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La posguerra mundial se juega en Mallorca: españoles y holandeses coinciden en las islas
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Matías Vallés

Diario de Robinson

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La posguerra mundial se juega en Mallorca: españoles y holandeses coinciden en las islas

España es una teocracia, con el fútbol como única religión verdadera. Al ganar el Mundial, el país antecitado se ha convertido en el Vaticano futbolístico. Sin

España es una teocracia, con el fútbol como única religión verdadera. Al ganar el Mundial, el país antecitado se ha convertido en el Vaticano futbolístico. Sin embargo, Mallorca ha ganado la posguerra de ese Mundial, convirtiéndose así en un descansado Castelgandolfo futbolístico. Mientras se desarrollaba la competición de Sudáfrica, el tráfico de comunicación entre ese país e Ibiza adquirió el rango de una relación privilegiada. Desde la isla que no duerme, los futbolistas de élite no seleccionados enviaban repetidos mensajes de ánimo a los internacionales, mientras se entregaban a un ocio apenas interrumpido por partidillos veraniegos en los que puedes participar sin dejar de hablar por el móvil.

Una vez finalizado el Mundial y los actos sacramentales en La Zarzuela, La Moncloa y La Cibeles, jugadores tan significativos como Pepe Reina -que presentará sin duda la próxima gala de los Goya- y Xabi Alonso -en Sudáfrica, Xavi se escribía con be- volaron de inmediato a Mallorca con sus respectivas familias. Ambos coincidieron en el Liverpool, y el guardameta era el inductor de la estancia conjunta porque ya había veraneado en otras ocasiones en el hotel Mardavall, que aparecerá a menudo en estas crónicas porque se ha convertido en algo parecido al Hotel du Cap de Antibes o al Hotel du Lac a orillas del lago Leman. Aparte de un descanso que en ambos casos se ha prolongado hasta el pasado domingo, los futbolistas asistieron a la boda de Lorena Bernal o de Mikel Arteta, según ustedes prefieran. Como no hay dos sin tres, Pepe Reina también ha recibido como refuerzo al flamante delantero del Barcelona, David Villa, que le acompaña estos días en las refrescantes aguas de las islas pitiusas.

El rendimiento de Reina bajo los palos, o la suerte del Madrid de Mourinho, vendrán matizados por dos semanas de asueto en Mallorca. Para que se entienda en qué consiste la alta competición, un fisoterapeuta se desplazó desde Inglaterra hasta el hotel mallorquín para atender de primera mano -algún día se darán masajes por internet- las molestias del guardameta.

Sin embargo, incurrimos en el vicio de la obsesión con los ganadores, cuando la guerra Mundial también tuvo perdedores, y varios entre los más significados también se desplazaron a Mallorca. Por ejemplo, Frank Lampard, la estrella del Chelsea cuya imposible convivencia futbolística con Gerrard condujo a la selección inglesa a la fractura ruinosa. Otro eliminado era el serbio Nemanja Vidic, defensa central del Manchester United, que dejó escapar a Piqué. El rubicundo balcánico es un niño malcriado, que pasea hundido en unos cascos mientras medita si aporrear a quienes no lo identifican o lo castigan con su indiferencia, tratamiento habitual de Mallorca a los VIPs.

Las lágrimas de Van Persie

Reservamos párrafo aparte a uno de los futbolistas estivales, porque para un perdedor resulta especialmente humillante veranear en el país que le arrebató el título. Nos referimos al goleador holandés Robin van Persie, aunque cuesta etiquetar de artillero a quien lleva cuatro meses sin marcar un gol, aparte de quedarse inédito en Sudáfrica. El delantero del Arsenal fue titular en la final, y firmó incluso una de las entradas escalofriantes que caracterizaron a los Países de los Golpes Bajos. Con su figura de bailarín, en Mallorca se le ha visto meditabundo, rumiando la derrota más importante de su vida como si acunara algún dolor íntimo.

Al fin y al cabo, fue él quien declaró a L'Equipe antes de iniciarse el campeonato que "no puedo imaginarme vivir con la conciencia de haber perdido la final de un Mundial". Este pronunciamiento trágico engrandece la victoria religiosa de España, imponiéndose a las fatalidades. Todos los jugadores citados están acostumbrados a mandar más que sus respectivos entrenadores, pero vamos a reconocer que nos ha frustrado la fuga de Andrés Iniesta -el último jugador blanco- a Cerdeña, cuya Costa Esmeralda es el rival tradicional de Mallorca. Además, la prensa británica ha difundido insidiosamente que el barcelonista estaría estudiando la adquisición de una villa en la costa sarda, en pleno territorio Berlusconi. Andrés, no lo hagas.

España es una teocracia, con el fútbol como única religión verdadera. Al ganar el Mundial, el país antecitado se ha convertido en el Vaticano futbolístico. Sin embargo, Mallorca ha ganado la posguerra de ese Mundial, convirtiéndose así en un descansado Castelgandolfo futbolístico. Mientras se desarrollaba la competición de Sudáfrica, el tráfico de comunicación entre ese país e Ibiza adquirió el rango de una relación privilegiada. Desde la isla que no duerme, los futbolistas de élite no seleccionados enviaban repetidos mensajes de ánimo a los internacionales, mientras se entregaban a un ocio apenas interrumpido por partidillos veraniegos en los que puedes participar sin dejar de hablar por el móvil.