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Los desencuentros de Rocío Carrasco y sus tíos Amador y Gloria
El 24 de junio del año pasado, la abogada y albacea Ana Iglesias convocaba a todos los herederos de Rocío Jurado en la casa familiar de
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El 24 de junio del año pasado, la abogada y albacea Ana Iglesias convocaba a todos los herederos de Rocío Jurado en la casa familiar de Montealto donde aún vivía el viudo José Ortega Cano con los dos niños. Se suponía seguiría viviendo allí, al menos así lo pensaban todos porque parecía lo más lógico. Pero no para la cantante que dejó muy claro cuales eran sus últimas voluntades, que mandó redactar el mismo día que comunicaba al mundo -a través de una rueda de prensa multitudinaria- su enfermedad.
Si en su momento la lectura del testamento sorprendió -a unos para bien y a otros para mal- , no dijeron nada. Al menos públicamente todos querían que se cumplieran los deseos de la más grande. Entre otras cosas, el patrimonio, bastante abultado por cierto, era la consecuencia de muchos años de trabajo. “De sangre, sudor y muchas lágrimas”, como decía la propia Jurado.
La disposición legal quedó de la siguiente manera. La heredera universal fue Rocío Carrasco con las siguientes adjudicaciones: dos apartamentos en Miami, uno de ellos a repartir con el torero; una finca entre Chipiona y Rota; los derechos de todas las canciones de su madre; el vestuario, las joyas y dinero en metálico. A Ortega Cano le legó su parte en la ganadería Yerbabuena y, ante la sorpresa de muchos, una disposición que establece que la casa de La Moraleja debería venderse en un plazo de dos años. Y el dinero obtenido se repartiría entre sus tres hijos: Rocío, Gloria Camila y José Fernando.
Respecto al resto de la familia, a su hermana Gloria le regalaba la casa de Chipiona y la finca ‘Los Naranjos’ a repartir con Amador. A éste, además, le dejaba una nave industrial y a su ahijado Fernando, otra nave de parecidas características. Según declaraciones de algunos de los miembros del clan, “Rocío lo había dejado todo atado y bien atado”. Al menos así parecía.
Pero resulta que a punto de cumplirse un año de la apertura del testamento hay flecos que continúan si resolverse y que convirtieron la reunión familiar del viernes pasado en un tira y afloja donde, salvo Rocío Carrasco, el resto de los herederos estaban de acuerdo en que se cumpliera al cien por cien de los deseos de la Chipionera. Firmar y acabar de una vez con la burocracia. Ese era el talante de los convocados al entrar en la reunión. Otra cosa fue la salida porque no hubo acuerdo.
El motivo del desencuentro ha sido la finca ‘Los Naranjos’. Según estipulaba el documento, la propiedad era para los dos hermanos Mohedano. Incluso Amador había cedido una parte a Gloria para que el reparto fuera totalmente equitativo. Según me cuentan, Rocío Carrasco, puede ser que aconsejada por su entorno más directo, considera que era necesaria una reorganización. Es decir, que la finca se dividiera en tres partes iguales. La tercera sería para ella y sus hermanos adoptados. Y aquí es donde dicen los Mohedano Jurado que nada de eso, que si Rocío lo dejó así por algo sería y que, por supuesto, hay que cumplir al cien por cien de los deseos de la desaparecida.
Parece que José Ortega Cano coincide más con ellos que con la hija de su mujer. El miércoles es el día D. O llegan a un acuerdo y definitivamente Rocío Carrasco acepta el testamento tal cual lo redactó su madre o intuyo que puede iniciarse la de Troya con paseos televisivos y declaraciones temperamentales.
¿Recuerdan lo que decía Mae West? “Cuando soy buena, soy muy buena, pero cuando soy mala, soy mejor”. Pues eso, si no se resuelve la historia puede ser que algunos miembros del clan estén dispuestos a hacer suya la célebre expresión. Sólo faltan veinticuatro horas para descubrir la decisión.
El 24 de junio del año pasado, la abogada y albacea Ana Iglesias convocaba a todos los herederos de Rocío Jurado en la casa familiar de Montealto donde aún vivía el viudo José Ortega Cano con los dos niños. Se suponía seguiría viviendo allí, al menos así lo pensaban todos porque parecía lo más lógico. Pero no para la cantante que dejó muy claro cuales eran sus últimas voluntades, que mandó redactar el mismo día que comunicaba al mundo -a través de una rueda de prensa multitudinaria- su enfermedad.