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Brad Pitt y el chuletón alavés
Angelina Jolie y Brad Pitt llegaron a Bilbao procedentes de Praga en su avión privado a las tres y cuarto de la tarde. Sin niños, ni
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Angelina Jolie y Brad Pitt llegaron a Bilbao procedentes de Praga en su avión privado a las tres y cuarto de la tarde. Sin niños, ni nurses, ni guardaespaldas, ni road manager, ni equipo de estilistas, peluqueros y secretarias que forman parte del paquete que se precie en cualquier estrella internacional. La pareja estaba sola, representándose a sí misma y sin los aditivos exógenos que suelen ser los que dan el cante e impiden que pasen desapercibidos.
En la zona de los jet privados del aeropuerto de Sondika les esperaba un Mercedes negro y, aunque ellos insistieron que no querían chofer, este les trasladó hasta fuera de las instalaciones portuarias. Les explicó cómo funcionaba el GPS y hasta la vuelta. El domingo por la tarde regresaron de nuevo a la villa que la productora de la película que rueda Angelina en Praga le ha alquilado para ella, el marido y los niños. Una casa construida en los años treinta, de tres plantas y mil doscientos metros cuadrados en la Avenida Carles de Gaulle, en el barrio de Bubennec, donde en tiempos de la Guerra Fría vivían los espías norteamericanos disfrazados de agregados culturales.
Allí dejaron los padres a los cuatro hijos con sus tatas correspondientes, mientras elegían la Rioja Alavesa como punto de referencia de su escapada de fin de semana. Las Bodegas Marqués de Riscal, diseñadas por el arquitecto Frank Gehry, gran amigo del actor, fue la excusa para que Pitt le diera una lección magistral a su chica. No anunciaron su presencia y, por lo tanto, la visita a las instalaciones fue como la del resto de los mortales con el consabido folleto.
Parece que no era la primera vez que Pitt visitaba el lugar, que le enamoró desde el primer momento. A continuación se instalaron en el hotel donde había una reserva a otro nombre. ¿Imaginan cuál? ¿Podría ser quizá Mr. & Ms. Smith? Les dieron la suite 16 que tiene unas vistas privilegiadas sobre el campo y los viñedos, a razón de 1.200 euros la noche. No pidieron nada especial y cenaron en la terraza. Angelina, que resultó ser vegetariana, al menos ese día, se decantó por verduras y hortalizas de la zona a la plancha. El marido, en cambio, a lo suyo: buen chuletón, buen jamón y buen vino, un reserva Marqués de Riscal Gehry, el nombre del amigo. Así está él de lustroso.
A la mañana siguiente se levantaron alrededor de las doce, de nuevo visitaron la bodega y después carretera y manta hasta el aeropuerto. De ahí, de nuevo a Praga donde parece que la pareja ha decidido adoptar un nuevo niño.
Muchos se preguntarán cuál es la relación de Pitt con Frank Gehry. Resulta que una de las pasiones del marido de Angelina es la arquitectura y el diseño por ordenador. Hace ocho años realizó un curso de aprendizaje en el estudio de Gehry. Aparte de ilustrarse académicamente, ese periodo les sirvió para entablar una buenísima amistad que ha perdurado hasta ahora. De ahí que todo lo que tenga que ver con el genial arquitecto tenga interés para él. Parece que incluso la pareja quiere que sea él quien les diseñe la casa de su vida.
Angelina Jolie y Brad Pitt llegaron a Bilbao procedentes de Praga en su avión privado a las tres y cuarto de la tarde. Sin niños, ni nurses, ni guardaespaldas, ni road manager, ni equipo de estilistas, peluqueros y secretarias que forman parte del paquete que se precie en cualquier estrella internacional. La pareja estaba sola, representándose a sí misma y sin los aditivos exógenos que suelen ser los que dan el cante e impiden que pasen desapercibidos.