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El faldón de la discordia
El bautizo de Eugenia Borbón Vargas ha servido para evidenciar varias cosas. Primero, que la bisabuela Emmanuela Dampierre continúa, a pesar de sus años, sin superar
El bautizo de Eugenia Borbón Vargas ha servido para evidenciar varias cosas. Primero, que la bisabuela Emmanuela Dampierre continúa, a pesar de sus años, sin superar resentimientos, resquemores y maldades. Segundo, que la presencia de José Campos no resultó tan ‘momento Lunnis’ como se ha querido vender. Tercero, que Francis Franco, tío abuelo carnal de la neófita, brilló por su ausencia al igual que el resto -salvo Mariola- de los hermanos de mamá Carmencita. En este caso, y como parece ser habitual, la ausencia del ‘Señor de Meiras’ tuvo que ver con temas económicos.
Cuarto, que la presencia de Roberto Federicci era casi como una provocación y no sólo para la hoy señora de Campos, sino para la familia Vargas Santaella. En el primer caso, porque Carmen y el arquitecto no acabaron nada bien. Los desplantes y descalificaciones en público fueron un referente en los últimos años de relación. Sevilla tuvo que ser con su lunita plateada testigo de algunas de esas inconveniencias verbales.
En cuanto al clan venezolano, deben tener aún en su memoria cómo Federicci ejerció de padrino en la boda caribeña cuando ya estaba firmado y ¿cobrado? el reportaje de la separación por parte de Carmen Martínez-Bordiú. De hecho, y según me contaron en su día, éste fue el motivo principal del megamosqueo de Luis Alfonso con su mamita y no el supuesto coqueteo de la madrina con el papá de Margarita. Una leyenda urbana que pudo hacer mucho daño si no hubiera sido por la templanza y sensatez de los Vargas, sobre todo de Carmen Leonor que hizo oídos sordos a los comentarios que pretendieron hacerle llegar algunas de la “íntimas” muertas de envidia porque las bodas de sus retoños nunca saldrían en la revista ¡Hola!, la Biblia del colorín en Sudamérica.
Para los que conocen la historia de Carmen con Roberto no les cuadraba la invitación a la celebración parisina. La clave podría estar en un deseo por parte del propio duque de Anjou de dejar claro que José Campos era uno más en la historia sentimental de su madre. De ser cierta esta versión, se explicaría la aparente frialdad del papá de la bautizada con el cántabro. En cambio, quien se portó de cine fue Jean-Marie Rossi, un hombre que ya está de vuelta de todo, que entendió la falta de acoplamiento social de Campos y al que le viene muy bien que el que fuera su hijastro organizara el reagrupamiento familiar en París. Aunque Francia sea una República, muchos de sus mejores clientes son compradores habituales de Point de Vue y Hola, sobre todo los billonarios sudamericanos.
Uno de los encuentros del matrimonio Campos con los Rossi fue a las puertas de ‘Aveline’, la tienda de antigüedades de Jean-Marie, conocido en su época de amores con Carmen como el ‘Tigre del Sena’. Imaginen el porqué del apelativo. Esas imágenes, donde aparece el rótulo del local y la especialidad en objetos del siglo XIX, comercialmente resulta impagable.
Retomando el título de la crónica, el faldón utilizado para vestir al bebé el día de su bautizo es una reliquia familiar realizada en seda natural y encaje de Chantilly que hasta ahora guardaba la bisabuela Emmanuela Dampierre en su casa romana como si fuera el monotemático Golum de El Señor de los Anillos. Para la anciana, este vestido ha sido moneda de cambio durante mucho tiempo. Sirvió para la misma liturgia del propio duque de Cádiz y más tarde lo llevaron Luis Alfonso y su hermano Fran en sus respectivos bautismos. Cuando finalizaba la ceremonia, Emmanuela se encargaba de recuperar ‘su tesoro’. Lo envolvía en papel de seda y a su escondite hasta la siguiente ceremonia. Eso sí, siempre que esta “siguiente” fuera de su agrado. Como no hubo más descendientes Borbón Martínez-Bordiú, el faldón durmió el sueño de los justos.
En varias ocasiones se lo pidieron, pero ella no daba su brazo a torcer. De nuevo, encarnando a Golum, debía pensar que quien tuviera ‘el tesoro’ controlaba el mundo, en este caso, los Martinez-Bordiú-Franco-Villaverde. Tras el nacimiento de la princesa Eugenia de los franceses, por fin Emmanuela cede los derechos textiles a su biznieta. Algo así como ocurrió con el corazón de Luis XVII. Después de siglos de peregrinaje, por fin descansó junto a sus padres Luis XVI y María Antonieta en la basílica de Saint Dennis, lugar elegido en un principio por el duque de Anjou para celebrar la ceremonia religiosa de la última descendiente del ‘Niño del Temple’.
El bautizo de Eugenia Borbón Vargas ha servido para evidenciar varias cosas. Primero, que la bisabuela Emmanuela Dampierre continúa, a pesar de sus años, sin superar resentimientos, resquemores y maldades. Segundo, que la presencia de José Campos no resultó tan ‘momento Lunnis’ como se ha querido vender. Tercero, que Francis Franco, tío abuelo carnal de la neófita, brilló por su ausencia al igual que el resto -salvo Mariola- de los hermanos de mamá Carmencita. En este caso, y como parece ser habitual, la ausencia del ‘Señor de Meiras’ tuvo que ver con temas económicos.