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El Rey se disculpa y Leonor se agobia
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Paloma Barrientos

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El Rey se disculpa y Leonor se agobia

Lo bueno que tiene el Rey es que cuando mete la pata “borbonea”, entendiendo por esta palabra la capacidad extraprofesional de don Juan Carlos para recomponer

Lo bueno que tiene el Rey es que cuando mete la pata “borbonea”, entendiendo por esta palabra la capacidad extraprofesional de don Juan Carlos para recomponer situaciones, modificar actitudes, pacificar ánimos e incluso enmendar gestos. Y todo esto al margen de sus tareas oficiales como Funcionario Número Uno, al servicio del Estado español.

El desaire que tuvo con la prensa que mañana, tarde y noche permanece a las puertas de la clínica Ruber donde nació su nieta Sofía no tenía razón de ser. Casi setenta y dos horas después de la llegada al mundo de la tercera en la línea de sucesión, apareció el monarca en su papel de abuelo. Hasta ese momento sabíamos que se encontraba fuera de servicio, ya que no había agenda oficial al tratarse de un puente y, por lo tanto, todo lo referente a la privacidad real es topsecret. La única información relativa en este sentido era que su majestad estaba en “viaje privado”. El resto lo descubrimos por la crónica de Jesús Cacho ¿Dónde está el Rey?. Los enigmas de un 'real puente' y la evidencia del cinturón delator.

El día de autos, el abuelito de Leonor y Sofía entro en la clínica a la carrera con mala cara y sin sonreír. Y salió de la misma guisa acompañado de la Reina. Subieron al coche y a casa. Sospecho, aunque en este caso se trata de una intuición por lo que se pudo ver en la televisión, que doña Sofía pudo insinuarle a su marido que posara o al menos saludara. Pues tampoco. No era su día, o al menos esa fue la sensación que dio.

Pero como rectificar es de sabios, en la siguiente visita no sólo se disculpó con un “perdonar por no haberme parado”, sino que dio charla a los reporteros. Explicó que la niña estaba bien y que había sido una gran sorpresa que los Príncipes eligieran el nombre de Sofía para el real bebé. Sonrisas, amabilidad y cordialidad sustituyeron el desplante anterior.

Precisamente por no estar habituados a esos gestos, sino a los guiños reales que siempre favorece el trabajo de la prensa, chocó y sorprendió la actitud. De hecho, en todos los posados de la Primera Familia en Mallorca es el primero que pone firme a los hijos y a los nietos. Sabe igual que la Reina que este tipo de reportajes que después aparecen a todo color y en varias páginas en la prensa del corazón son un envoltorio perfecto para todas las monarquías. La prensa diaria publica una foto y a correr.

Es curioso en cambio cómo la nuera doña Letizia parece preferir estos medios a los que en su etapa de periodista intrépida calificaba de serios. La famosa foto exclusiva que publicó el diario El País con la pareja principesca posando en una de las salitas del palacio de la Zarzuela sentó como un tiro al resto de los medios que no entendían esas preferencias que nunca antes se habían dado. Las Infantas, por ejemplo, que se sepa, nunca habían hecho ese tipo de diferencias. De hecho, en todas sus celebraciones familiares como santos y cumpleaños, más las vacaciones de invierno o las estancias en Soria y Vitoria, posan con los hijos y no se hunde el mundo. Porque esos mismos medios son los que después también resaltan las imágenes oficiales o los gestos como el que tuvo la Infanta Elena presidiendo el funeral de las victimas de la tragedia de Palencia.

Por cierto, si la ausencia del Rey llamó la atención, también sorprendió no ver por el Ruber al duque de Lugo. Esta vez los motivos de su estancia en Nueva York no tenían que ver ni con la moda, ni con la frivolidad. Jaime Marichalar viajó por motivos médicos. Cada cierto tiempo debe someterse a un chequeo que supervisa Valentín Fuster. El doctor fue quien le trató del ictus cerebral que sufrió hace unos años, por lo tanto, su desaparición estaba más que justificada

Respecto a la presentación oficial de la Infanta Sofía a la prensa, en esta ocasión su hermana mayor fue realmente la protagonista. Por primera vez la escuchamos hablar y volvió a demostrar que tiene carácter. Cada vez que su madre la agobiaba limpiándole la cara, Leonor torcía el gesto en plan de “mami ya vale, déjame tranquila”. Por lo demás, la primogénita sigue demostrando su querencia hacia la prensa. Ni le asustan los flashes, ni los reporteros. Todo lo contrario. La niña que me resulta monísima apunta maneras y me gusta.

Un último apunte. Al preguntarle los periodistas a la Princesa por el nombre que lleva su segunda hija dijo: “A ella le ha encantado” ¿Nadie le ha explicado a doña Letizia que cuando se refiere a doña Sofía debe decir la Reina y no ella? Y otra pregunta. ¿Por qué no le facilitaron a doña Letizia un pañuelito? Cada vez que le limpiaba a Leonor las babitas o los mocos, a continuación se secaba las manos en la toquilla de la recién nacida.

Lo bueno que tiene el Rey es que cuando mete la pata “borbonea”, entendiendo por esta palabra la capacidad extraprofesional de don Juan Carlos para recomponer situaciones, modificar actitudes, pacificar ánimos e incluso enmendar gestos. Y todo esto al margen de sus tareas oficiales como Funcionario Número Uno, al servicio del Estado español.

Leonor Watling