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Su padre, su hijo y los nietos: la justificación para las dos memorias de Juan Carlos I
Las biografías del rey emérito, dictadas primero a José Luis de Vilallonga y ahora a Laurence Debray, muestran su necesidad de justificarse ante la historia y su familia
Las memorias de don Juan Carlos, que aún no han salido en España sino en Francia, ya se han convertido en polémicas. Sucedió lo mismo en 1992, cuando el rey emérito todavía era jefe del Estado. En aquel momento se las dictó a José Luis de Vilallonga, grande de España, cuya familia había sido fiel a Alfonso XIII. El escritor y aristócrata estuvo exiliado en París precisamente por sus críticas a Franco y, en consecuencia, a don Juan Carlos. El 22 de julio de 1969, el dictador lo había nombrado “sucesor a título de Rey” mediante la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado, una decisión que las Cortes franquistas ratificaron ese mismo día.
Para Vilallonga, que el príncipe de España (ese era el tratamiento de Juan Carlos) negara la herencia de sangre y, por lo tanto, a su padre, el conde de Barcelona, fue suficiente para mantener esa crítica durante años. Llegó la democracia y, con el paso del tiempo, el rey Juan Carlos decidió que nadie mejor que el aristócrata y grande de España para escribir su vida. En esas conversaciones no solo hay explicaciones a muchos de los asuntos más peliagudos del reinado, sino que el escritor traslada al lector otra faceta emocional de un monarca desconocido: en ocasiones doliente, triste y solo.
Aquellas tardes y mañanas de charlas en el Palacio de la Zarzuela —donde Vilallonga nunca dejó de tratarlo como “majestad”— se han reeditado bajo el mismo título con el que aparecieron en España: 'El Rey' (La Esfera). En Francia, que fue la primera edición, se publicó como 'Le Roi'. Y la polémica estuvo servida.
Hace un año, don Juan Carlos quiso que se supiera que estaba de nuevo reescribiendo su vida. En este caso, la amanuense era Laurence Debray. Poco o nada se sabía de ella, salvo que había participado en un documental y era autora de dos libros: 'La forja de un rey' y 'Mi rey caído'. A partir de esa popularidad, en España se convirtió en personaje. Concedió entrevistas en las que el único que salía bien parado era don Juan Carlos, ante una parte de España que no admitía las “tropelías” del anterior jefe del Estado.
En Francia, sin embargo, no tuvo repercusión. En realidad, las historias reales de España despiertan poco interés en ese país, salvo que quien las escriba tenga ya un nombre. En el caso de Vilallonga, era un escritor y columnista reconocido. De hecho, la biografía publicada en 1992 se tradujo a varios idiomas (francés, inglés, italiano, alemán, japonés y turco, entre otros), y junto con su mujer realizó un periplo por todos estos países. En España, el libro fue motivo de polémica por las explicaciones que daba don Juan Carlos sobre la legalización del Partido Comunista, su opinión de Santiago Carrillo, Adolfo Suárez, Felipe González y otros políticos —unos demócratas, otros al servicio de las Cortes franquistas—. Sin olvidar, por supuesto, el golpe de Estado del 23 de febrero. Y lo más importante: la reivindicación de su padre, el conde de Barcelona. Fue una manera de justificar, e incluso mostrar, que no tuvo más remedio que aceptar las condiciones de Franco. Y, por supuesto, de dejar un legado para el heredero Felipe de Borbón y Grecia.
Las nuevas memorias, que ahora se acaban de publicar en Francia bajo el título Reconciliación, vuelven a convertir al monarca jubilado en protagonista de la actualidad. Medios como 'Le Figaro, 'Le Point' y 'Paris Match' adelantaron este miércoles extractos de sus vivencias. Esta vez no están dictadas desde la que fue residencia de la jefatura del Estado. Una vez que don Juan Carlos quiso actualizar su vida, Laurence Debray se trasladó a Abu Dabi para escuchar la historia de un hombre de 84 años que no estaba de acuerdo con la forma en que la historia lo recordaba. La explicación que dio para reescribir sus más de ocho décadas de existencia fue que le estaban “robando la historia" de su vida.
Varios de esos capítulos ya se conocían, incluso el dedicado a la reina Sofía, de quien instituyó la frase: “Es una profesional”. Una definición que nunca gustó a la esposa real. En aquel momento, las infidelidades eran continuas, pero no formaban parte del conocimiento ciudadano. En estas revelaciones sentimentales vuelve a definirla, pero no pide perdón. Tampoco por los muchos desaciertos (y también aciertos) a lo largo de su existencia como jefe del Estado.
Y don Juan Carlos repite la justificación para excusar lo que, sin duda, se convertirá en el desencadenante de nuevas polémicas que no favorecen al rey Felipe ni a la institución. El monarca emérito ha explicado que quiere que su hijo y sus nietos conozcan la realidad de su existencia, ahora que se encuentra en la última etapa de su vida. Si con José Luis de Vilallonga el pretexto fue reivindicar al conde de Barcelona y mostrar la sensación de soledad, ahora lo es la nostalgia desde el paraíso elegido por él mismo y la intención de dejar la herencia histórica a sus nietos, la misma que ya estaba escrita en 1992.
Las memorias de don Juan Carlos, que aún no han salido en España sino en Francia, ya se han convertido en polémicas. Sucedió lo mismo en 1992, cuando el rey emérito todavía era jefe del Estado. En aquel momento se las dictó a José Luis de Vilallonga, grande de España, cuya familia había sido fiel a Alfonso XIII. El escritor y aristócrata estuvo exiliado en París precisamente por sus críticas a Franco y, en consecuencia, a don Juan Carlos. El 22 de julio de 1969, el dictador lo había nombrado “sucesor a título de Rey” mediante la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado, una decisión que las Cortes franquistas ratificaron ese mismo día.