Pilar Rubio todo lo hace bien, como Sergio Ramos: "Siempre le digo que es como el Da Vinci del siglo XXI"

Pilar Rubio es una mujer multitareas. Lo mismo presenta un espacio en televisión que desafía a 'El Desafío', cose el bajo de las cortinas de su casa, prepara menús exóticos para sus hijos, muestra su tabla de gimnasia, se reúne con el equipo de la firma de lencería y baño gallega Selmark y, si hace falta, se convierte en modelo por una noche.

Esto último es lo que hizo este jueves en el Palacio Neptuno. Tiene una cualidad importante, que es respetar el trabajo de los periodistas sin el divismo de otros personajes con poco historial profesional que rehúyen preguntas personales. En realidad, de este último grupo lo que menos interesa es lo que ellos quieren contar. Como digo, no es el caso de Pilar Rubio, que nunca olvida sus tiempos de reportera, cuando algunos famosos le daban la espalda.

Su aparición estelar al final del desfile con un conjunto de lencería en rojo pasión causó sensación. Se celebraba el cincuenta aniversario de esta firma con sede en Vigo, con dos generaciones (y una tercera a punto) dedicadas desde 1975 al mundo de la corsetería y el baño.

Rubio quiso que Rafael Rey y su mujer, Virginia Roveli, directora creativa, subieran con ella a la pasarela que minutos antes había servido para el desfile, donde las modelos presentaban la evolución de la corsetería desde la fundación de la marca.

Una vez que terminó la presentación, Pilar Rubio no se fue, sino que quiso compartir con los invitados lo que se denomina en el argot de la moda “el después”.

Se fotografió con el equipo, con las dueñas de tiendas de toda España que asistieron al acto, con los invitados. No puso ninguna excusa, y lo podría haber hecho porque estaba recién llegada de Monterrey (México), donde vive con sus hijos y Sergio Ramos desde que el futbolista fichó por el equipo de la ciudad. Acompañada de Garbiñe Abasolo, que además de su representante es amiga desde hace años, nos contó historias hasta ahora desconocidas.

Por ejemplo, que Sergio Ramos lleva cantando y tocando la guitarra desde que eran novios; que reconoce que su marido hace todo bien; que no tiene intención de hacer un dúo musical al estilo de Romina y Albano; que hace yoga con sus hijos, a los que no martiriza con comidas veganas; que no le importa volar las horas que sea si tiene un compromiso afectivo, ya sea familiar o de amigos; que está feliz en México y que le fascinan las micheladas.

—¿No te ha dado vértigo desfilar en lencería?

La verdad es que no, porque esta firma para la que trabajo lo que hace es resaltar lo bonito del cuerpo de la mujer. Y da tranquilidad. Y esto sirve para todas, no solo para las modelos. La verdad es que somos como familia y hasta discutimos bastante a la hora de hacer los diseños. Yo propongo a veces cosas muy locas que puede ser que no sea fácil trasladarlas al diseño.

—¿Cómo tienes tiempo para todo?

Lo importante es tener salud. Lo demás es cuestión de priorizar, y a veces a costa de dormir menos. Lo que sí me doy cuenta es de que he cumplido 47 años y tengo que aprovechar y disfrutar los momentos. Dedicarles el tiempo a las cosas importantes y evitar las que no me aportan nada. Por ejemplo, poder elegir los proyectos en los que quiero participar. Lo que sí procuro es hacer cosas para sentirme bien físicamente. Hago entrenamiento de fuerza cinco días por semana y yoga con mis hijos por la noche. Se lo pasan superbien.

—¿Qué opinas de la aventura musical de Sergio Ramos?

Llevo escuchando a mi marido cantar y tocar la guitarra desde que le conozco. Recuerdo que una de las cosas que me gustó de él cuando empezamos era esa parte tan sensible y creativa que tiene. Sergio todo lo hace con pasión, con ilusión, y lo admiro y me hace sentir viva. He pasado horas y horas con él tocando la guitarra y, por eso, para mí no es nada nuevo.

—¿Cantarías públicamente con él?

Me gusta la música, pero canto fatal.

—Parece que Sergio todo lo hace bien. Es un poco exagerado.

El defecto que tiene es que es demasiado perfecto. Yo le digo que es como el Da Vinci del siglo XXI. Lo mismo pinta, entrena o canta, que me escribe unas cartas de amor superbonitas que guardo como el mayor tesoro. A veces le digo: “Oye, podías hacer algo mal”.