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Núria Tiburcio

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Girona, 21 de febrero, 11:30 de la mañana. La Princesa de Asturias entra en el Hotel Meliá Vichy Catalán rodeada por un séquito de escoltas para

Foto: La princesa, durante el acto (I. C)
La princesa, durante el acto (I. C)

Girona, 21 de febrero, 11:30 de la mañana. La Princesa de Asturias entra en el Hotel Meliá Vichy Catalán rodeada por un séquito de escoltas para asistir a las conferencias “Cómo educar el talento desde la escuela”. Tras un saludo afectuoso con los organizadores del acto, se dirige hacia la cafetería donde se encuentran los participantes de la reunión. La reacción es inmediata, todos la miran y la rodean sacándole cientos de fotografías con sus móviles.

La esposa del Príncipe se mantiene en una actitud distante pero atenta, seria pero siempre amable. Saluda a todos –incluyéndome a mí- y se fotografía con ellos sin problemas entre piropos que la llaman “guapa” o “preciosa”. Ella responde con un tímido “gracias”. Sin embargo, los comentarios que se escuchan entre los grupitos no son tan benevolentes. “Mucho mejor antes de operarse”, comenta una chica a sus amigas “Sí, y está mucho más delgada que en la tele” responde otra.

Su vestuario es de lo más informal, acorde con el del resto de los asistentes. La Princesa luce uno de sus típicos conjuntos creados con piezas recicladas: pantalón gris –quizás demasiado ajustado-, una blusa blanca de seda con pliegues en la parte frontal de Boss y una cazadora de piel marrón con botones dorados de la temporada otoño-invierno 2010/11 de Hugo Boss, valorada en 620 euros. En sus pies, unos salones marrones en “T” de la firma mallorquina Mascaró, y en sus manos, un bolso beige de piel acolchada de Adolfo Domínguez.

Girona, 21 de febrero, 11:30 de la mañana. La Princesa de Asturias entra en el Hotel Meliá Vichy Catalán rodeada por un séquito de escoltas para asistir a las conferencias “Cómo educar el talento desde la escuela”. Tras un saludo afectuoso con los organizadores del acto, se dirige hacia la cafetería donde se encuentran los participantes de la reunión. La reacción es inmediata, todos la miran y la rodean sacándole cientos de fotografías con sus móviles.

Adolfo Domínguez