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¿Cuánto vale la intimidad de la condesa de Salvatierra?
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Paloma Barrientos

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¿Cuánto vale la intimidad de la condesa de Salvatierra?

En esta ocasión la pregunta sí tiene respuesta: mucho dinero. La segunda cuestión que se plantea es ¿cuánto es mucho, si de lo que se trata

Foto: ¿Cuánto vale la intimidad de la condesa de Salvatierra?
¿Cuánto vale la intimidad de la condesa de Salvatierra?

En esta ocasión la pregunta sí tiene respuesta: mucho dinero. La segunda cuestión que se plantea es ¿cuánto es mucho, si de lo que se trata es de airear la vida privada? Para algunos ese mucho es tanto que ni tan siquiera merece la pena ofrecer. Para otros, como en el caso de la condesa de Salvatierra, el posado tunecino de varias páginas en ¡Hola!, donde cuenta hasta la personalidad y manera de ser de sus cuñados –que maldita la gracia que les debe hacer- supone un ingreso económico que no le debe resolver la vida, pero sí le servirá, pongamos por caso, para renovar el vestuario, los complemento y pagarse unas vacaciones de bigotes.

Todo esto lo supongo, y también el mosqueo que debe tener la duquesa de Alba con este tipo de actuaciones de su nuera y de su hijo jinete. No hay que olvidar que el irascible Cayetano Martínez de Irujo suele montar trifulcas varias a los reporteros de calle que según él se entrometen en su intimidad. Es más, llegó a solicitar medidas cautelares para que no se hablara de él y amenazó a través de un comunicado desafiante que aquel medio que osara publicar unas imágenes de él y su mujer en Kenia nunca más tendría acceso a informaciones relacionada con la Casa de Alba. Fue tal su ira que incluso lanzó el ultimátum de marcharse de España si no lo dejaban en paz. Tampoco se cortó un pelo cuando apeló a la Constitución, a la Justicia, creo que también al Tribunal de Estrasburgo -y no sé si al de la Haya- para exigir lo que desde hacía un tiempo su mujer aireaba a los cuatro vientos a cambio del vil metal.

En su día el jinete defendió su independencia marital asegurando que su mujer Genoveva podía hacer lo que quisiera. Ese “lo que quisiera” supuso un reportaje exclusivo en el cortijo de Carmona, regalo de la gran duquesa, que no salía de su asombro al ver reflejadas en la revista las estancias más íntimas de la casa como eran los cuartos de baño. No dijo nada. La segunda en la frente de la aristócrata tuvo lugar pocos días antes de la boda en el palacio de Dueñas, cuando los amigos le informaron de que había otra exclusiva. En este caso se trataba de un espléndido reportaje de su nuera mostrando en carne propia la evolución de su vestido nupcial, regalo de la firma, por supuesto. Hasta que no lo vio con sus propios ojos no se lo podía creer.

Cuenta la leyenda que la tarde del enlace, Cayetana de Alba estuvo a punto de quedarse en sus habitaciones porque no quería formar parte del tinglado que habían montado su hijo y futura nuera. Gracias a la presión de la prensa, que no entendía cómo siendo la reina y señora de su palacio no invitaba a sus íntimos, pudo estar acompañada de sus amigos los Burgos, las hermanas Cobo, Curro Romero y Carmen Tello que, como siempre, la arroparon con su cariño. Continuando con la leyenda, algunos de ellos la vieron llorar y no precisamente de alegría.

La última aventura mediática de su nuera le llega a la duquesa cuando aún continúa con su recuperación física tras la operación que sufrió hace un mes. Por cierto, que Genoveva posa en una de las imágenes con unos camellos (animales, no piensen mal) que continúan con la moda que ya instauró Paulina Rubio el día de su boda con sus perritos maquillados y perfumados. Los camellos aparecen relucientes, con el pelo cepillado y escarolado tal si hubieran aplicado serum para rizo perfecto que anuncian en la televisión. Otras de las cosas que llama la atención de las revelaciones íntimas es su insistencia en detallar su relación marital, que parece tener más que ver con la locución latina Excusatio non petita, acusatio manifiesta que con la realidad.

Más de una vez los propios paparazzis que siguen a Cayetano confiesan que lo hacen no porque realmente les interese el personaje sino porque saben que, de pillarle en un renuncio, siempre hay alguien que compra las imágenes para que éstas no vean la luz. Realmente a ellos les da igual quien les pague. En este sentido hasta el periodista Raúl del Pozo lo describía en su libro A Bambi no le gustan los miércoles, en el capítulo dedicado a La maldición de los Alba. “Además de las vicisitudes normales de la familia, hay en los Alba una propensión a la negación y a la derrota. Les sale la insolencia y el orgullo por todos los poros. El ejemplo más claro es el de Cayetano, que trata a la mexicana como Hernán Cortés a la Malinche. Cuando están en público ni la mira, ni la toca, ni le da un beso. Aún se creen con el derecho de pernada”. Más claro imposible.

Y fíjense qué casualidad que la cuñada se explaye justo en el momento en que se cuestiona el noviazgo de Gonzalo Miró y Eugenia Martínez de Irujo. Cuando más discreta debía ser, va ella y se convierte en portada del colorín. Por si acaso nos habíamos olvidado de los líos sentimentales de la Casa de Alba, Genoveva refresca la memoria. ¡Pobre duquesa! Menos mal que el heredero duque de Huéscar y Alicia Koplowitz continúan con su feliz relación y el resto de los varones -Alfonso, Jacobo y Fernando- han optado por la discreción más absoluta. Me da la sensación de que la gran duquesa está deseando recuperar su estado físico –el mental lo tiene estupendo- para marcharse a Tailandia, el viaje que tenía previsto el verano pasado y que tuvo que cancelar por las revueltas políticas.

Y, para acabar, una felicitación. El periodista Carlos Santos ya va por la cuarta edición de su libro Guatemala, el silencio del gallo (Debate). Una historia que empezó con un componente sentimental y acabó convirtiéndose en un testimonio de lectura obligada. “Yo sólo quería narrar la peripecia personal de mi tío Luis Gurriarán, que se fue a América en 1961. Pero cuando empecé este trabajo desconocía que detrás había un drama colectivo como el que han vivido los mayas guatemaltecos en los últimos cuarenta o cincuenta años; no tenía noticias de la gravedad de la guerra, silenciosa pero tremendamente cruenta, que ha vivido ese país. Al final, el resultado ha sido una doble historia: por un lado, la aventura del misionero y, por otro, la de aquel pueblo”.

En esta ocasión la pregunta sí tiene respuesta: mucho dinero. La segunda cuestión que se plantea es ¿cuánto es mucho, si de lo que se trata es de airear la vida privada? Para algunos ese mucho es tanto que ni tan siquiera merece la pena ofrecer. Para otros, como en el caso de la condesa de Salvatierra, el posado tunecino de varias páginas en ¡Hola!, donde cuenta hasta la personalidad y manera de ser de sus cuñados –que maldita la gracia que les debe hacer- supone un ingreso económico que no le debe resolver la vida, pero sí le servirá, pongamos por caso, para renovar el vestuario, los complemento y pagarse unas vacaciones de bigotes.