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Desafíe a los controladores, vuele a Mallorca
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Matías Vallés

Diario de Robinson

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Desafíe a los controladores, vuele a Mallorca

La situación crítica del turismo, provocada por el cierre patronal de las torres de control, obliga a arrinconar la imparcialidad y a embutirse el uniforme del

La situación crítica del turismo, provocada por el cierre patronal de las torres de control, obliga a arrinconar la imparcialidad y a embutirse el uniforme del periodismo de combate. Hoy no vamos a distraernos con los jeribeques de los miembros de la Familia Real ni con las puntillas del vestidito de las infantas de Letizia. Entre el manifiesto y el llamamiento, les animo desde aquí a que vuelen a Mallorca desafiando a los controladores.

Es la mejor réplica que cabe hacer a un colectivo de caprichosos privilegiados, que están concentrando mayor repulsa popular que los financieros multimillonarios de Wall Street. Compre su billete, enfréntese a la tortura de los aeropuertos por gentileza de la empresa pública Aena, no permita que los dictadores encastillados en la torre entorpezcan su rutina viajera. Descartamos de antemano palabras como trabajadores -¿a veinte mil euros al mes?- o huelga, absolutamente inapropiadas para abordar la situación de la aristocracia laboral.

Los controladores abusan de un Gobierno que ha confundido las bravuconadas con la gestión de una crisis. El Ejecutivo no ha sido consciente en ningún momento de lo que suponía una huelga de controladores para la única industria medianamente sana que sobrevive en España. Zapatero, al igual que le ocurría a Suárez, a González y a Aznar, desprecia el turismo como una actividad ociosa y reprobable, olvidando que hay millones de personas que pagan cientos de euros diarios para practicarla en España.

Confundieron a los controladores con conductores de autobús, por poner una profesión mucho más respetable y mucho peor pagada. Por eso, y retomando la arenga de hoy, no se acobarde usted como un José Blanco cualquiera. No tome siquiera la precaución de calcular sus fechas de aterrizaje y de despegue en días libres de huelga. Practique el turismo sin preservativo, no permita que los déspotas y los incompetentes arruinen su paz estival.

Blanco ha aprovechado el reto de los controladores para mostrarse tan lenguaraz como el protagonista de una película de Tarantino. Ha logrado una notoria difusión de sus bravatas, y probablemente ha mejorado sus expectativas de suceder a Zapatero, pero a los controladores no les ha propinado ni un rasguño. Para infligir esta humillación a sus compatriotas trabajadores -término que excluye a los dueños de las torres de control-, hubiera sido preferible mantenerlos dormidos y saciados con la misma fortuna que van a cobrar cuando se resuelva la crisis.

‘Recompensa’ de 200.000 euros

El ministro de Fomento, y el Gobierno que representa, se han convertido en cómplices del chantaje, que ahora descargan sobre los lomos de los españoles. Los causantes de que se desatara una ola de pánico en todo el planeta sobre los aeropuertos españoles -y comprenderán que aquí me preocupe especialmente Son Sant Joan- serán recompensados con 200.000 euros anuales. Son empleados públicos, y no ostentan ninguna responsabilidad jerárquica.

A cuántos trabajadores reales habrá que desproteger, para satisfacer las cantidades que Blanco derramará generosamente sobre los señores de las torres. El culpable es el Gobierno, y desde aquí reclamamos una ciudadanía más valiente que sus representantes legítimos, sin miedo a volar. Ahora bien, no se nos oculta la posición ambigua de la industria turística, que se centra diplomáticamente en la "situación", sin signar a los controladores con su ira. A nadie se le puede ocultar que la casta judicial y la anidada en las torres de control han amagado sus primeras huelgas contra ejecutivos de izquierdas. En el caso de la magistratura, sólo para comprobar su nula repercusión social. Pero esto es política y aquí abordamos un asunto fundamental. Vuele a Mallorca, seguro.

La situación crítica del turismo, provocada por el cierre patronal de las torres de control, obliga a arrinconar la imparcialidad y a embutirse el uniforme del periodismo de combate. Hoy no vamos a distraernos con los jeribeques de los miembros de la Familia Real ni con las puntillas del vestidito de las infantas de Letizia. Entre el manifiesto y el llamamiento, les animo desde aquí a que vuelen a Mallorca desafiando a los controladores.