades, pero no se sabía nada del palacete de Pedralbes que, con el tiempo, se convertiría en el principio del fin con la apertura del caso Nóos. Fue el propio duque de Palma quien lo confirmó regalando la exclusiva. La infanta se encontraba en otro lado del salón y no estaba presente cuando el yerno preferido de don Juan Carlos dio la noticia: “Nos vamos a cambiar a una casa más grande en la zona de Pedralbes”.
Como era de esperar, la noticia se publicó y la Casa Real lo desmintió.
La recepción en el Palacio de Oriente, tras el desfile militar del 12 de octubre, marcaba la agenda afectiva de los miembros de la familia de don Juan Carlos y doña Sofía. Hubo un tiempo en que, en esas reuniones institucionales, el matrimonio de la infanta Elena y Jaime de Marichalar aparentemente funcionaba; la pareja formada por los duques de Palma era la más vistosa, y el príncipe Felipe prefería no dar explicaciones sobre su vida sentimental. En esta reunión festiva, la Primera Familia salía totalmente reforzada. Los monárquicos, más monárquicos; los republicanos, abducidos hasta el día siguiente.