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Tita Cervera presenta a su 'mejor amigo' en sociedad
La reunión social que todos los años organiza en Ibiza Ana Castor para festejar su santo suele marcar el inicio festivo de los encuentros veraniegos. Unas
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La reunión social que todos los años organiza en Ibiza Ana Castor para festejar su santo suele marcar el inicio festivo de los encuentros veraniegos. Unas reuniones que consisten en volver a verse las caras los de siempre. Cambia el escenario, cambia el vestuario y hasta las joyas, que suelen ser de menor importancia que las de invierno. Ellas y ellos lo denominan “la quincalla del verano”, y consisten en piezas más exageradas realizadas con piedras semipreciosas como amatistas, turquesas, topacios de menor calidad engastados -eso sí- en toda la variedad de oro blanco, rosa o el dorado de toda la vida. Aunque este último se da más en lo que este grupo de amiguitos de veraneo denomina “los nuevos”, que no son otra cosa que los millonarios hechos a golpe de recalificación.
Mayte Zaldívar, sin ir más lejos, se perdía por todo lo que brillara y, a ser posible, de tamaño XXL. A su colega de sumario Monserrat Corulla, más delicada que la anterior, le tiraban más los solitarios, aunque tampoco le hacía ascos a todos aquellos adornos que centellearan a la luz de las velas. Una cualidad compartida también por las urracas, esos pájaros que hurtan los objetos que brillan.
En la cena de Ana Castor, pareja estable de Alfonso Fierro, hasta la muerte de éste, no hubo ostentación exagerada. Lo normal en estos casos. Incluso Carmen Cervera cambió las esmeraldas (tamaño huevo de perdiz) de siempre por unos pendientes de estar por casa, aunque no pudo resistir la tentación de lucir su anillo más querido en forma de lanzadera de brillante. Una pasada que, dado su tamaño, puede llegar a utilizar como arma arrojadiza o, si se olvida las llaves de casa, para cortar el cristal de seguridad.
La anfitriona eligió el restaurante Dos Lunas, uno de los mejores de la isla y el preferido de Elle Macpherson, Valentino y su troupe; y hasta del rey Juan Carlos, que dicen que todos los veranos se presenta sin avisar. Aunque este año, tal y como están las cosas tras el injusto secuestro de El Jueves y la carta de Anasagasti (Ver noticia), seguramente los miembros de la Primera Familia se van a dejar ver más bien poco. Intuyo que las apariciones serán en grupo, en plan paquete vacacional y excluyendo, como siempre, a Letizia, que continúa con su lactancia (materna) y en su línea de invisibilidad parcial.
En la puerta del restaurante los camareros vestidos a la usanza oriental recibían a los invitados y los pasaban a la terraza. Cristina Macaya, perfecta con un vestido años sesenta en color rojo y collar egipcio; la doctora Vicario eligió también el mismo color; Fernando Garrigues, Maria Gabriela de Saboya, Daniel San Martín, Maleni Aparicio Pedro y Begoña Trapote, ella espléndida con un dos piezas de Vitorio&Luchino; y por supuesto los hijos de la anfitriona Alejandra Fierro y Gloria Monís, las dos con sus respectivas parejas, Nacho Campillo (solista de Tam Tam Go) y Patxi Andión.
Los regalos los recogía un propio que colocaba un papelito con el nombre de quien lo entregaba. Parece que eso de abrir los obsequios en el momento no está de moda. Mientras llegaban el resto de la panda, sirvieron un aperitivo y alrededor de las diez y media de la noche los sesenta mejores amigos de Ana Castor se sentaron a cenar. De primero, ensalada de bogavante; a continuación, risoto con gambas y raviolis y solomillo mignon; y de postre, pastelitos de crema con chocolate caliente.
Pero lo mejor de la fiesta, sin lugar a dudas, fue la aparición de Carmen Cervera acompañada de su mejor amigo, Javier Báñez. Un hombre discreto que no soltó prenda en toda la noche a pesar de la curiosidad de algunos invitados que querían saber cuál era su relación con la baronesa. Él callaba, sonreía y no perdía de vista a su amiga del alma. Carmen lo pasó bomba. Hasta se marcó una pieza con la gran bailaora Maleni, la madre del torero Julio Aparicio. Contó lo guapas y espabiladas que son sus niñas y recibió con cara de póquer las felicitaciones por la próxima paternidad de su hijo Borja. Y todos tan contentos
La reunión social que todos los años organiza en Ibiza Ana Castor para festejar su santo suele marcar el inicio festivo de los encuentros veraniegos. Unas reuniones que consisten en volver a verse las caras los de siempre. Cambia el escenario, cambia el vestuario y hasta las joyas, que suelen ser de menor importancia que las de invierno. Ellas y ellos lo denominan “la quincalla del verano”, y consisten en piezas más exageradas realizadas con piedras semipreciosas como amatistas, turquesas, topacios de menor calidad engastados -eso sí- en toda la variedad de oro blanco, rosa o el dorado de toda la vida. Aunque este último se da más en lo que este grupo de amiguitos de veraneo denomina “los nuevos”, que no son otra cosa que los millonarios hechos a golpe de recalificación.