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Y de postre, Zapatero
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Matías Vallés

Diario de Robinson

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Y de postre, Zapatero

Ha llegado el momento de la despedida, Mallorca va a quedar cerrada por fin de vacaciones. Dado que el broche corresponde a una visita oficial de

Ha llegado el momento de la despedida, Mallorca va a quedar cerrada por fin de vacaciones. Dado que el broche corresponde a una visita oficial de Zapatero -casi puedo oír las muestras de alegría de los lectores-, será tan útil como Ana García Obregón para descifrar los arcanos de la isla. El enigma del verano mallorquín plantea por qué el presidente del Gobierno puede anunciar tras el despacho de Marivent que la recuperación económica sufrirá un parón en el tercer trimestre, sin que crujan las estructuras. No se debe a que ya nadie le cree, sino a que la isla ofrece un componente anestesiante, que desactiva cualquier dramatismo. Sólo esa indiferencia numinosa explica que un millón de habitantes reciban anualmente a más de diez millones de visitantes. Lejos de nosotros el trasnochado lema que presume de que "aquí nadie es extranjero". Aquí nadie es indígena.

Tal vez el Rey se explica porque lleva 58 años veraneando en Mallorca, y Zapatero se justifica porque mantiene una especial aversión a los ribetes frívolos del estío insular. Cabe recordar que el presidente del Gobierno debutó en el cargo con un veraneo en Baleares. Seleccionó Menorca, la isla que mejor le cuadra a su carácter. Le bastó una fotografía para no repetir nunca más. La imagen inofensiva mostraba a sus hijas en una pose típicamente veraniega. Si cumple con este criterio a rajatabla, tampoco volverá a Washington, donde los Obama tampoco respetaron sus códigos familiares en lo tocante a la etiqueta fotográfica.

El magnetismo de Baleares

Se acabaron las fiestas discretas con asistencia de alta densidad. Por ejemplo, la ofrecida por Manolo March la semana pasada, junto a la misma porción de mar que disfrutan Michael Douglas y Catherine Zeta-Jones. En cuanto a los linajes de honda raigambre financiera, allí estaban Alberto Cortina, Alfonso Cortina y Lucrecia Botín. Sin olvidar a Andrés Piedrahita, el colombiano de Madoff en Europa que insiste en su total desconocimiento de los manejos de su patrón. Si les interesa el diseño, por ahí andaba el inmortal Valentino. Los amantes de la belleza contemplaban a Natalia Vodianova, la ultramegamaniquí que escapa al vocabulario. La conexión aristocrática corría a cargo de Beltrán Gómez-Acebo, sobrino de los Reyes. Era un buen momento para recordar que se cumple el veinte aniversario de la boda en Mallorca de su hermana Simoneta Gómez-Acebo con Fernández Sastrón. Las dos décadas conyugales son un muro fatídico, contra el que también se estrellaron Rosario Nadal y Kyril de Bulgaria, casados asimismo en Palma y que el verano pasado todavía acudían juntos a un concierto de Leonard Cohen.

El magnetismo de Baleares consiste en que los matrimonios citados se fracturan, pero sus miembros mantienen el vínculo veraniego con las islas. Es más fácil romper con una pareja que con una geografía. Por supuesto, no se trata de encarecer virtudes intrínsecas. A estas alturas, los 'prominenten' viajan a Mallorca porque lo hacen los demás, véase la colmena junto al casino que congrega a los cortesanos de Doña Pilar de Borbón. Michael Douglas es un mallorquín más porque hace un siglo, un poeta pobre llamado Robert Graves encontró en Deià un paraíso a bajo precio. Y dominándolo todo, el nido de águilas junto al agua de Marivent. Desde hace años, al Rey le costaba reunir a su Familia para una foto grupal en Mallorca. Este año se han invertido las tornas, y la Familia no ha logrado que un monarca cada vez más distante se sume a la foto de la reconciliación artificial de Spetsen. Se apagan las líneas, y los más morbosos pueden preguntarse a qué perversiones nos dedicamos los mallorquines fuera de temporada. No sólo a la corrupción, cabría aclarar. El sol se pone hasta de aquí a once meses. Ha sido un placer.

Ha llegado el momento de la despedida, Mallorca va a quedar cerrada por fin de vacaciones. Dado que el broche corresponde a una visita oficial de Zapatero -casi puedo oír las muestras de alegría de los lectores-, será tan útil como Ana García Obregón para descifrar los arcanos de la isla. El enigma del verano mallorquín plantea por qué el presidente del Gobierno puede anunciar tras el despacho de Marivent que la recuperación económica sufrirá un parón en el tercer trimestre, sin que crujan las estructuras. No se debe a que ya nadie le cree, sino a que la isla ofrece un componente anestesiante, que desactiva cualquier dramatismo. Sólo esa indiferencia numinosa explica que un millón de habitantes reciban anualmente a más de diez millones de visitantes. Lejos de nosotros el trasnochado lema que presume de que "aquí nadie es extranjero". Aquí nadie es indígena.